sábado, 8 de diciembre de 2012

LUCIA


 

 
El concepto era lo poco que se necesita para ser feliz. Ni dinero, ni posesiones, ni garantías…nada, sólo ser consciente del momento y ser felices, ese momento y los siguientes.

El término “Vamos a ser muy felices” es erróneo. No vamos a serlo, ya lo somos. Esa es la idea, no esperar para ser felices ningún acontecimiento que mejore nuestra vida ni nuestro estatus. Ser felices, ya, sin esperar a más. Puesto que la felicidad está en tu interior, lo único que necesitas es sacarla de dentro e impregnar con su esencia tu corazón, tu espíritu, tu alma y tu cuerpo.

No esperes a estar en condiciones idóneas para hacer lo que quieras, no esperes a que nade te permita hacer lo que quieres hacer; hazlo. Nadie tiene derecho a decirte lo que tú tienes que hacer. Nadie tiene derecho a obligarte a vivir un tipo de vida que tu no estas dispuesta a vivir. Nadie puede vivir tu vida o imponerte la forma de vida que tienes que vivir. Nadie es dueño de nadie. Por tanto no esperes a que las ranas críen pelos para soltar tus cadenas.

Mañana será tarde. Dentro de una hora puede que sea tarde también. Decídelo ahora, en este momento. Tienes derecho a ser feliz, y si lo que te lo impide es una persona, rompe con ella. Si es un vicio, erradícalo para siempre. Si es el dinero, olvídalo. Cuando verdaderamente no tienes nada, empiezas verdaderamente a tenerlo todo. Hay que llegar a sentir que no tienes nada que perder para tener todo por ganar.

Y cuando tengas el amor de una persona y te sientas impelido a corresponderla, no dejes que nada ni nadie se interponga entre vosotros. Ni la edad, ni las trabas familiares, ni los impedimentos sociales, ni el dinero, ni la fama, ni la murmuración, ni el ‘qué dirán’. No dejes que nada de eso impida tu felicidad una vez que han conseguido la horma de tu zapato.

Y, a partir de ese momento, no pienses nada más que en hacer feliz a la persona amada, en huir de los convencionalismos, de los estereotipos, de las costumbres, de lo que ‘es debido’. Y empieza a hacer el loco, a instalarte en la juventud perpetua y romper moldes preestablecidos.

Me contaba una amiga que ella ve la televisión por la noche a 50 centímetros de su pareja, sin tocarse, sin mirarse. Las piernas indolentemente reposadas sobre la mesa auxiliar y los brazos cruzados, no vaya a ser que nos entre algo del vecino. Me contaba otra, que no pueden ver un programa completo porque, nada más sentarse, ya se están haciendo arrumacos, besándose, acariciándose, desnudándose…

Hay una gran diferencia entre unos y otros. Los primeros se vigilan constantemente, viven pendientes de un hilo, de lo que puede pensar el contrario, de que se pueda enfadar con su proceder, de lo que no debe de hacer so pena de bronca, imposición o desastre. No se aman, se poseen, o lo intentan. No sienten su libertad porque no la tienen, y la libertad es amor, y el amor incondicional es libertad.

Los segundos se aman, se dejan libres, no se vigilan, no están pendientes de las acciones del otro, ni de lo que dice, ni de lo que hace, ni siquiera de lo que piensa. Dejan vivir en libertad total. Y ambos sienten verdaderamente la libertad total, que es igual al amor incondicional, y el amor incondicional es pura libertad.
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