martes, 7 de febrero de 2017

CARTA AL SACYL

Transcribo literalmente la carta que me envía un enfermero al borde de un ataque de nervios, por culpa de los manejos abyectos de las autoridades autonómicas de sanidad.

Soy enfermero desde el año 2002. Durante estos 15 años que han transcurrido como si fueran un soplo, he tratado vanamente de estabilizar mi trabajo y conseguir un puesto fijo, una interinidad o algún curro, de alguna manera estable, que pudiera quitarme la zozobra de no poder casarme, ni alquilar una casa, ni siquiera independizarme porque el Sacyl no te proporciona más de 3 meses de contrato anuales, y estos, para más inri, cuajados de malos tratos, cabronadas, mandos intermedios estúpidos e inútiles y enchufad@s que no sabían hacer la 'o' con un canuto y que encima se vanagloriaban de ello. Me he esforzado haciendo cursos, sacando el dinero sirviendo copas los fines de semana o poniendo inyecciones a domicilio, para engordar los puntos de mi baremo en la bolsa de trabajo del Sacyl. Tengo cuarentaitantos créditos conseguidos haciendo cursos on-line, de organismos autorizados, durante el año 2005. Pero al meterlos en la bolsa me dicen que los cursos tienen 10 años de caducidad y que tendré que repetirlos, con los trastornos económicos y de tiempo perdido que esto supone.


No contentos con tener un sistema de salud de lo peor, de ser la empresa con más y peores contratos de todo el ámbito nacional, de querer a toda costa privatizar la sanidad, de tener varias bolsas de trabajo absolutamente opacas, de tener la tasa más alta de contratos por enchufe a gente joven y por tanto maleable y sumisa, de amañar las oposiciones, cuando no suspenderlas y luego no devolver las tasas pagadas por derechos de examen, de baremar los puntos como les da la real gana, de crear tontos útiles que hacen de mandos intermedios y más les valía aprender algo y enseñar algo; encima de todo esto, establecen unilateralmente –esto no pasa en el resto de las comunidades autónomas– un sistema de caducidad de los cursos efectuados. ¡Te cagas, colega! O sea, que voy a tener que repetir otra vez los cursos que hice desde el año 2006 para atrás. ¡Como si a los médicos, a los abogados, los arquitectos, los ingenieros, les obligaran a repetir la carrera porque su título ha caducado a los 10 años de obtenerlo! Pero, claro, a ellos qué les importa, si el 90% no tienen ni el graduado escolar. ¡Que paren la sanidad, que me apeo en marcha! Pero, al final, actúan con la mayor impunidad pisando cabezas, destrozando ilusiones y rompiendo voluntades. Si sé esto, en vez de hacer la carrera de enfermería, me hago político. ¡Lo juro! Pero, ahora que lo pienso, político no podría ser por muchas razones: Mi madre es una santa, la pobre, y yo no sé mentir; cada vez que lo he intentado me salían dos chapetas rojas, rojas en ambas mejillas. ¡Una pena!



domingo, 5 de febrero de 2017

VANOS INTENTOS

Vanos intentos del hombre por ser feliz. Digo que son vanos porque la mayoría de las veces no dan frutos, y no los dan porque no se ha roturado bien el terreno, porque no se ha sembrado debidamente y porque no se ha abonado; sobre todo porque, todo esto se ha hecho sin amor, y el amor es la materia con la que Dios construyó todo lo visible y lo invisible. ¿Qué es bueno y qué malo en este Mundo? ¿Con respecto a qué medida? ¿Con qué criterio? Dos extremos: frio y calor, son dos puntos del mismo concepto: temperatura. ¿Dónde termina el frío y empieza el calor? ¿Qué es bueno y malo de del mismo concepto?. Porque lo que para unos es bueno, para el resto será malo. ¿Qué es lo que hay que hacer por tanto? ¿Qué es lo conveniente en cada caso? Nos han educado en unos parámetros que, a dónde ha llegado la humanidad, dudo que hayan sido buenos ni convenientes. ¿Tenemos otros? Concluyente y categóricamente, sí. Pero al que intenta utilizarlos, inmediatamente le cortan las alas, la libertad y las ganas. Dije el otro día que somos esclavos velados del sistema político actual, que decide cómo, cuándo y por qué hay que hacer las cosas. Y el mismo sistema tiene resortes y esclavos que inmediatamente detectan cuando una persona es perjudicial para la calma necesaria para el buen funcionamiento del Mundo con respecto a los parámetros que esta gente utiliza para medrar constante e incesantemente.
Es público y notorio que todos los seres humanos no tenemos la misma capacidad cerebral. Unos procesamos la información con una parte de nuestro cerebro y otros, sin embargo, emplean para los mismos fines, otra parte diferente. Este descubrimiento ha aclarado, de momento, el porqué de la existencia de gente que cree en Dios y de gente que, por el contrario es atea convencida. Unos que tienen ideas políticas conservadoras y otros que son recalcitrantemente progresistas. Unos son de Cristiano Ronaldo y otros de Messi. Unos buenos y otros malos. Ambas facciones siempre irreconciliables. Pero, indefectiblemente, unos y otros, nos vemos impelidos a seguir moviendo las mismas ruedas, por mandato imperioso de los mismos que vienen fabricándolas desde hace una temporadita.
¿Se pueden hacer las cosas mejor para sumirnos, poco a poco y definitivamente, en otra forma de vida peor, más incómoda, más fría y menos gratificante? Ellos lo están logrando, pero no han contado nunca con el hecho de que podrán obligarnos, por imperativo legal, a trabajar más por menos, a no ver a la familia, a cambiar nuestro trabajo por tiempo, a comer bazofia, a tener que optar por un partido o por otro, a votar por unos o por otros, pero lo que nunca podrán cambiar es mi pensamiento, mi determinación y mis actitudes.

Y aquí empieza otra vez el debate ¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Es malo estar mal? ¿Qué es estar mal? ‘Muy mal’ y ‘muy bien’ son dos puntos lejanos de un solo parámetro: Nuestro estado mental. Y soy yo el que piensa y por tanto puedo cambiar mis pensamientos. Yo vivo como pienso, independientemente del sueldo, de la incomodidad del trabajo, de los mandos intermedios, de los putos e inútiles enchufados de mierda y de la gente tóxica que me rodea. Todo eso, puedo transmutarlo, porque tengo la divina capacidad, dentro de mi cerebro, y hacer bueno lo que a los demás les parece malo. Y esto no es una teoría, es exacto y concreto. Y ante esto, los políticos no pueden más que adocenar a las gentes para que piensen que son una mierda infecta sin la ayuda de la política. Yo soy, yo, por encima de la política, de la religión, de los amos, de los buenos, de los malos, de la lluvia, del sol, de todo menos del amor. Eso que ellos no utilizan y temen que nosotros empleemos.



lunes, 30 de enero de 2017

CRITERIO

 
La gente hace siempre lo que le dejan hacer; los niños hacen lo que les dejan hacer sus padres. La sociedad es permisiva; cada día más, con las actitudes ofensivas y perversas que demuestran los jóvenes. Pero al parecer a nadie le gusta que le traten mal, injustamente o con falta total de respeto, y existen unas normas de buena vecindad, convivencia y respeto, que nunca se debían de contravenir.
A los sucesivos gobiernos de la Nación le interesan más, no obstante, las gentes incultas, sumisas y sin criterio porque son muy fácilmente manipulables. Pero esto repercute muy negativamente en la misma sociedad y cada vez se nos hace más difícil la falta de respeto de la gente en cualquiera de sus actividades. Me remito a la gente que entra en un sitio público donde debería de haber, en un sitio bien visible, carteles, naturalmente en puro castellano, que dijeran cosas como estas: “Hábleme de ‘usted’. No nos conocemos ni hemos sido presentados. En nuestro idioma existe un ineludible ‘usted’ que muestra respeto hacia los demás, utilícelo”
“Pídame las cosas ‘por favor’. A usted no le cuesta trabajo y a mí me complace su respeto”
“Cuando le sirva, deme las ‘gracias’. Es un signo de agradecimiento y cortesía que gusta mucho a todo el mundo. Regálelo.”
“Al entrar en el local esfuércese y salude. Un ‘buenos días’ no cuesta dinero y predispone al buen rollito”
“Al salir del local despídase. Deje a la gente, que le ha acompañado por unos momentos, con buen sabor de boca”
No saludar al entrar, no despedirse al salir, no pedir las cosas de usted y por favor y no dar las gracias al recibir la petición, son signos de mala educación y de falta absoluta de criterio. No te destapes delante de la gente.
Se considera que respetar a una dama dejándole la preferencia en cualquier caso, son costumbres obsoletas y rancias. Pero yo lo sigo haciendo y complaciendo, en la medida de mis posibilidades, a todo el mundo en general y a la mujer en particular.





jueves, 26 de enero de 2017

DEDICADO A LA CLASE ENFERMERA DE ESPAÑA

En un artículo de facebook cuenta una enfermera hospitalaria la bronca de una médica geriatra sin ningún motivo.

Desde mi punto de vista médico, no tiene nada que ver el culo con las témporas, Un médico no tiene ningún derecho a hablar alto y desabridamente a una enfermera que, entre otras cosas, le está sacando las castañas del fuego todos los días. Es cuestión de educación, pero es también el hecho de que las enfermeras no os ponéis en vuestro sitio y no ponéis a mis queridos colegas en el suyo. Las frustraciones de la gente no se vomitan en el trabajo, para eso hay psiquiatras.
Todo el mundo comete equivocaciones y con la presión del trabajo, promovida por estos mamones que mandan y por los mandos intermedios que les hacen la ola, hay veces que los errores están más que justificados. Pero no sólo en enfermería, sino en medicina.

Yo, durante 40 años de ejercicio profesional y de visitas diarias a mil quirófanos de todas las especialidades, sé, fehacientemente que todos los días se cometen errores por parte de los cirujanos: Somos humanos, y unos más que otros, y nuestros errores provocan muchos más problemas que los de las enfermeras. Así que un poquito de humildad, colegas.

Las enfermeras son nuestras ayudantes y colaboradoras, sin las cuales no podríamos abarcar ni el 25 por ciento de nuestras obligaciones, Pero eso no nos da derecho a tratarlas como esclavas. Un ¡viva! por la profesión de enfermería, por su dedicación, por su valor y sobre todo por el aguante que están demostrando en estos tiempos de hijos de puta ilustrados que van a convertir la sanidad en un estercolero infumable.

Lo que no piensan estos sandios es que va a llegar un día en el que tendrán que abandonarse en manos de una enfermera, posiblemente aquella a la que abroncaron hace algunos años, y que está gran mujer que da su vida por los pacientes tendrá la obligación de ser impecable en su trabajo, a pesar de que el pacient@ fueron unos hijos de puta con la sufrida e imprescindible persona que ahora le está limpiando los mocos, le está dando de comer, le está poniendo la cuña o le está consolando en su mal momento.


Reivindico un trato impecable, un sueldo digno y unos turnos decentes para la enfermería, que está sacando adelante la sanidad hospitalaria a pesar de los mamones que se la quieren cargar. ¡He dicho!



miércoles, 11 de enero de 2017

SIMON SINEK Y LOS MILLENIALS

A una generación entera les dijeron que eran especiales, les dijeron que podían tener todo en la vida sólo con desearlo. Si tomas a este grupo ves que se gradúan y entran a trabajar y son arrojados al mundo real, y en un instante se dan cuenta de que no son especiales, su mamá no les puede conseguir un ascenso; que nada llega por llegar y que no puedes tener, nada, sólo por desearlo. En un instante su autoestima se destruye.

Crecieron en un mundo de redes sociales:

El otro problema es que han crecido en un mundo de Facebook, Twiter e Instagram donde le puedes poner filtros a todo. Somos buenos fingiendo que la vida es increíble aunque estemos deprimidos. Todo el mundo parece fuerte y que lo ha logrado, cuando  la realidad es que hay muy poca gente fuerte y triunfadora; tienen pocos mecanismos para liderar con el estrés, y cuando el verdadero estrés llega a sus vidas, no buscan una persona, buscan un dispositivo, van a las redes sociales, que les proporcionan un alivio temporal.

La dopamina y las redes sociales:

Sabemos que la conexión con las redes sociales y nuestros teléfonos libera una sustancia química llamada dopamina, por eso cuando chateas te sientes bien. Entonces, cuando nos sentimos un poco decaídos o solos, enviamos 10 mensajes de texto a 10 personas diciendo: hola, hola, hola…La dopamina es exactamente la misma sustancia que nos hace sentir bien cuando fumamos, bebemos o apostamos. En otras palabras, es altamente adictiva. Tenemos restricciones para fumar, para beber o para apostar, y ningún impedimento para utilizar los medias o los móviles, que es equivalente a abrir el bar y decirles a nuestros jóvenes: Entren y sírvanse hasta que se caigan. El alcohol no es malo, mucho alcohol sí es malo. Apostar es divertido, mucho es peligroso. No hay nada de malo con los media, lo malo es el desenlace. Si te reúnes a cenar con tus amigos y estás mandando mensajes a alguien que no está allí, eso es un problema, una adicción.

Un mundo de gratificación instantánea:

A esto súmale la sensación de impaciencia. Han crecido en un mundo de satisfacción instantánea. Quieres comprar algo, vas a Amazon y te lo mandan en 24 horas. Quieres ver una película, te conectas en Internet y puedes verla. Quieres ver un show de TV ¡bing!, no tienes que esperar ni siquiera a la semana siguiente.

Algo que se llama mundo real:


Todo lo que quieres..”satisfacción instantánea”, excepto la satisfacción en tu trabajo, relaciones duraderas. No existe ninguna app para eso! Eso es un proceso lento, detallado e inconfortable. Entonces veo esos increíbles, fantásticos, idealistas trabajadores; chicos inteligentes que se han graduado recientemente en el instituto, que dejan el trabajo; y me siento con ellos y les pregunto: ¿cómo te va?. –Creo que voy a renunciar…. E insisto: ¿Por qué?!!! Y ellos están como: Creo que no estoy haciendo ningún impacto hevy…Has estado aquí 8 meses. Están parados en la ladera de la montaña y tienen este concepto abstracto de producir un impacto en el mundo, que es la cima. Pero no lo ven como una montaña. No me importa si subes la montaña deprisa o despacio, pero sigue siendo una montaña. Entonces, lo que esta generación de jóvenes necesita aprender es a tener paciencia, porque las cosas que realmente importan como el amor o la satisfacción en el trabajo, el disfrutar, el amor a la vida, la autoestima...todas esas cosas, toman tiempo. A veces puedes acelerarlas un poco, pero la mayor parte del camino es arduo, largo y difícil, y si no pides ayuda y aprendes de eso...te caerás de la montaña.



viernes, 6 de enero de 2017

MANDOS INTERMEDIOS

Lo que falla en España son los mandos intermedios. En todos los sectores existen MI (Mandos intermedios) que se pliegan al que tienen encima –habitualmente al “jefe”–, por unos euros al mes. Es decir, hacen el trabajo sucio de los que no quieren mancharse las manos de mierda. Pero naturalmente, esto conlleva los defectos de la falta de conocimientos por una parte, y el miedo a perder los 200 € de mierda que les dan por hacer los recortes y enfrentarse con sus subordinados por la otra. Esto ocurre en sanidad muy descaradamente. Los supervisor@s, en su mayoría nunca han sudado la camiseta, nunca han hecho unos gases, ni han cogido una vía, ni se han quedado solos con 25 enfermos pendientes de su exclusiva responsabilidad, ni han hecho 3 noches seguidas, ni han hecho una mañana después de una tarde, ni nada de nada. Entonces no pueden saber lo que da de sí una enfermera quemada y enferma. No existe criterio en ningún sentido, y lo que es peor, no tienen ganas de tenerlo. Hay much@s enfermer@s hartas de su profesión.

Es triste pero esto está pasando actualmente. Escasas de sueldo, escasas de recursos, con muchísimo trabajo con el que malamente pueden sin ninguna ayuda, con unos supervisores a los que no se les ocurre, ni por asomo, echar una mano, con una falta absoluta de criterio para balancear el número de enfermeras que debe de haber por las mañanas y por las tardes con respecto a las necesidades reales de la planta. Con un desprecio absoluto por las bolsas de trabajo a las que no acuden más que cuando tienen el agua al cuello. Muy triste.

Siempre pongo el ejemplo de una gran orquesta. En ella todos los ‘profesores’ ejercen un trabajo cooperativo; todos trabajan en bien del grupo; todos cumplen con su cometido porque, si no, la cosa no ‘suena’. Y naturalmente, tiene que existir un director que indique cuando tienen que entrar cada uno de los miembros del grupo. Pero el director de orquesta no es un mindundi como la mayoría de los jefes actuales –salvando a las honrosas excepciones que cumplen impecablemente con su cometido hasta que los políticos se enteran de su capacidad y le defenestran–, ha estudiado música, armonía, dirección, composición y otras disciplinas más, al igual que cada uno de los profesores a los que tiene el honor de dirigir. Así todo suena a música excelsa. En Sanidad los directores de institución están puestos a dedo, sin criba, sin una oposición, simplemente por afinidad política. Y del director para abajo, todos son MI por complacencia, por sumisión, por dos perras gordas. Ni el director sabe lo que hace, ni sabe lo que hacen los MI. Y cada uno de los MI no tiene criterio para supervisar, ni dirigir, ni cooperar.

Desde el director hasta los celadores, pasando por médicos, enfermeras y auxiliares, ninguno tiene criterio para organizar racionalmente ningún servicio. Ni saben que el peso de un hospital lo llevan las enfermeras con su dedicación, su vocación y su aguante. Las ningunean, las cabrean, las zarandean, y a muchas las provocan una depresión que las aparta del servicio activo por tiempo indeterminado, y, a otras muchas las hacen odiar su maravillosa profesión.
No sé cuánto tiempo va a tardar en saltar por los aires todo el estaribel. Lo que sí digo es que en cualquier momento va a saltar.





martes, 3 de enero de 2017

DE PIEL PARA DENTRO


Estaba en medio de un voraz incendio. Todo ardía alrededor. Las llamas inflamaban los líquidos y hacían chisporrotear y explotar los gases contenidos en los sólidos. Era un infierno. Imposible que sobreviviera nada en aquella orgía de llamas, calor y luz. Intentaba sobrevivir en aquel caos de los elementos pugnando por perdurar en su estado. Intentaba rescatar de la quema a cualquier ser viviente. Era tarde, bastaba con que yo saliera indemne de aquella hoguera. Iba embutido en aquel traje que nos proporcionaban en el cuerpo. Estaba confeccionado de tal manera que ni el más voraz incendio pudiera hacer que se trasmitiera la temperatura al cuerpo más allá de 50 grados. Su confección estaba hecha a base de materiales ignífugos imposibles de chamuscar. Me encontraba a salvo y confiado. Lo estaba pasando mal. A pesar de todo, mi cara ardía y me dolía la piel. Si no acababa pronto aquella situación, acabaría por evaporarme y morir deshidratado.

Cuando me desperté estaba en medio de un mar de sudor, tenía una taquipnea considerable y mi corazón saltaba dentro de su reducido espacio. Había vivido un sueño caliente; tan caliente como para producir, incluso en condiciones normales, efectos devastadores. Razoné el hecho y llegué a la conclusión de que si no hubiera sido por el traje ignífugo que mantuvo mi mente confiada, yo, incluso en sueños, hubiera perecido.

Interpreté aquel sueño como una lección de vida. El incendio voraz era la vida que estaba soportando en aquella ocasión, llena de aristas, espinas y puntas de flechas prontas para clavarse en la delicada piel que escasamente protegía mi anatomía interna de los elementos.  Mi traje ignífugo, que me protegía lo suficiente como para no fallecer, era curiosamente mi piel. Igual que el traje protegía mi anatomía en medio del destructivo incendio, mi piel era la barrera entre mi mundo exterior, pavoroso, destructivo, insaciable, y mi mundo interior. Se me quería indicar con aquella visión onírica, que tenemos un mundo exterior, separado del interior solamente por la piel que, sin embargo constituye un filtro protector entre las acechanzas de fuera y la tranquilidad espiritual de dentro.

Es la única protección que poseemos, el único filtro. Lo que pasa fuera, no debe de influir en nuestro mundo interior, de piel para dentro, a menos que despreciemos el poder de nuestra mente. Y, afortunadamente, no hay nadie en el Universo capaz de controlar mis pensamientos, mis sentimientos y mis vivencias. Mis pensamientos son míos y controlan mis emociones. Nadie es capaz de controlar mis pensamientos y yo soy el único capaz de refrenar a mis caballos y hacer que el coche ruede por caminos seguros. Nadie es capaz de hacer que yo varíe de pensamiento. Mi tozudez; la tozudez del ser humano, es berroqueña y no admite prédicas, ejemplos, ni componendas. Yo pienso lo que pienso y se acabó. Pero me viene muy bien para evitar que nadie interfiera en mi paz interior.

Media humanidad –el número de hijos de puta va creciendo cada día exponencial y geométricamente – se levanta cada mañana con un mandato fijo –propio o sugerido– : Intenta aumentar hoy el número de tus perjudicados, humillados, ninguneados, arrastrados, mal tratados, vapuleados, lesionados, despojados de sus trabajos y agredidos. Estos ataques, naturalmente, van dirigidos a la clase trabajadora, a los que se ganan hoy en día a duras penas, el pan que cada día les sirve de sustento. A aquellos que carecen de traje ignífugo, aquellos que no tienen una barrera que se interponga entre el maltratador y nuestro interior. Para los favorecidos, para la clase política, para los empresarios que se aprovechan vilmente de sus asalariados, para aquellos que han tenido la fortuna y una flor en el culo para conseguir una protección monetaria suficiente, el filtro protector es el dinero. A una persona con el riñón cubierto de oro, ya le pueden venir ninguneando, que con gesto triunfador y un corte de manga, acabará con su conflicto mental. La triste clase media, cada día menos abundante y más sacrificada, necesita un traje ignífugo que no deje que las putadas lleguen a la intimidad de su corazón, de su hígado y de su cerebro y cambien sus códices y sus legados. Después de cualquier ninguneo, agresión, injusticia, el hecho penetra en nuestro interior y pone en marcha los procesos negativos que pueden desencadenar una grave enfermedad. La clave está en no dejar, bajo ningún concepto, en absoluto, que nadie se atreva a hacer que cambiemos nuestros pensamientos. Yo soy el que piensa y yo decidiré qué pensar en cualquier momento. Nadie será capaz de cambiar mi pensamiento, ni mi sentimiento sin mi consentimiento. Se debe de actuar igual que el ricachón que se ríe de las amenazas; como el jugador de fútbol de elite, que se ríe del entrenador cuando le apetece y es capaz incluso de echarlo del equipo si le viene en gana.

No dejo que las agresiones externas atraviesen la barrera de mi pensamiento. En chamanismo hay una técnica, sobradamente conocida en el medio. Cada vez que alguien ne sermonee, con o sin razón, yo pienso: “Nada de lo que me está diciendo este gilipollas, significa nada para mí; fuera de mí”. Y en el caso de que no te guste lo que haces, hazlo impecablemente y actúa como si te gustase.

No es fácil. Nadie lo dijo, ni lo escribió. Nada se consigue sin esfuerzo. Pero es absolutamente posible proteger el mundo interior para que nadie intente desestabilizar tu paz y tu tranquilidad, a pesar de los millones de mamones que se levantan todos los días, con el mandato de perjudicar de cualquier manera al que tienen debajo del zapato.  






domingo, 1 de enero de 2017

PARA EL NUEVO AÑO

Todos los años, del 21 al 31 de Diciembre, la gente en general se hace muchas propuestas para el año siguiente. Planteamientos muy variados, casi siempre de orden didáctico: Aprender algo; de orden crematístico: Fundar un negocio; de orden psicológico: Dejar un vicio. Intenciones vanas que siempre se dilatan hasta el 21 de Diciembre del año siguiente, día en el cual volvemos a hacer los mismos votos.

Siempre cambiar algo; siempre hacer que las cosas sean diferentes por conveniencias de orden personal; porque a mí me viene mejor. Pero tan genéricas como que haya paz en el mundo –que yo no podré conseguir– Que cambien los políticos de esa manera mentirosa y egoísta que tienen de hacer política –cosa para la que sólo tengo la posibilidad de mi voto, y como no voto, ninguna posibilidad– Que me toque la lotería –cosa harto improbable–. Todas, cosas que, yo, en mi soledad, no puedo nunca conseguir; cosas que se han de producir de piel para fuera. Jamás se me ocurre proponer cosas que yo podría hacer –no sin esfuerzo– de piel para dentro: No pensar nunca más en el pasado; no pensar nunca más en el futuro; no juzgar a nadie por ningún motivo y en ninguna circunstancia; no criticar a nadie (bastante tengo yo con lo mío); no querer tener siempre razón; no aconsejar a nadie a no ser que nos lo pidan previamente;  hablar con mesura, sin exabruptos, sin tacos; pedir las cosas “por favor”; dar “gracias” cuando recibamos algo; saludar al entrar; despedirse al salir; dejar a los demás libres para pensar, decir o hacer los que les venga en gana. Cosas, todas, que se pueden llevar a cabo sólo haciendo un pequeño esfuerzo. Sirven para todo el mundo y nos harían más felices a todos.





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