viernes, 25 de mayo de 2012




AGOTAMIENTO.

Arcanos Menores. Palo de Fuego. 9 de Fuego



Comentario:

Este es el retrato de alguien cuya vida, cuya energía vital se ha desperdiciado en sus esfuerzos por mantener alimentada la máquina enorme y ridícula de auto importancia y productividad. Ha estado tan ocupado en mantenerlo "todo en marcha" y "buscando que todo marche adecuadamente", que se ha olvidado realmente de descansar. Sin duda no puede permitirse jugar; abandonar su deber por un paseo en la playa puede significar que toda la estructura se venga abajo.

  El mensaje de esta carta se refiere no sólo al hecho de ser un adicto al trabajo. Tiene que ver con la forma en que establecemos rutinas seguras pero antinaturales para nosotros mismos y cómo, haciendo esto mismo, mantenemos lo caótico y espontáneo alejado de nuestra puerta. La vida no es un negocio para ser dirigido, es un misterio para ser vivido. Ha llegado el momento de romper la ficha de horarios, abandonar la fábrica y hacer un pequeño viaje hacia lo desconocido. Tu trabajo puede fluir más adecuadamente si lo haces desde un estado relajado de la mente.

♦ ♦ ♦

Alguien que vive según sus criterios inamovibles se vuelve duro. Un hombre que vive según la consciencia permanece elástico y blando  ¿Por qué? Porque un hombre que tiene algunas ideas sobre cómo vivir, es natural que se endurezca, ya que tiene que llevar siempre puesto el disfraz de su propio personaje. Y este personaje es como una armadura de hierro; es su protección, su seguridad: Ha dedicado toda su vida a esta personalidad, de forma que siempre reacciona ante las situaciones en base a ella,  no espontáneamente. Si le formulas una pregunta, su respuesta ya está estudiada, lo que constituye un indicio de que se trata de un duro. La respuesta es torpe, dura, mecánica y estúpida. Puede que sea un buen ordenador, pero no un ser humano. Si haces algo él reacciona de una forma premeditada. Su reacción es tan predecible como la de un robot.

El auténtico ser humano reacciona espontáneamente: si le haces una pregunta, recibes una respuesta, no una reacción. Abre su corazón a tu pregunta, se expone a ella, responde a tu demanda...

(Osho, Take it Easy, Volume 1 Chapter 13)
LU4E



miércoles, 23 de mayo de 2012

PIEL ADENTRO








Ayer, durante la conversación con una amiga, sale el asunto de mi blog. Se lo recomiendo y después de leer el último artículo “Aprender a vivir para aprender a morir” me llama y me dice que se queda con una frase:
«La clave de la felicidad es estar satisfecho, de piel para dentro, con lo que se piensa, con lo que se tiene y con lo que se siente».
Como quiera que el artículo es extenso, y en él hay claves muy interesantes, pienso que la ha debido de calar hondo. En realidad la frase  es la clave de la felicidad. Una de las definiciones de la palabra ‘felicidad’ encaja perfectamente en el hecho de estar satisfecho con lo que se piensa, con lo que se posee y con lo que se siente. Y todo esto necesariamente tiene que ser: De piel para dentro.

La íntima satisfacción es lo que modela nuestra vida, nuestra felicidad y nuestra salud. Y todo esto repercute indefectiblemente en los demás con una fuerza arrolladora. Esto no quiere decir que la fuente de nuestra satisfacción deba de ser exclusivamente sustanciosa y positiva como lo entiende el vulgo. La plena satisfacción interior puede ser, del mismo modo, fundada en la carencia de cualquier cosa con el mismo resultado de ‘plena satisfacción’ con lo poco que se tiene.
Es, naturalmente, más sencillo estar pleno con lo que se piensa, que estar satisfecho con lo que se tiene. Y la culminación del estado perfecto del ser humano; para lo que ha venido aquí realmente, para lo que hemos programado todas nuestras anécdotas, es para sentir y hacer nuestra esta parte importantísima de nuestro sentir: No tener nada para tenerlo todo.

Esta afirmación, como frase no está mal. Si nos paramos a pensarla resulta literaria, exaltante, pero inquietante en alto grado. Quiere decir que para tenerlo todo hay que llegar a no tener nada; pero no de boca para fuera, sino de piel para dentro. Remedando un término marinero con olor a sal: «Cuerpo adentro» Hay que sentirla de tal manera que, examinando nuestro pensamiento, nuestro intelecto, nuestras sensaciones, lo que sentimos, lo que pensamos, no encontremos ningún desagrado en este estado de total carencia de bienes materiales.
He revisado la historia del mundo y de sus personajes señeros, y no he encontrado ni uno solo que, despojado de sus bienes materiales, no haya llorado su suerte y clamado al cielo por su desgracia y su ruina. Ni siquiera Job, revestido de su divinidad, fue capaz de conformarse con su estado: Flaquea maldiciendo el día de su nacimiento (Job 3), lamenta su estado de probación (Job 10), se queja de la prueba (Job 16), aunque, al final se afirma en su amor a Dios, a pesar de todas las vicisitudes a las que le somete el diablo, autorizado por Dios, queriendo probar que el amor de Job estaba únicamente basado en sus abundantes riquezas.

No tener nada para tenerlo todo. Es una absoluta paradoja que no cabe en cabeza humana, que hay que sentirla y hacerla propia para alcanzar el máximo estado de plenitud del ser humano: Sin tener nada, sentir que lo tienes todo.
LU4E.

martes, 22 de mayo de 2012

ABATIR A UNA BELLEZA DE LA NATURALEZA







ABATIR A UNA BELLEZA DE LA NATURALEZA POR CAPRICHO

¡Es tan bello, tan poderoso, tan inteligente, tan humilde, tan sumiso, tan humano…! Hablo del elefante. No lo conozco en vivo, me gustaría estar cerca de uno en su hábitat natural, pero he visto tantos reportajes sobre su vida, su alimentación, su sexualidad, sus costumbres, que se podría decir que tengo una idea muy aproximada de lo que el animal más poderoso del planeta, el de más memoria, el más orgulloso y el más inteligente, es.
En mi lejana juventud tuve un queridísimo amigo que era cazador siguiendo la afición paterna. Tenía una finca en Valdemanco de la Sierra, un pueblo muy próximo a Madrid, y allí iba a cazar todo lo que se le ponía a tiro. Era tal su gusto por el arte cinegético que un día se propuso cazar un águila. Para tales fines tenía un búho disecado como señuelo. Lo ponía en las ramas de un árbol a la vista de las rapaces, y cuando se lanzaban a por él, les pegaba el tiro de gracia. Un día que no había manera de que entrara al trapo ninguna de las águilas que sobrevolaban el cielo serrano, le dio tanta rabia, que le pegó un tiro al búho.
Era cuestión de tiempo que tuviera que ir con él para cazar ‘algo’. Yo había ido con un tío materno, muy cazador,  de secretario, que es el que se ocupa de tener las escopetas a punto y cobrar las piezas cuando no hay perro. Me divertía el campo, el intríngulis de los ojeos y las comilonas que se organizaban después de la cacería. Jamás se me ocurrió pegar un tiro. Pero aquel día me temía que me iba a ver obligado a disparar, aunque fuera al aire. Él cazó unas cuantas piezas de pluma y un par de conejos. Yo iba con una escopeta de balines que no hubiera atravesado ni la piel de un gorrión, pero tenía que utilizarla, y no sólo para llevarla como adorno colgada del hombro.

A la salida de un calvero, sobre la rama de una encina, piaba un pajarillo. No sé de qué raza se trataba, pero estaba allí, delante de mis narices como invitándome a disparar un balín. Y así fue. Era el primero que disparaba en mi vida contra ‘algo’ que tenía vida, y sin pensarlo dos veces apreté el gatillo con la esperanza de errar el tiro. En vez de salir volando, se quedó agarrado fuertemente de la ramita, giró sobre ella y se quedó cabeza abajo. Nos acercamos a examinar el asunto. Le había rozado el cuello el balín, con tan mala fortuna que le había seccionado la médula y le había producido una parálisis espasmódica y la muerte lógica.
Allí estaba el pobre pajarillo, colgando boca debajo de la rama en la que había estado piando momentos antes, con la cabeza colgando de un hilo de piel y algún músculo. No me atrevía ni a cobrarlo. Se me saltaron las lágrimas y tuve que disimular mucho para que José Luis no se diera cuenta. No obstante me dijo en voz baja: «¡Pues sí que eres blando, macho…!»
Jamás volví a ir de cacería, ni de acompañante, ni siquiera a la comilona. Aquel episodio del pajarillo colgado boca abajo de la ramita de una encina, me dejó un desasosiego en el alma que todavía reverdece cuando lo evoco. Y eso que era un pobre pajarillo que no hubiera servido ni para alimentar a un lagarto pequeño.

Mi hijo tampoco ha nacido para matar animales. Un día tuvo la necesidad de acudir a una montería por cuestión de negocios. Le plantaron en la copa de un árbol a esperar que pasara un venado, estuvo esperando dos horas con el corazón en un puño, pensando lo que iba a hacer cuando apareciera el paleto. Y cuando finalmente entró en su zona de tiro, le pareció aquel gamo tan bello, tan poderoso con sus cuernas apuntando al cielo, tan majestuoso, con tanta prestancia, que se quedó aturdido con el espectáculo, y en vez de disparar, sólo tuvo ánimo para admirarlo.
En una secuencia de una película de hace algún tiempo, un chaval ‘con poderes’, durante una cacería coge al tirador y le pone en contacto con el ciervo que acababa de abatir de un tiro. De alguna forma le pasa toda la angustia del pobre animal, de tal manera que el asesino no lo puede resistir y nunca más vuelve a matar alevosamente.
Es tan bello, tan poderoso, revestido de tanta dignidad el elefante, que hay que ser absolutamente insensible para apretar el gatillo, que pondrá en marcha el percutor, que lanzará la bala a su cruel destino de muerte. Es tan ridícula la postura del cadáver de un elefante en cualquier caso, que el cazador se merecía una postura semejante en el momento de su muerte.

Pero el que caza por placer es igual que el que no cree en Dios. No tiene la culpa de no tener fe, aunque se podría empeñar de muchas maneras en adquirirla. Y, a lo mejor, tal vez, quizá, algún día dispare y un pajarito se quede colgando boca abajo asido por las patas a la ramita de una encina. O un elefante, en su última y mortal caída, se dé de bruces con un árbol, y se quede en una postura espantosamente ridícula que él no merecía.

LU4E.






LA PRENSA NOTICIOSA (Teoría de la conspiración)






«Muere el cantante de los Bee Gees, Robin Gibb» El cantante, de 62 años, luchaba contra un cáncer.
¿Qué tiene de extraño esta noticia? Para todo el mundo será una más de gente que se va, a más o menos temprana edad, a causa del cáncer. Pero para mí hay una frase que define la idea actual sobre el cáncer de cualquier índole: “Luchaba contra el cáncer”. Esta frase es igual que: “Libraba una batalla contra el cáncer” o “Batallaba encarnizadamente contra el enemigo de la actualidad: El Cáncer” o “Perdió su batalla contra el cáncer”…

Estas frases están acuñadas por los encargados de la difusión de noticias y las emplean como justificación de un hecho que no tiene explicación. Todo el mundo lucha contra el cáncer y casi todo el mundo pierde la batalla. Y con todos los adelantos que hay ahora ¿Cómo es posible que no haya salido un ‘listillo’ que haya inventado la panacea? ¿No será que hay intereses ocultos que colapsan todos los intentos de investigar sobre la materia? ¿Habrá un viejo de barba rala y berruga en nariz, delante de la pantalla de un super ordenador, que mueva los hilos de los cerebros mundiales para evitar que la gente deje de sufrir? ¿Hay gente que se lucra del sufrimiento humano y de la enfermedad?...
A todas las preguntas: Sí. Hay gente –miles de personas– que se lucran del sufrimiento humano, de la enfermedad y de la muerte. Y el resto, somos tan sandios que no nos damos cuenta de los tejemanejes de las multinacionales que, a diario, se encargan de mantener el dolor de los enfermos, para venderles analgésicos, que producen nefastos efectos secundarios, que requieren de otros fármacos que también tiene contraindicaciones y que necesitas otros específicos que…..

¿Cuándo vamos a ganar la batalla? ¿Cuándo nos vamos a enterar de que los acontecimientos se suceden como las ramitas que flotan en la corriente de un río: siempre diferentes, siempre atractivas, siempre rápidas…? ¿Cuándo nos dejarán llegar a la conclusión de que hay que aprender a vivir felizmente sean cuales quiera que sean las circunstancias que nos toquen vivir, para aprender a morir? La muerte está garantizada. Es una de las verdades que no me ruborizan, siempre voy a tener razón. Algún día llegará a pesar de las multinacionales, de los quirófanos y de los esfuerzos de todos por ganar dinero –lo de salvar vidas es secundario y colateral– Creo como cierto que todo el mundo tiene una fecha de caducidad. Y que llegado el momento, se acabó. Y que ni la ciencia, ni las luchas pueden retrasar el día, ni la hora, ni el minuto, ni el segundo.
Lo que varía, lo verdaderamente enjundioso, es cómo llegamos al momento supremo una vez percatados de que tiene que llegar. Hay quien vive feliz y no lo piensa. Hay quien llega a la meta descojonado de pies a cabeza. Hay quien llega fresco y feliz con más años que matusalén, pero repartiendo paz y felicidad. Hay quien tiene alrededor varios cientos de personas que están deseando que las palme. Hay quien se va sin alboroto, y hay quien lo hace con estruendo de percusión y efectos especiales. Pero lo importante no es la meta, lo importante es el camino. Pero más importante que el camino, es la manera de andarlo…

lunes, 21 de mayo de 2012

SABER VIVIR PARA SABER MORIR




Hoy, efectivamente, puede ser un gran día, pero si lo sabemos vivir. Si sabemos estrujar cada gajo de la naranja y degustarlo como si fuera el primer alimento después de mucho tiempo, y quién sabe, puede que el último...

x x x

Hay conversaciones muy inteligentes y muy interesantes que se suscitan por las debilidades humanas. La de hoy no tiene desperdicio. Érase que se era un empresario de fortuna en una capital de provincia. Durante los años de profesión ha amasado una nada despreciable fortuna, y ahora, llegado a una edad próxima a la jubilación, cuando podía descansar y sentarse a disfrutar de su dinero, le entra la `pájara’ y contrae una grave enfermedad terminal. Para más abundamiento, dolorosa. Él se debate, como todo el mundo en esas circunstancias, entre la idea de la confianza que le produce la medicina y la insuperable realidad de los funestos resultados en su persona.
¿En realidad el enfermo terminal confía en su curación, o su inteligencia le avisa del inminente final por todos los signos, síntomas, tics y medias palabras que suelen utilizar los sanitarios en esas circunstancias? La familia también contribuye al caos mental del momento. Se debate entre la necesidad de llorar amargamente la inmediata pérdida, o fingir en todo momento una situación de bondad que no existe ni por el forro. ¿Todo este orden de cosas no le da pistas al paciente? Hay que ser muy lerdo para ser el último en enterarse, pero eso pasa en otras circunstancias en las que, también el interesado es el último que se entera.

¿Por qué no se afrontan los hechos, la mayoría de las ocasiones, con gallardía y a pecho descubierto? Porque todo el mundo imita las actitudes de sus mayores, y todo el mundo –habrá excepciones, digo yo– ha actuado de igual manera desde el principio de las edades del hombre. No sabemos morir porque no sabemos vivir. Nadie nos ha enseñado ninguna de las dos cosas y por tanto no hemos aprendido a vivir ni a morir con dignidad.
Hay temas tabús en este planeta, que se van agravando a medida que pasa el tiempo. Uno de ellos es la manera de vivir para ser felices, y el otro la manera de morir para no sentirlo en absoluto. Pero se ignoran, hasta tales extremos, estos dos asuntos vitales, que mucha gente amasa una fortuna en vida de tal manera que parece que piensan en facturar toda la panoja al otro mundo.

¿La gente sabe vivir? ¿Conocéis a alguien que sepa vivir? De lo que hablo es de vivir sin miedos, sin odios, sin rencores, sin ambiciones, sin orgullo, sin mentiras. Pero el caso es que no debe de interesar esta conducta porque, desde nuestra más tierna infancia, no nos enseñan otra cosa que a mentir, odiar, tener rivales, tener en vez de ser…
Saber vivir es fundamental y debían aleccionarnos en este aspecto imprescindible desde la enseñanza primaria; desde el babi y el A,B,C. Solidaridad, respeto, alegría, colaboración, no crítica, no juicio, caridad, trabajo para los demás, amor sin condiciones…¿Os han enseñado alguna vez algo relacionado con estos principios imprescindibles para vivir? A mí, no. Y dudo mucho que a vosotros sí.

Todo el mundo vive atraído por parámetros que revolucionan el motor humano; todo el mundo utiliza principios equivocados que nos hacen vivir en constante vigilancia de los demás y de nosotros mismos; todo el mundo ha elegido, tácitamente, tener mucho y sentir poco. Y así no se puede vivir. Conozco a un ciudadano que ejerció una profesión liberal con fortuna, que se dedicó a ella en cuerpo y alma, y que por circunstancias de las que sólo él es responsable, actualmente vive de una pensión. Este individuo –no lo digo en sentido despectivo– vive feliz, no añora su pasado esplendor económico y está satisfecho con lo que tiene en la actualidad. Ahí está la clave: Estar satisfecho, de piel para adentro, con lo que se piensa, con lo que se tiene y con lo que se siente.
Otra clave de la vida está en una determinante de todos los placeres y cualquier tipo de felicidad: Vivir el momento; «Estar en lo que se celebra» Lo he repetido tantas veces que debéis de estar al tanto del truco del almendruco. El truco es la clave de la felicidad, de la buena vida y de la buena muerte. ESTAR EN LO QUE SE CELEBRA. Es una frase típicamente navarra y allí dicen: «Estar a lo que celebra» Sin pensar en el pasado, ni en el futuro, solamente en el presente. Porque, una de las determinantes de no saber morir es pensar demasiado en la muerte cuando juzgamos que se acerca. Este proceder crea conflictos añadidos que agravan cualquier tipo de dolencia orgánica.

Bien es sabido que es mucho peor estar enfermo del alma. Para eso no hay remedio, ni siquiera vivir al día. Pero esto es  tema de otro artículo que próximamente desarrollaré. Por ahora, hay que saber vivir para saber morir. ¿Y cómo se vive? Viviendo en el presente. El pasado ya pasó, no me puede afectar. El futuro es irreal, no existe. Lo único que tengo, y desperdicio escapándome al pasado o al futuro, es este momento en el que reside la felicidad, la dicha, la tranquilidad y la paz. Y si pintan bastos, igualmente vivamos el momento, pero no adelantemos acontecimientos. Vivamos el momento sin juicios y sin críticas. E igual que vivimos, moriremos: sin juicios y sin críticas.


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