domingo, 28 de noviembre de 2010

LA EXPRESIÓN DE LA NEGATIVIDAD ES FABRICANTE DE DESDICHAS

«…Y estoy hasta los mismísimos epiplones de oír chorradas en la radio, en la TV, y de leer despropósitos en los periódicos, porque fulano es un incompetente. Pero, claro, el que tiene la culpa es el ignorante que lo mantiene en su puesto. Las ‘patadas al diccionario’ cada día son más frecuentes y las expresiones chabacanas y fuera de la ortodoxia y del bien escribir y el bien decir, se han instaurado en la sociedad. Parece que haya una confabulación para establecer un estado de mediocridad palmaria, para que no se noten los despropósitos de quienes debían de dar ejemplo. Es inadmisible el comentario que ha formulado ‘zutano’ con respecto a la recogida tardía de la amapola mediterránea. Lo que debía de hacer es aprender antes de hablar como un gárrulo hidrópico de inepcia».

No creáis que me ha costado trabajo sacarme de la manga estas críticas. Podía haber estado soltando sapos y culebras a través del teclado de mi ordenanza hasta mañana. Porque uno de mis mayores defectos, aquel en el que tengo que reparar constantemente, es el de la crítica inmisericorde, y por ende, de la negatividad que conlleva.


Parque del Salón de Isabel II. Palencia

En efecto, la negatividad ha tomado carta de naturaleza en la sociedad española actual, y, de verdad, se han tomado por buenos los conceptos de que el idioma lo hace el pueblo y de que ‘hay que legalizarlo porque está en la calle’. Estos dos despropósitos, que hacen que nos deslicemos por la pendiente sin saber muy bien a dónde vamos a parar, son los que aceptan como buenas toda clase de críticas y negatividades. Y tanto unas como otras son como una especie de bumerán, que vuelve al sitio desde donde se lanzó impactando en la cabeza del lanzador.

Hay una máxima muy sabia que reza: «Lo que crees, creas». Ésta toma como base la teoría del pensamiento creativo, que postula que el pensamiento es el fabricante de nuestras circunstancias. También se apoya en el hecho incontrovertible de que las células del cuerpo carecen de la capacidad de pensar. Actúan por mandatos genéticos, y estos son exclusivamente: cumple con los cometidos para los que has sido creada, crece, cumple con tus funciones químicas con arreglo a estos patrones que se te ofrecen y que son inamovibles, multiplícate con respecto a esas pautas, y muere cuando llegue tu hora. Pero estas células se constituyen en órganos con una función específica, y puesto que las células no se pueden escapar ni un adarme de su cometido, los órganos tampoco. Pero estos conjuntos organizados de células responden a ciertos impulsos cerebrales, siempre producidos por situaciones emocionales externas. De forma que te creas tus propias disfunciones orgánicas con tus pensamientos. De igual manera, el clima general de los órganos, va en función de lo que se hace, de lo que se dice y de lo que se piensa. El estómago de un optimista no funciona de la misma forma que el de un colérico compulsivo. Y sin llegar a estos extremos, el decir: «Me encuentro bien», y pensarlo, crea ese clima especial en nuestro cerebro, que se transmite a cada órgano de nuestra economía orgánica.





¿Qué conlleva la negatividad y el expresarla? Un efecto retroceso que se vuelve contra el pensador. Y como quiera que «En lo que te enfocas, se expande», llegará un momento en el que no cabrán dentro de tu cabeza todas las negatividades y las críticas que eres capaz de fabricar, y llegado a un punto estallará esparciendo tu masa encefálica por todo el contorno. Y ya nunca más podrás criticar, ni comparar, y tendrás paciencia para sobrellevar las bolsas de basura y las latas vacías dejadas indolentemente por algún ‘alma de Dios’, en la belleza de un parque romántico o del Monte El Viejo, o pasarás por alto la imprudencia de una conductora que hace lo que quiere en una rotonda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...