jueves, 14 de junio de 2012

LA VUELTA EN MÍ





Me considero un vivo ejemplo del escapismo ilustrado. Mi estado de ánimo, mis sentimientos, determinan que sea capaz de escribir en mi blog, o, por el contrario, se me nieguen las ideas que están viajando a otros pagos. Es que ni siquiera me planteo comunicar mi filosofía. Estoy tan ocupado en mi situación que me complazco en ella como si, en realidad, fuese masoquista y me gustase sufrir.
Me escribe un lector diciéndome que necesita que me ponga a escribir otra vez, que ya hace dos semanas que busca ansiosamente mis palabras y no las encuentra «¿Qué te pasa? –me pregunta–. Cuéntame tus cuitas que probablemente te tengan en dique seco. A veces exteriorizando lo que hay dentro, las malas situaciones se escapan al aire y ya no vuelven». Tiene razón. Yo soy humano aunque, a veces, me niegue a reconocerlo. Y, como tal,  tengo mis escapes y me evado de ‘lo que se celebra’, para meterme en mi dolor.

Mi compadre José Luis me dijo, ya hace meses –desde entonces he sido incapaz de enfrentarme a su problema– : «Enrique, yo estoy enfermo del alma». Y para esas enfermedades los médicos no tienen ningún remedio. Ni siquiera los Psiquiatras ni los psicólogos saben cómo afrontar las enfermedades del alma. Son padecimientos que siempre sufrirá la humanidad mientras no encuentre la manera de controlar los sentimientos y poner al ego allá donde tiene que estar. El amor profundo, el odio que corroe, la envidia, la gula, la ira, la lujuria, la avaricia, la pereza, la soberbia son privativas de lo más profundo del ser humano, y sólo controlando y dejando cada una en su precisa ponderación, podemos ser capaces de equilibrar nuestra vida.
Nos creemos capaces de afrontar las cosas. ¡Mirlos blancos cándidos y desarmados frente a sus depredadores! No somos más que pobres humanos con un principio incierto y un final seguro. Y, en el ínterin, todo por hacer, todo por experimentar, todo por gozar…ningún pretexto para sufrir. Pero nos empeñamos en hacerlo difícil. Pensamos y sentimos más de lo debido y esto nos sume en conflictos complicados y muñidores de males físicos y espirituales.

Y, para qué os voy a decir otra cosa, cuando padezco y sufro soy consciente de mi supina estupidez, pero me dejo arrastrar por el tedio, la desesperación y el abandono, y, por unos momentos, me complazco con la situación, hasta que reflexiono y decido que no es la ideal, y me retomo para devolver mi sistema operativo a un estadio anterior más propicio, placentero y filosóficamente adecuado, ¿Cuál? Aquella situación en la que me estaba dedicando a ‘estar en lo que se celebra’, sin pensar en el pasado y sin tener miedo al futuro. Gozar del momento mientras dure, sacándole hasta la última gota de su néctar.
LU4E


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