domingo, 5 de febrero de 2017

VANOS INTENTOS

Vanos intentos del hombre por ser feliz. Digo que son vanos porque la mayoría de las veces no dan frutos, y no los dan porque no se ha roturado bien el terreno, porque no se ha sembrado debidamente y porque no se ha abonado; sobre todo porque, todo esto se ha hecho sin amor, y el amor es la materia con la que Dios construyó todo lo visible y lo invisible. ¿Qué es bueno y qué malo en este Mundo? ¿Con respecto a qué medida? ¿Con qué criterio? Dos extremos: frio y calor, son dos puntos del mismo concepto: temperatura. ¿Dónde termina el frío y empieza el calor? ¿Qué es bueno y malo de del mismo concepto?. Porque lo que para unos es bueno, para el resto será malo. ¿Qué es lo que hay que hacer por tanto? ¿Qué es lo conveniente en cada caso? Nos han educado en unos parámetros que, a dónde ha llegado la humanidad, dudo que hayan sido buenos ni convenientes. ¿Tenemos otros? Concluyente y categóricamente, sí. Pero al que intenta utilizarlos, inmediatamente le cortan las alas, la libertad y las ganas. Dije el otro día que somos esclavos velados del sistema político actual, que decide cómo, cuándo y por qué hay que hacer las cosas. Y el mismo sistema tiene resortes y esclavos que inmediatamente detectan cuando una persona es perjudicial para la calma necesaria para el buen funcionamiento del Mundo con respecto a los parámetros que esta gente utiliza para medrar constante e incesantemente.
Es público y notorio que todos los seres humanos no tenemos la misma capacidad cerebral. Unos procesamos la información con una parte de nuestro cerebro y otros, sin embargo, emplean para los mismos fines, otra parte diferente. Este descubrimiento ha aclarado, de momento, el porqué de la existencia de gente que cree en Dios y de gente que, por el contrario es atea convencida. Unos que tienen ideas políticas conservadoras y otros que son recalcitrantemente progresistas. Unos son de Cristiano Ronaldo y otros de Messi. Unos buenos y otros malos. Ambas facciones siempre irreconciliables. Pero, indefectiblemente, unos y otros, nos vemos impelidos a seguir moviendo las mismas ruedas, por mandato imperioso de los mismos que vienen fabricándolas desde hace una temporadita.
¿Se pueden hacer las cosas mejor para sumirnos, poco a poco y definitivamente, en otra forma de vida peor, más incómoda, más fría y menos gratificante? Ellos lo están logrando, pero no han contado nunca con el hecho de que podrán obligarnos, por imperativo legal, a trabajar más por menos, a no ver a la familia, a cambiar nuestro trabajo por tiempo, a comer bazofia, a tener que optar por un partido o por otro, a votar por unos o por otros, pero lo que nunca podrán cambiar es mi pensamiento, mi determinación y mis actitudes.

Y aquí empieza otra vez el debate ¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Es malo estar mal? ¿Qué es estar mal? ‘Muy mal’ y ‘muy bien’ son dos puntos lejanos de un solo parámetro: Nuestro estado mental. Y soy yo el que piensa y por tanto puedo cambiar mis pensamientos. Yo vivo como pienso, independientemente del sueldo, de la incomodidad del trabajo, de los mandos intermedios, de los putos e inútiles enchufados de mierda y de la gente tóxica que me rodea. Todo eso, puedo transmutarlo, porque tengo la divina capacidad, dentro de mi cerebro, y hacer bueno lo que a los demás les parece malo. Y esto no es una teoría, es exacto y concreto. Y ante esto, los políticos no pueden más que adocenar a las gentes para que piensen que son una mierda infecta sin la ayuda de la política. Yo soy, yo, por encima de la política, de la religión, de los amos, de los buenos, de los malos, de la lluvia, del sol, de todo menos del amor. Eso que ellos no utilizan y temen que nosotros empleemos.



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