lunes, 9 de noviembre de 2009

HIPOCONDRIA

HIPOCONDRIA

9.11.09

Me levanto por la mañana. Me siento en el borde la cama. Me apoyo con ambas manos. Dejo caer ligeramente mi espalda y mi cabeza. Me estiro. Me pongo de pie. Y ¡horror y desesperación!, la rodilla me suena: “Clack” ¿Clack? –pregunto mentalmente- ¡Coño, clack! –continúo- ¡Joder! ¿Qué será? ¡Mira que si me he roto el menisco! Pues vaya jodienda… En cuanto me duche y me vista, me voy a que me hagan unas “resonancias” de esas, que cuestan una fortuna y nadie sabe interpretar correctamente. ¡Vaya marrón! ¡Me ha hecho clack la rodilla! ¿Comprendes la ironía, mi querido lector?  En vez de sufrir por ello o juzgarme, me voy a ir a pasear con mi clack en la rodilla. Estaré paseando con él hasta que me harte. Sin pensarlo; gozando de los árboles del Sotillo. Mañana ya no habrá clack. No obstante surgirá otra cosa que, naturalmente, también aparcaré en un recóndito archivo de mi mente calenturienta. Quizá un lumbago, algun fremitus en mi loco corazón, un dolor repentino en el brazo derecho, una punzada en el pecho al respirar...

"¡Huy, Manuela, qué demacrada estás esta mañana! ¿Te encuentras mal, o algo así? ¿Quieres que te acompañe al ambulata? De verdad. No me importa". ¡Será cabrona la amiga esta! Con lo bien que me encuentro yo esta mañana. Me quiere llevar a una enfermedad, la muy... Pues no me voy a dejar. Me encuentro bien, así que me voy a enfrascar en mi trabajo y a hacer caso omiso de las chorradas que me ha dicho. Si pensase de otra manera; si fuera una persona del montón, seguro que acabo en el centro de salud más próximo. Yo sé que la solución está en vivir el momento y no pensar ni un centímetro más allá de mi "aquí y ahora". Este momento es lo único que hay.

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