jueves, 23 de septiembre de 2010

DESCANSA

La vida, el Universo, Dios, quién quiera que sea, me aparta de la actividad de escribir en mi blog. De momento se me escapa el motivo, luego quizá se me desvelará en un intricado laberinto de causa – efecto. Esta vez le ha tocado al ordenador que empleo para hacer los ‘post’ de mi ‘blog’ (las entregas de mi cuaderno cibernético), mis libros, mis ensayos, tener a mano el diccionario de la RAE, el de sinónimos y antónimos, revisar mis correos, tomar notas… ¿Para qué lo han apartado? Evidentemente para que descanse o para que me dedique a otros menesteres ¿Cuáles? Quizá escribir a mano, con lápiz, como empezamos a hacerlo todos los seres humanos de mi generación. No nos dejaban escribir con plumilla mojada en tinta, hasta que no nos graduábamos en el montón de cuadernos de escritura llenos de garabatos, que imitaban malamente la realidad de las letras del alfabeto. Había un agujero en cada pupitre para alojar un tintero de porcelana blanca. Cuando se agotaba su contenido lo limpiabas concienzudamente de restos de tinta seca, lo llenabas con agua del grifo hasta la mitad y diluías una pastillita de tinta. El líquido resultante era un horror, pero no había otra cosa. Tus padres no ganaban para plumillas; se despuntaban, se torcían y echaban chapones de tinta en el cuaderno cuando menos lo esperabas. Para arreglar el desaguisado recurríamos a un trozo de tiza blanca que quedaba de un azul intenso después de absorber la tinta del manchón.




A mí me sigue gustando de vez en cuando escribir a lápiz. Demuestra la personalidad del que escribe; el trazo es diferente, y la presión que ejerces sobre el papel, te permite hacer trazos elegantes; algunos acaban interminables y como desapareciendo en el papel. A veces los trazos se aguzan en su final como en la escritura china, y cambian bruscamente de dirección para acabar una palabra. Cada escritura es única, irrepetible, no sólo entre diferentes personas sino entre grupos de distintas naciones. Son como las palabras y las frases, empleas una entonación diferentes dependiendo del sentido que quieras darles. Ser artesano de las palabras es sublime, pero en cuanto intermedian instrumentos mecánicos, pierde su belleza. Poe eso, de vez en cuando, agradezco que me den la oportunidad de escribir a mano y con lápiz.

Ha venido mi informático de cabecera, ha trasteado y cernido en mi ordenanza y, en muy poco tiempo para lo que acostumbran a tardar las cosas de las bits, ha acabado y me lo ha dejado en orden. Cuando se va, entró con avidez en mis archivos y: ¡Oh, maravilla! Han desaparecido 500 documentos. Conclusión de esta parte, el Universo, Dios, la vida, no quieren que rescate los post que iba a poner estos días y que tenía archivados. Desean que descanse.






¿Qué haría la humanidad sin cibernética? ¿Qué haríamos los humanos sin petróleo? ¿Qué sería de nosotros sin electricidad? Veo la nueva serie de TV inspirada en el libro de Ken Follet, Los Pilares de la Tierra, que se desarrolla durante la Edad Media, en la que no había prácticamente nada de lo que ahora nos resulta imprescindible: agua corriente, electricidad, petróleo, vehículos automóviles, papel, libros, lápices, gafas correctoras. Y, sin embargo, vivían, y algunos lo hacían felizmente y se morían a una avanzada edad, solos, sin necesidad de que ningún físico les ayudase a prolongar, en los últimos momentos, sus postreros sufrimientos.




¡Con qué poco vivían, mecachis! Y ahora nos quejamos de todo y por todo. Me llama por teléfono mi hijo, que está haciendo un viaje por Europa y me comunica que tiene cabreo elegante porque se le ha estropeado el GPS (Global Positioning System), que es ese instrumento que te hace equivocarte con ayuda, que es una cosa que yo sé hacer magníficamente sin ayuda de nadie. Esta es la demostración de que no sabemos vivir sin la cooperación de mil chorradas que, en ocasiones, no sólo no te facilitan la vida, sino que te ponen de una mala leche manifiesta.

Hasta este momento -23:10 del día 23 de Septiembre del 2010–, no ha conseguido recuperar mis cientos de horas de trabajo invertidas en un montón de libros de los que, curiosamente, no tenía copia. Confio en todos los hados del Universo. Si no, voy a tener una crisis de ira que me va a durar, por lo menos, unos diez minutos...

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