lunes, 25 de octubre de 2010

PAPELES INTERCAMBIABLES

Hoy extraigo de un ‘semanal’ el ejemplo vivo de lo que hay que hacer, escrito por un ciudadano de a pie, de 36 años, casado y con dos críos. El muchacho –me permito llamarle así dada mi provecta edad– está en paro laboral forzoso y se ufana de la cantidad de tiempo que tiene ahora para hacer los deberes con sus hijos, complacer a su esposa, elaborar platos en la cocina y relajarse a tiempo parcial. Lo compara con su época de buscador de empleo, con el corazón en la boca, el curriculum en el bolsillo y el teléfono a mano, constantemente pendiente de la llamada del millón, y sale ganando su ocio actual que le permite hacer cosas que antes no podía ni por asomo.




En una época diferente a la actual, en la que empezaba a haber pleno empleo, mi primo Josema –tristemente fallecido por un conflicto de miedo cerval a la muerte– se quedó en la calle, y no se le ocurrió mejor cosa que gozar de su situación. Su esposa era abogado, tenía tres niños, y muchas complicaciones debidas al trabajo de ambos, que les ocupaba gran parte del día y de los momentos preciosos de ir al colegio a por los niños, de limpiar la casa, de hacer la comida…Él la propuso cambiar los roles: Ella trabajaría para el sustento de la familia, y él haría de ama de casa a tiempo completo. Llegado a un acuerdo, ella asumió completamente el rol de ejecutiva agresiva de una compañía de seguros de mucho prestigio, y él llevaba a los niños al cole, pasaba la aspiradora, fregaba los cuartos de baño, limpiaba cristales, hacía camas, ponía lavadoras, recogía la ropa seca, la planchaba, iba a la compra un día por semana, conservaba los alimentos en un cofre frigorífico, hacía la comida, que muchas cocineras quisieran, y cuando Tatina –que así se llamaba ella– volvía a casa la trataba como si acabara de volver de un largo viaje lleno de vicisitudes. ¡El marido ideal!




Dado el papel preponderante que están haciendo asumir a la mujer, en muchos casos en contra de su voluntad…Porque a ver si se creen ustedes que todas las mujeres son feministas. Pues, no, la mayoría son machistas y las encanta que las proteja el macho y que las mime y que las llene de caricias y de halagos, y que sea fuerte en la adversidad y tierno en el placer… A lo que te voy –como dice un paciente mío de Valladolid– …en contra de su voluntad, muchas mujeres sienten la presión y la responsabilidad de responder a esa gilipollez, pero no las queda más remedio que acatarla si quieren vivir en la corrección política. Otra bobada: Una maestra prohíbe a un niño que llame ‘moros’ a los musulmanes. Como queriendo, de un plumazo, cargarse quince siglos de literatura plagada de la palabra ‘moro’, los apellidos gentilicios, como por ejemplo Matamoros, y en ningún caso en sentido peyorativo. Va a haber que empezar a estudiar si no sería mejor dejar a las mujeres la responsabilidad de la familia, de la calle, del comercio y de la política, para quedarnos nosotros en casa limpiando la vitro.

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