miércoles, 13 de octubre de 2010

SINCRETISMO

Me levanto por la mañana a la del alba. Hago mis abluciones, mi limpieza física y psíquica y enciendo el ordenador. El primer tic es meterme en Autlook para ver mi bandeja de entrada y comprobar si alguien me ha escrito. Si lo han hecho, leo el mensaje cuatro o cinco veces intentando traducir entre líneas y adivinar el estado de ánimo de la persona que me escribe. Después, si es oportuno, contesto. Me complace muchísimo recibir mensajes; me nutre y me hace pensar que alguien, en algún sitio, se acuerda de mí para bien o para mal. Tengo cuatro o cinco asiduos comunicantes. Uno de ellos me manda presentaciones en PP, artículos, comentarios. La verdad es que algunos son bastante macabros, pero incluso esos los agradezco porque veo la intención del que me los manda. Otros dos son comunicantes esporádicos, que las más de las veces no saben por dónde les da al aire. Otras dos son como los ojos del Guadiana, aparecen y desaparecen. Una, en sus amanecidas, mana turbulenta; otra mansa y oportuna. A todos agradezco sus comunicados. Es más, los ansío cada mañana. Cuando no tengo ninguno, es como si me faltase algo para empezar el día. Afortunadamente se me pasa rápidamente en cuanto me meto en mi blogg y comienzo a escribir y a buscar fotos.



El cielo del ocaso en Palencia



Alguno de los e-mails que recibo me inspira comentarios y rápidamente los plasmo en letras. Otros no tienen sustancia para excitarme el estro, incluso los borro para no acordarme de ellos en lo sucesivo.

Hoy he recibido uno en el que un comunicante antiguo me pide una entrevista, para contrastar pareceres, ideas y técnicas. Es una persona muy trabajada y con muchos cursos encima de los hombros; con un tremendo afán de superación personal, como miles de buscadores de la verdad. Yo, como él, también he andado a la búsqueda de la varita mágica que me transformara de sapo en príncipe. He llegado a la conclusión, después de muchos revolcones, que no existen varitas mágicas, sino trabajo personal; y que cada cosa que aprendes debes ponerla en práctica. No es importante lo que sabes, sino lo que haces con lo que sabes. Ya puedes estar toda la vida yendo a cursos, que como no pongas en práctica lo que te enseñan, no conseguirás nada de nada.

Por otra parte, hay muchos conceptos contrapuestos que te pueden hacer dudar de la verdad que te muestran. Yo me he acostumbrado a practicar un sincretismo rebozado de conclusiones personales respecto de mis experiencias. De tal manera que ya no cultivo un arte, sino una mezcla de varios. Ya no práctico una técnica, sino un popurrí de ellas. ¿En que creo? En Dios sobre todas las cosas ¿Qué hago? Lo que le venga bien el paciente en cada momento. Mientras tanto me relajo y procuro tomar lo bueno que tiene la vida. Vivo el momento con pasión y procuro no juzgar, no criticar y tener paciencia para comprender las cosas en el momento oportuno.


Campanario de San Lázaro

Es tremendamente complicado como para que lo entienda cualquiera. No hablo de capacidad intelectual, sino de apertura espiritual, que son dos cosas diametralmente opuestas. Una persona con un índice intelectual superior a 170, puede no entender nada de nada respecto de las cosas del espíritu. Y una persona ‘corta de entendederas’ puede resultar un espiritualista por encima de los mortales. Mañana os explico la conversación que he tenido con un amigo, al que veo de ciento en viento, con respecto al victimario de los seres humanos; a aquel personaje siniestro –unas veces humano y otras divino– que coloca a los hombres en situaciones límite, con resultados muy negativos.

1 comentario:

  1. No sólo me siguen gustando los artículos, sino que, con las últimas fotos, estás que te sales.
    Saludos.

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