lunes, 18 de abril de 2011

LA FAMILIA RIBÓ

http://youtu.be/Uv8RsrVX3NM




Hace años que conozco a la familia Ribó. La friolera de 35; nada más llegar a Palencia. Tenían un montón de tierras de las que se fueron desprendiendo cuando hubo necesidad. Ella, Manuela, me llevaba a la consulta a sus dos niños, Carlota y Carlitos –ambos afectados de un síndrome extraño que les provoca deficiencias físicas y psíquicas– Ahora tienen ya muchos años y siguen encadenados a una silla de ruedas y acuden a un centro para deficientes. Él, Carlos, el padre, tienen abundantes virtudes, pero escogió en su día no poner el huevo en ningún currito, y, a pesar de sus buenas maneras, sus cinco idiomas, su educación y sus muchas cualidades, no cuajó en ningún recipiente. Los veo con alguna frecuencia, les beso y les deseo que vayan con Dios. Cada vez que la vida me da motivos para quejarme amargamente, me acuerdo de la familia Ribó y pienso que no tengo derecho alguno para hacerlo. Ellos toda la vida velando por dos seres maravillosos pero indefectiblemente encerrados en la cárcel de un cuerpo deforme e inútil, con una mente que afortunadamente les confiere la capacidad de ser pacientes, amables y cariñosos. Para unos padres, verlos constantemente en ese lamentable estado, debe ser extenuante. Con todo lo que me ha pasado en esta vida, no se me ocurre cambiarles los papeles ni siquiera un día de la suya.




El hermano de Carlos, Juan, es el famosísimo y nunca bien ponderado Juan Ribó, el magnífico actor; el que hace de Raphael joven en la serie que recientemente ha emitido Antena 3 y que tan buenas críticas recibió. Os remito a mi post de fecha 4 de Octubre de 2010, donde lo pongo en su verdadero sitio; en el sitio que verdaderamente le corresponde. Hace años que me lo presentó. Estuvo con su mujer comiendo en casa y, aparte de mi cariño, se llevó –y siempre lo conserva en su corazón– el intermezzo de Cavalería Rusticana, que incluso incorporó como música de inicio en una de sus obras de teatro. Hoy felizmente me lo ha recordado y se lo he agradecido profundamente. Hemos hablado, naturalmente de la serie, de él, de su vida. Nos hemos regalado un abrazo y cada uno ha ido por su sitio; cada cual a su asuntos.

Hay veces que tu esmerada educación impide que te pases, según tu criterio de lo que es pasarse, y entorpece una relación de la que ambos podíamos haber sacado consecuencias agradables. Me he quedado con ganas de seguir charlando con él, de haber tomado algo por esos chiringuitos de la zona y haber departido de lo divino y de lo humano. Es un tipo enriquecedor. Aparte de ser arrolladoramente agradable y buen conversador, sabe un huevo de teatro, de cine, de técnica teatral, de cultura y de la madre que te parió. O sea, una de esas personas que aparecen en tu vida cada muchos años, y si no la atrapas, se va indefectiblemente y, como los cometas famosos, igual vuelve a pasar dentro de 70 años.

Y yo me pregunto: ¿Para qué me habrán educado tan bien y con una estricta conciencia de lo oportuno, si luego me arrepiento de ser tan comedido?. En esta vida hay veces que más vale morir que perder la vida. Dentro de 70 años a lo mejor tengo de nuevo el placer de encontrármelo en cualquier calle de cualquier ciudad, si no me lio la manta a la cabeza y llamo a su hermano Carlos para que le ofrezca una cena por ahí…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...