lunes, 9 de julio de 2012

LA ESPERA Y LA ELECCIÓN




Dulce oración, dulce oración,
de toda influencia mundanal
elevas tu mi corazón
al tierno Padre celestial.
¡Oh cuántas veces tuve en ti
auxilio en ruda tentación!
¡Y cuántos bienes recibí
mediante ti, dulce oración!
 2.
Dulce oración, dulce oración,
al trono excelso de bondad
tú llevarás mi petición
a Dios, que escucha con piedad.
Creyendo espero recibir
divina y plena bendición,
y que me ayudes a vivir
junto a mi Dios, dulce oración.
3.
Dulce oración, dulce oración,
aliento y gozo al alma das;
en este valle de aflicción
consuelo siempre me serás.
Tan sólo el día cuando esté
con Cristo en la celeste Sión,
entonces me despediré
feliz, de ti, dulce oración.



 No esperes. Nos pasamos la vida esperando. Esperamos siempre a que venga el verano, a que acabe el invierno, a que llegue la Navidad, a las rebajas, a Adelaide, al e-mail de Adelaide, a un nuevo trabajo, a una nueva pareja, a que Roberto apruebe todas las asignaturas, a que me toque la lotería. Siempre esperando a que mañana será mejor y pueda sentirme completo. Hoy, no….mañana. ¿Por qué esperar a mañana? ¿Por qué no empezar, desde ya, a ser felices? ¿Crees que todo lo que esperas que se produzca a partir de mañana te va a dar la felicidad? ¿Crees que la felicidad está en lo que logres mañana? ¿Crees que la felicidad está fuera de ti?

Lo cierto es que a todos nos han enseñado, desde chiquititos, a perseguir la felicidad como locos y en sitios equivocados. Y desde entonces nos damos patadas en el culo en pos de la felicidad, corriendo detrás de los estudios, del trabajo, de Adelaide, de casarnos en régimen de gananciales, de tener hijos, de que aprueben, de que consigan trabajo y de que busquen la felicidad en los mismos sitios donde hemos corroborado su ausencia total. Y así todo se va repitiendo, como si la humanidad estuviera inmersa en una suerte de locura colectiva que tapa los ojos a la única realidad que nos podía hacer felices: LA FELICIDAD ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS. Justo allí donde no la buscamos nunca, ni enseñamos a nuestros hijos a buscarla.

Este concepto se complementa con ‘la elección’. Todo son elecciones en la vida; incluso aquello que no nos cabe en la cabeza que pueda ser optativo, lo es. Me levanto porque elijo levantarme, me pongo en marcha todas las mañanas porque opto por ello, estudio y hago una carrera porque ha sido mi elección en un momento determinado. E igual, opto por cabrearme ante una situación, o la calibro, la estudio  y saco sus enseñanzas. Yo elijo porque soy soberano para ello, desde el más leve de mis pensamientos hasta la más complicada de las situaciones tienen su elección en nuestra cabeza, y somos nosotros los que decidimos, nadie decide por nosotros.
La parábola estaba al caer. A mi hermana, hace tiempo, la diagnosticaron un aneurisma cerebral que la estaba provocando fuertes cefaleas. Los médicos la aconsejaron la cirugía inmediata “porque –dijeron– aquel aneurisma era una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento”. Sin embargo, no estaban seguros del resultado ni de las posibles secuelas que pudieran derivarse del procedimiento. Ante esta situación el paciente tiene dos alternativas: Ponerse en manos de los neurocirujanos apelando a la Providencia Divina, o hacerse cargo de su propia vida y decidir soberanamente sobre el porvenir, rechazando la intervención y esperando pacientemente lo que nos tenga reservado el futuro.

De esto hace ya bastantes años, los suficientes para sacarlo a colación como ejemplo vivo de elección. Ella rechazó la intervención y eligió vivir el momento sin pensar en el pasado y, por supuesto, tampoco en el futuro. Desde entonces es una mujer feliz que capea sus temporales con confianza en que la preocupación siempre agrava las situaciones. Y está segura de que todo es cuestión de elección: Optar por no esperar a mañana para ser feliz y elegir ser feliz sin esperar a que las circunstancias sean favorables para la dicha.
Y como este artículo va dirigido a vosotros, pero fundamentalmente lo he escrito para mí (bendito egoísmo), elijo ser feliz con mis circunstancias sin esperar a mañana para que cambie el viento e insufle aire a las velas de mi barca. Mañana no existe; no puedo esperar eternamente a ‘mañana’ para ser feliz.

Y, para más abundamiento, tengo el amor que necesito, independiente de su forma, su proximidad y su frecuencia. Y eso me completa. Amo lo que tengo y de la forma que lo tengo. Y no pido nada más. Mi vida es una película que se interrumpe por la noche para dejarme descansar. A la mañana siguiente comienza de nuevo la proyección y me sumerjo en la acción sin juzgarla y sin criticarla. Así voy aprendiendo todos los días algo que me hace crecer y que me servirá, qué duda cabe, para el momento supremo de la dicha total en la que dos almas se fundan en una sola.  
Namasté: «Yo honro el lugar dentro de ti donde el Universo entero reside. Yo honro el lugar dentro de ti de amor y luz, de verdad y de paz. Yo honro el lugar dentro de ti donde cuando tú estás en ese punto tuyo, y yo estoy en ese punto mío, somos sólo Uno». LU4E.






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