jueves, 12 de julio de 2012

POBRE SER HUMANO...





No sabemos volar, nos es imposible permanecer debajo del agua por más de tres minutos, sin arriesgarnos a perder las funciones cerebrales, y, para más abundamiento, en nuestro medio, la tierra firme, en un entorno aéreo –que se podía considerar favorable– somos exasperadamente lentos, torpes y vulnerables. ¿De qué planeta venimos? ¿Cómo se nos ha ocurrido recalar aquí con esta naturaleza tan débil?

Al nacer somos absolutamente dependientes e inválidos. Alguien tiene que ocuparse de nosotros durante los 5 primeros años, so pena de terminar nuestro periplo en este planeta por inanición o por traumatismo grave. Y a partir de esa edad, alguien nos tiene que seguir suministrando el alimento básico para nuestra supervivencia porque somos incapaces de sobrevivir solos. Y, aun así, somos unos elatos, engreídos, estúpidos que nos creemos los reyes de la creación. No nos sometemos a las leyes de la naturaleza, no respetamos el medio ambiente, luchamos constantemente unos contra otros por un pedazo de pan o por un trozo de tierra, no respetamos en modo alguno al prójimo; en cuanto podemos le despojamos de sus pertenencias, le humillamos y le vejamos gravemente, cuando no le asesinamos vilmente.
No tenemos cultura de la muerte porque no tenemos cultura de la vida. No sabemos morir porque no sabemos vivir. Y nos molesta pensar en estas verdades porque, el que roba, humilla y veja al prójimo, cree que se va a llevar el fruto de sus rapiñas a la otra vida, y que allá nadie le va a juzgar porque, según ellos, allá no hay nadie que se encargue de esas banalidades mundanas y estúpidas. El humano ha perdido –o está perdiendo a velocidad de vértigo– el temor de Dios, y se cree revestido con patente de corso que le permite hacer cualquier cosa, cualquiera, en cualquier momento, cualquiera.

En nuestros códigos se castiga el amor y se anatematiza al que ama, pero hay tregua y perdón para el que mata, roba y sojuzga; para el que corrompe, soborna y miente. No tenemos conciencia de la verdadera actuación con nosotros y con el prójimo. Hace más de 4.000 años que damos tumbos por el mismo camino, y no hemos aprendido absolutamente nada. Los avances de la técnica, ilusamente creemos que nos facilitan la vida, y lo que verdaderamente facilitan es la cuenta corriente de las multinacionales que juegan con los sentimientos humanos, con el dolor, con la salud y con las supuestas facilidades que nos dejan tiempo libre para hacer gastos extras que redundan en beneficio de los banqueros y de los políticos.
Somos débiles, pero no solamente física, sino mentalmente, para no darnos cuenta de que cada vez nos ahogan más y más con las libertades, que nos sojuzgan y nos atan tenazmente al yugo del consumo a ultranza. El estado de bienestar es una entelequia que sólo entienden los que han fabricado y promovido los utensilios que supuestamente nos hacen más felices, cuando, lo que verdaderamente nos hacen es mucho más adictos.

Y, encima, nadie nos aclara para qué sirve el cerebro y su programa, la mente. Nadie nos dice que nosotros y todo lo que nos rodea responde fielmente a nuestros pensamientos, que si creemos que la vida es bella, realmente lo será; y si creemos que la vida es un camino de abrojos y espinas, lo será en verdad. Nadie nos ha dicho que nuestra salud responde fielmente a nuestra idea sobre nosotros mismos y a los conflictos emocionales que nos produce la vida. Nadie nos ha dicho la verdad que nos hará libres: “Que el pensamiento es creador de nuestro presente y de nuestro futuro”.
Pero lo peor es que se persigue al que pretende poner en antecedente de estos hechos a la gente, porque a los banqueros y a los políticos les interesa gente estúpida, politizada, inculta y zafia que responda a los aparatos de propaganda de los partidos políticos y que confíe sus míseros ahorros a los bancos. Yo soy el creador de mis funciones orgánicas, de mi pequeño mundo y de mi futuro, y todavía no puedo volar, ni bucear como los delfines, porque nadie me ha enseñado que eso es posible. Pero os aseguro que, no pasando mucho tiempo, el ser humano podrá volar como las águilas y nadar como los delfines. Dixit.


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