sábado, 22 de octubre de 2016

LAS CHURRAS Y LAS MERINAS.

De todos es conocida la frase: “No juntar las churras con las merinas”. Nadie sabe su origen; no se sabe a qué viene la alocución. La verdad es que las churras son ovejas con una gran calidad en su carne y con la lana basta, al contrario de las merinas cuyo pelo es fino y de gran calidad. Definitivamente existen prejuicios con respecto a los maridajes de cosas, individuos, comidas, colores, etc.

Hay cuestiones que se toman como dogmas, pero que para mí no tienen sentido. Es como aceptar que la Tierra es el centro del Universo. Había quienes opinaban lo contrario y por su osadía, por llevar la contraria, se jugaron el pescuezo. Cosas que hace unos años eran impensables, hoy en día se unen con la mayor impunidad, con la complacencia de todo el mundo. Costumbres, maneras de hablar, maneras de sentir, relaciones, trabajos, están llenos de tópicos que, a buen seguro, son ampliamente mejorables, pero como se trata del sentir popular sin inamovibles.

Hace poco, en gastronomía, los maridajes entre cosas supuestamente incompatibles, eran anatemáticos. Hoy los platos mar-tierra llenan las cartas de los mejores restaurantes. ¿Cuándo se ha visto que un menú empiece por una sopa de mariscos y continúe con un filete de ternera? Sin embargo ahora todo el mundo dice que está bien e incluso conveniente.

Las cosas tienen solo dos maneras de hacerse: bien, o bien. No existe una situación intermedia. Pero dentro de hacerse bien, influye la técnica; con una determinada manera de hacer, la cosa resulta bien, pero tarda más que variando de técnica. Eso es así. Hay cosas que se hacen siempre de la misma manera y seguirán haciéndose hasta que algún avispado, por economía de tiempo o de recursos, varíe la técnica. Estoy acostumbrado a ver esto a diario en cirugía, don de las técnicas son fundamentales para la buena consecución de los resultados. Pero yo he variado de técnica a lo largo de mi carrera y he utilizados maneras que hace años se me hubieran ocurrido caóticas. Me viene a la memoria, como ilustración del fenómeno del maridaje, la película Zorba el griego, en la que, cuando se va al traste el sistema de los entarimados para bajar troncos de la montaña, en el momento de la catástrofe, el protagonista, Anthony Quinn, se queda extasiado contemplando la desgracia y exclama: “¡Qué desastre más esplendoroso!”

Todo esto es para referirme concretamente a los matrimonios con una apreciable diferencia de edad. Nunca han sido bien vistos, ni bien aceptados, ni comprensiblemente acompañados. Si un hombre maduro se casa con una joven, todo el mundo se imagina que el maduro es adinerado y que la lagarta quiere su fortuna. Si una madura se casa con un joven, todo el mundo lo interpreta con una boda de conveniencia en la que ella es una morbosa del sexo o tiene dinero o él es una caza fortunas, un gigoló o algo parecido. Las revistas del corazón están llenas de casos de parejas con una apreciable diferencia de edad y sobre estos casos existe siempre la misma opinión: ¡Pobre del anciano o pobre de la anciana! Pero ¿por qué no puede existir un gran amor entre un hombre añoso y una mujer joven y espléndida? De hecho se pueden complementar perfectamente, él aporta su experiencia y su sabiduría y ella pone en el negocio muchas otras virtudes que no menciono por falta de espacio. La Duquesa de Alba, grande de España, gran mujer, con una considerable cantidad de dinero y posesiones en tierras e inmuebles, se casó con un hombre maduro, pero considerablemente más joven que ella, y fueron felices hasta el día del triste deceso.

Una pareja muy próxima a mí: él 75 años, ella 38, se casaron hace 4 años y en el día de hoy siguen viviendo felices y comiendo perdices. La mentalidad de él es diferente, vive el momento positivamente y no piensa en el pasado, ni en el futuro, ni en su físico, espléndido a pesar de sus años, ni en los motivos que han llevado a un pibón de 38 años, con su carrera universitaria y su trabajo, a privarse de sus posibilidades de unirse a un muchacho de su edad; pero dice que los ‘muchachos’ de su edad, son poco menos que inaguantables, estúpidos, insulsos, inexpertos y vagos por naturaleza. La vida es posible; hay vida después de los 65 años; una vida plena, llena de satisfacciones en todos los sentidos que engloban una relación de pareja.

Únicamente hay que entregarse a la posibilidad, rechazada por la mayoría de las gentes por antinatural!!!…Al hilo de este comentario os voy a referir, que los más interesados en que ella dejase la relación fueron unos parientes homosexuales. Cómo si serlo fuera lo más natural del mundo y lo antinatura fuera un matrimonio entre un hombre y una mujer, consolidado y con todas las prerrogativas, incluso la de tener un hijo. Andrés Segovia tuvo un vástago pasados sus 80 años.
Entregaros a todo tipo de componendas aunque la gente no las comprenda, no las admita, o se escandalice. Todo es posible con una premisa fundamental: ACTUAR, SIEMPRE, EN BIEN PARA TODO EL MUNDO E INDEPENDIENTEMENTE DE LOS RESULTADOS.


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