Es obvio que la gente no quiere mezclas, ni cambios,
ni amasamientos, ni nada que se le parezca, pero, a diario, tenemos muestras de
que las cosas no son, ni mucho menos como nos las han contado, ni como las
pensamos, ni como las hacemos. Hay muchas otras maneras de pensar, decir y
hacer que mejorarían, en mucho, la actualidad en todos los sentidos. La
humanidad ha llegado donde está, no, evidentemente, por su sabiduría, por su
reflexión, por su buen hacer, sino por sus despropósitos, su avaricia, su falta
de reflexión y su incultura. Se desprende de estas reflexiones, que hay que
cambiar de manera de pensar, decir y actuar. Es necesario desprenderse de toda
la rémora que tenemos encima, para cambiar el rumbo de todas las cosas.
Un claro ejemplo del desnorte que padece la humanidad
es la medicina convencional, que no sabe por dónde camina en materia de
medicina interna: No se cura ni siquiera un catarro, hay que esperar a su
evolución natural; si te medicas te dura de 7 a 10 días, pero si no te medicas,
entonces te va a durar…de 7 a 10 días, igual¡¡¡ ¡Qué bueno!. Y así con todo. No
se cura el catarro, la diabetes, la hipertensión, la artrosis, la
arteroesclerosis,–por no hablar de la bestia negra de los médicos: el cáncer– y
tantas otras de las llamadas ‘enfermedades crónicas’. Bello apelativo para
ocultar la falta de conocimiento total que se tiene de ellas. Rompo una lanza a
favor de la cirugía que, curiosamente consigue logros espectaculares, pero
tampoco cura las enfermedades llamadas ‘crónicas’.
Yo me di cuenta, el día que contemplé con mis propios
ojos una laringuectomía total, en la que se trataba de extirpar la laringe a un
enfermo de carcinoma, para, supuestamente, curarle de su mal, pero le dejaron
mudo y desfigurado para toda su vida, que no podía mutilarse de esa forma a los
enfermos, que debían de existir una serie de alternativas para curar el cáncer
por otras vías, que no solamente la mutilación total, persistente e
irrecuperable.
Comencé a estudiar febrilmente otras medicinas
alternativas, hasta llegar a la conclusión de que existen otros métodos, otras
maneras de ver la vida, la salud y la enfermedad. El maridaje entre medicina
convencional y paramedicina, me desacreditó absolutamente en mi ciudad y la
gente se fiaba más de cualquiera, que de mí persona, cuando les hacía
partícipes de mis conocimientos en materia de psicomedicina. Mis propios
compañeros me advirtieron del error que ellos, en su buena fé, creían que
estaba cometiendo, pero yo estaba demasiado comprometido con mi “nueva medicina”
para traicionarla.
Estoy comprometido hasta los tuétanos con este tipo de
medicina, la psicomedicina, que habitualmente y contando con la confianza del
paciente, puede paliar y, a veces solucionar, cualquier patología.
A menudo, los practicantes de este tipo de medicina
alternativa, son muy respetuosos con la medicina convencional y nunca
recomiendan al paciente que deje sus terapias habituales. Yo ofrezco a mis
enfermos la libertad absoluta para decidir lo que quieren, una vez que han
comprendido los mecanismos íntimos de todas las enfermedades. Si quieres hablar
conmigo de estos temas estaré muy complacido, siempre que me trates con el
respeto debido.
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