domingo, 24 de enero de 2010

LAS ASONADAS

Hoy en día es imposible engancharse, durante un tiempo razonable, a determinada cadena de televisión pública o privada. La mayoría son absolutamente incomestibles. Esta es la razón por la cual, en los momentos en los que puedo permitirme el lujo de embobarme delante de la pantalla alienante, salto de cadena en cadena, cual rana en busca de un insecto que se pueda digerir. En este peregrinar me topo, a veces, con algo audible. El otro día aterrizo en un programa con su tertulia, su moderador y sus tertulianos. Todo muy al día y muy ad hoc. Uno de aquellos contertulios se extrañaba de que, habiendo en España más de cuatro millones de ciudadanos en paro, no hubiera, ya, gente en la calle protestando por las actuaciones del gobierno. Un colega adujo, inmediatamente, que la razón es que había mucha economía sumergida, y este factor inconnu, era el moderador del espíritu de lucha. No me creo semejante comentario con una intención, a mí parecer, sesgada.

La verdadera razón de que la gente no salga a la calle a vomitar toda su bilis en las pecheras de diseño de los políticos es que, el ciudadano de a pié, normal, independiente, modesto, no tiene poder de convocatoria. Ninguna persona, con las normales relaciones que permite la sociedad y un entrono de andar por casa, y en su sano juicio, se le ocurre intentar movilizar a las masas para reivindicar sus derechos laborales. Hay cauces para esto y para todo. Y el cauce para esgrimir una protesta mancomunada son los sindicatos, a los que están afiliados la mayoría de los trabajadores españoles. Ellos son los que tienen las técnicas, el dinero y el poder que se necesitan para aglutinar a todos los parados de esta sociedad. Pero, en realidad, los sindicatos, habitualmente, son organismos de izquierdas. Y nunca ejercen la antropofagia, sobre todo si la sangre del compañero está alimentando sus tejidos, con un máximo de economía en los esfuerzos (valga la paradoja). Vamos, para llamar al pan, pan; y al vino, vino; están vendidos al gobierno, y no se moverán, ni un solo milímetro, a no ser que estén autorizados o promovidos por las autoridades de turno.

No digo que la solución estribe en la protesta generalizada. Eso no arregla nada. El final del túnel se verá cuando se adopten medidas dirigidas a sanear todo el entramado de corrupción política, económica y mercantil que apoyan y sostienen los políticos. Y, como primera actuación, eliminar a unos sindicatos que no han servido, nunca, para nada. Los convenios colectivos se elaboran por aburrimiento, porque los representantes de la patronal y los de los trabajadores hablan idiomas distintos y de diferentes orígenes, de manera que no hay forma de entenderse y, por ende, de llegar a acuerdos que acerquen las posturas de ambas partes.

En la muy denostada época de la dictadura del Gral. Franco –la mayoría de las veces sin apoyos académicos- los ciudadanos no pagaban impuestos. Los alcaldes y concejales no cobraban ni un duro. Las provincias no gastaban más que las asignaciones concedidas por el gobierno central a los respectivas Diputaciones y Ayuntamientos. Los ministros de los diferentes gabinetes eran tecnócratas y profesionales que no necesitaban de la política para comer, y vivían en su piso de siempre, con la única diferencia de que, en el portal del edificio, se apostaban, por turnos, dos agentes de la policía armada. Etc., etc., etc. No se confunda esta perorata con un pensamiento retrógrado. Simplemente es un pequeño estudio comparativo de lo que debiera haber sido y no fue, y el porqué de las circunstancias que permiten al gobierno vivir tranquilo sin asonadas constantes como los gobiernos de derechas.

El día en que haya órganos de regulación independientes, que se nutran solamente de sus afiliados y no mamen del gobierno de turno o de los bancos, podremos confiar en maniobras de presión, manifestaciones y foros masivos de opinión. Mientras tanto, esperemos un milagro para que las piezas del puzle formen una imagen agradable, y para que cada duro se vaya con su legítimo dueño.

1 comentario:

  1. Si el problema no es que los funcionarios cobren o dejen de cobrar, porque en otros países (los del Norte de Europa, sin duda alguna) los funcionarios cobran (y son eficientes), cada ciudadano tiene Seguridad Social desde que nace y el Estado le crea un fondo de pensiones, etc. Es todo perfectamente compatible... En Estados donde sus ciudadanos reciben mejor educación dentro y fuera de las aulas, llega una inmigración controlada y eficaz, se pagan más impuestos pero el nivel de vida es altísimo, etc. A la hora de votar, luego nos gusta ir a las urnas y "castigar" más que premiar, como si elegir a nuestros representantes fuera un capítulo más de las nominaciones de Gran Hermano. Y sin embargo, si hiciéramos un referéndum no vinculante (¿no se hizo hace poco uno en Cataluña para la independencia?) sobre si nuestros políticos, diputados y senadores se merecen cobrar lo que cobran, el resultado, por mayoría absoluta, saldría un NO (anda que no ahorraríamos). Pero como ningún medio se atreve a sacarlo o a hacerlo y dar un toque de atención encima de la mesa, parece que todo está permitido.
    Paciencia y esperar. No nos queda otra. Quedémonos con la parte buena que tiene haber nacido en España.

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