miércoles, 28 de julio de 2010

CONFLICTO DE DESARRAIGO

Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, “desarraigar” en su acepción 3, significa: Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos. Por extensión podría asimilarse a la separación involuntaria, no sólo del sitio donde uno se ha criado, sino donde ha trabajado, progresado y aprendido. Por ejemplo, un despido o un forzamiento a despedirse “de propia intención”.




Según la “Medicina biológica” –en la que creo firmemente, y en la que confío hasta que algún listo me demuestre su equivocación- dice que los problemas de riñón, pueden deberse a conflictos de ‘desarraigo’: Me han desahuciado de mi vivienda, me han exiliado de mi patria, me han despedido de mi trabajo.

Yo estoy pasando por un agudo y doloroso conflicto de desarraigo, porque me obligan, la sociedad y sus instituciones, sin control y sin criterio, a dejar de ejercer la profesión que he desempeñado desde el año 1.975; mi muy amada practica de la medicina, que tantas satisfacciones me ha dado y tantas lagrimas me ha hecho derramar, por causas ajenas a su práctica y a los pacientes. Nunca, nadie podrá acusarme de mal praxis, ni de cumplimiento sesgado de mi deber. En ninguna ocasión he hecho dejación de mis obligaciones, ni mantenido en espera a un paciente, si no se debió a una causa mayor.

Siempre he procurado cumplir impecablemente con mi trabajo y jamás he faltado a la obligación de dar al paciente pelos y señales de su padecimiento, sanación y pronóstico. Sin embargo, la sociedad me arrincona contra las cuerdas y me priva de mi derecho a seguir ejerciendo dignísimamente mi cometido. Un cúmulo de despropósitos, injusticias y casualidades, me obligan a dejar las compañías de seguro médico, porque, unilateralmente, la que me proporcionaba el 60% de los pacientes, decidió, sin ninguna explicación, prescindir de mis servicios. Con el 40% restante no podía cubrir los cuantiosos gastos de la infraestructura imprescindible, fundamental para tener abierta una consulta médica al público, y esto me impele a salvar los pocos trastos que me quedan. Esto es una auténtica situación de conflicto de desarraigo, que puede afectar al riñón.






Pues ya está. Conflicto de desarraigo, un poco de descuido por mi parte y, cólico nefrítico que te crió. A las 11:00, poco después de comunicar con un amigo, me empezó a doler la fosa renal derecha con irradiación, a través de todo el trayecto del uréter, hasta el testículo derecho. Clásico cólico nefrítico, de los que recuerdo más de veinte en mi vida, todos provocados por conflictos de desarraigo. Inútil intentar controlar un dolor, que según dicen, sólo es comparable a los dolores de parto. Pero, además, mis cólicos cursan con unos vómitos incoercibles que no me permiten tomar medicación por boca. A las dos horas de agudo sufrimiento, durante las que no sabía cómo ponerme, ni qué postura adoptar, ni qué hacer para intentar mitigar el intenso dolor, rogué a Milagros que llamara a 112. Después de varios intentos infructuosos, dio con mi médico de cabecera, Dr. Vela, que acudió solícito, en un tiempo brevísimo y provisto de todo un arsenal terapéutico para calmarme los lancinantes dolores. Nunca agradeces lo suficiente un rasgo de estas características, y jamás tiene el olvido suficiente potencia para borrarlo de tu memoria. Me recomendó acudir a urgencia si: 1.-no podía orinar o 2.- Si no desaparecía el dolor en dos horas, o si, habiendo desaparecido, volvía al cabo del tiempo.






Me quedé dormido en cuanto desapareció el dolor. Me desperté a las dos horas con un dolor tremendo en la misma ubicación. Sin esperar más, pedía a mi mujer y a mi hijo que me llevaran al Hospital. Tanto ‘respeto’ me produce ese lugar, y tanta inquina me inspirar algunos de los médicos que allí ejercen que, con tal de no llegar, me desapareció el dolor. Vanos fueron mis ruegos para que volviéramos a casa. Con buen criterio Mila y Daniel me convencieron de que lo más conveniente era enterarme de qué podía hacer y el punto de gravedad del asunto.


Entré temblando y con taquicardia, pero a medida que iban apareciendo caras conocidas me fui calmando y recobré mi habitual estado tranquilo de ánimo. El administrativo que me cogió la filiación, las médicas que me atendieron en el box, los celadores, el auxiliar de radiología y la ecografista, fueron próximos conmigo e impecables en su trabajo. Poco a poco me iba dando cuenta de qué tenía que aprender de aquella situación. Siempre he criticado mucho a los médicos, sobre todo a los generales, pero he aprendido que ellos también tienen un papel importante que cumplir, y que lo cumplen escrupulosamente. Nadie tiene la culpa de la existencia de ignorantes, prepotentes y estúpidos que hacen que se critique, por su causa, a toda una clase médica, entre la que se encuentran personas excepcionales.




Dos enseñanzas que se desprenden de mi dolorosísima crisis: 1.- Saber encajar las situaciones como enseñanzas vivas, y 2.- No Criticar, no juzgar y esperar para comprender un poco más tarde.
Hoy estoy dolorido por la tensión y los espasmos de las arcadas, pero muy contento por las cosas inapreciables que he aprendido. Gracias a todos.

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