jueves, 29 de julio de 2010

MEDITAR PARA MEJORAR

De vez en cuando hay que ofrecer alguna técnica que nos ayude a practicar: “vivir el momento”. Para vivir el momento hay que ejercer, constantemente, el bonito juego de no pensar. Hay quién, como yo, tiene que estar ‘retomándose’ constantemente, para no dejar que el pensamiento vuele a dónde no debe de volar. Remedándome a mí mismo: “Nadie dijo que esto fuera fácil”. Muy al contrario, es muy difícil. Pero también lo es jugar con tres mazas o con tres manzanas haciendo juegos malabares, y ahí están los ‘listos’ que lo consiguen.






Tengo un grave contencioso conmigo mismo desde la primera vez que vi a una enfermera, de triste recuerdo (falleció en accidente), en el Hospital Provincial, , que, mientras escribía, hacía pausas para pensar, durante las que manejaba el boli haciéndolo girar alrededor del dedo gordo, ayudándose con el índice que, en cada vuelta, lo retomaba y le daba el impulso suficiente para dar otro giro. Aquello me pareció de una habilidad suprema. Cuando llegué a casa ensayé inútilmente el invento que tanto me subyugaba. No fui capaz de darle ni una sola vuelta. Cada vez que lo intentaba, el bolígrafo salía zumbando y se caía sobre la mesa acompañado por mis juramentos. Estaba seguro de poder hacerlo; me encontraba con sobrada habilidad para lograrlo, pero necesitaba tiempo que no estaba dispuesto a perder en aquello, porque tenía otras cosas en las que emplearlo. Estoy seguro de haberlo conseguido, pero con esfuerzo. Nada se consigue sin esfuerzo.

Lograr algo a la primera, es la suerte del novato. Pero no suele repetirse a la segunda, ni a la tercera. En el juego del mus, a este fenómeno se le llama, ‘fatimera’, en alusión al milagro de Fátima. Lo tienen casi todos los que juegan las primeras veces, con un desconocimiento palmario de las reglas del juego.





No pensar es igual de difícil que jugar a dar vueltas a un bolígrafo alrededor del dedo gordo, impulsándolo a cada vuelta con el índice. Hace falta tiempo para ensayar la técnica. Pero acaba saliendo. Para no pensar es interesante acostumbrarse a ello; y para acostumbrarse, a mí me vino muy bien la “Meditación Transcendental”, que pretende acallar la mente durante veinte minutos, dos veces al día. Aparte de acostumbrar al ser humano a no pensar, con lo que el cerebro puede llevar a cabo sus procesos de reparación orgánica, es muy positivo para la tensión arterial, para el funcionamiento de los órganos y para la calma psíquica y espiritual.

La técnica es muy sencilla y no requiere ningún despliegue de medios. Os voy a referir cómo lo hago yo:

Preparación: Acostumbrarse a practicar a primera hora de la mañana, en el silencio, o a última hora de la tarde. Evitar factores de interrupción: Teléfonos, timbres, irrupciones súbitas en la habitación, etc. Disponer de un asiento que mantenga la espalda recta. Colocarse sentado en una silla o en posición de loto. En el primer caso, se pueden poner las manos, con las palmas hacia el techo, encima de las rodillas. En el segundo, mano derecha, con la palma hacia arriba, descansando sobre la palma de la izquierda. Ambos pulgares se tocan entre sí. Encender una vela. Del incienso he prescindido hace mucho tiempo porque irrita la garganta y, a veces, dificulta la respiración. Colocar un reloj a la vista.






Técnica: Una vez sentado cerrar los ojos y dejar vagar la imaginación durante unos momentos, transcurridos los cuales me fijo en mi respiración y mantengo la atención en ella durante unos minutos. Después hay dos vías, o sigo manteniéndome atento a la respiración durante todo el tiempo, o empiezo recitar un mantra sencillo como: “om”, “Karma”, “Karam”…Este mantra lo mantengo durante todo el tiempo que dura la meditación (aproximadamente veinte minutos). Indefectiblemente, en un momento, el pensamiento se va a otros pagos. Entonces, consciente de que esto ha ocurrido, razono sobre mi intención de meditar y vuelvo, sin lucha, al mantra. Y esto lo hago tantas cuantas veces se me vaya el pensamiento por otros derroteros. Cuando mi reloj interno me indica que ya ha pasado el tiempo programado, abro un ojo y miro el reloj. Si ya han pasado los veinte minutos, dejo de recitar el mantra, pero permanezco con mis ojos cerrados durante dos o tres minutos más. Si no ha pasado, vuelvo a recitar el mantra hasta que pase el tiempo señalado.


A esta práctica hay que prestarle tiempo y atención. Recomiendo no abandonar a las primeras de cambio. Perseverar en el intento es la única forma de conseguir los beneficios de la técnica. Hay que hacerlo todos los días, sin faltar uno solo. Lo mejor, dos veces al día; deseable, por lo menos una.






Aparte de los beneficios físicos que aporta la técnica, te acostumbra a no pensar. Cuando se te va el pensamiento a zonas de peligro, te ayuda a hacerte consciente y volver a tu tarea, que en todo caso puede ser tu ocupación o tu mantra. Cuando apartas tu mente de tu trabajo para pensar en algo que te perjudica: 1.- Hazte consciente del hecho. “Estoy pensando en algo que me perjudica, luego debo retomar mi trabajo o mi mantra”. 2.- Sumérgete de nuevo en tu tarea y hazla impecablemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...