jueves, 25 de noviembre de 2010

LA MEDICINA PREVENTIVA DE LA MENTE

No quiero dejar de insistir sobre la relación mente/cuerpo y el compromiso profundo que se debe adquirir en el empeño de mejorar nuestra calidad de vida y nuestra salud.

Si es el carácter el que determina nuestra reacción ante los hechos que nos depara la vida, y es la reacción la que nos produce el conflicto, que en suma va a ser responsable de nuestra patología orgánica, tenemos que moderar nuestro carácter si queremos que nuestras reacciones no den origen a los conflictos emocionales que desequilibran el funcionamiento de los órganos.


Niebla de mañana en el parque de la Huerta de Guadián. Palencia

Una vez instaurada la enfermedad, poco más o menos ya sabemos qué hacer para poner en marcha el sistema de curación: Conocer la verdadera causa de la enfermedad: «Usted tiene un carcinoma de estómago porque hay una situación en su vida que no puede digerir». Una vez conocida la causa, hay que reconocer que ese puede, o es, efectivamente el motivo de nuestra enfermedad: «Pues, sí, tiene usted razón, doctor. Ahora comprendo que esa es la verdadera causa de mi mal». Y por último, comenzar el proceso de curación: a) sanando el conflicto provocador de la patología. b) depurando el organismo para ayudar en la sanación. c) Practicando las técnicas oportunas para no pensar y d) ayudándose con prácticas energéticas.

Pero como la mejor medicina es la preventiva, abogo por una enseñanza integral de las cosas que debemos y no debemos hacer para no entrar en el carril del conflicto.

Las enseñanzas de los que nos precedieron en el camino de la vida son fundamentales para moldear nuestro carácter, pero las desestimamos como ya sabidas. Y lo importante no es lo que sabes, sino lo que haces con lo que sabes. Existen personas que acumulan conocimientos espirituales y los colocan en una librería como adorno o decoración. Jamás se les ocurre tomar uno de aquellos libros en sus manos y recordar la enseñanza que ahora puede ser fundamental.




Confucio es una fuente inagotable de inspiración. De él han llegado algunas máximas que son perlas de sabiduría y enseñanzas vivas. Extraigo una de estas gemas y hago que la recordéis.

«Si la cosa tiene solución, entonces no te preocupes. Si no tiene arreglo, no te preocupes. En cualquier caso, sea cual sea la naturaleza del hecho, no te preocupes, ocúpate».

Os hago notar la diferencia entre ocupación:

“Acción y efecto de ocupar u ocuparse. Trabajo o cuidado que impide emplear el tiempo en otra cosa. Trabajo, empleo, oficio. Actividad, entretenimiento”.

Y preocupación:

“Dicho de algo que ha ocurrido o va a ocurrir: Producir intranquilidad, temor, angustia o inquietud”.

La diferencia es drástica y diametral. Una cosa es ‘ocuparse’ que denota actividad o entretenimiento. Y otra muy diferente ‘preocuparse’, que claramente tiene la connotación de angustia e inquietud. Y estas dos facetas son las que contaminan cualquier situación.

Tómalo como método de vida, repara constantemente en ello ante un hecho que te acaezca y no lo olvides nunca, porque la vida está pespunteada con situaciones que nos preocupan, y bastaría, en todas las ocasiones, que nos ocupásemos de ellas.

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