martes, 23 de noviembre de 2010

POSTURAS SUTILES

Hay posturas corporales y actitudes muy sutiles que están diciendo: hoy no tengo ganas de saludarte, o retira tu candidatura, o aléjate porque no me gustas. Habitualmente las ejercen personas que tienen miedo a declarar su rechazo abiertamente por la reacción del aludido. Pero, por qué la gente tiene ese rechazo a expresar sus inquietudes de una manera franca y abierta. La primera causa es que se interpretan mal las intenciones de los demás. Estoy hablando naturalmente de una relación hombre-mujer, de amistad pura y dura, sin ninguna pretensión de nada más, que se valora como peligrosa por parte de la mujer. Habitualmente no se entiende bien la amistad entre un hombre y una mujer, a no ser de infancia o desde la infancia. De otra manera se cuela de rondón el sexo y se fastidió el panorama. La amistad entre un hombre y una mujer en los ambientes de trabajo, de club o de afinidad de actividades, son meramente testimoniales; sólo de conocimiento, de saludo, de la mano y nada más. En cuanto tu capacidad de cariño sale a relucir, empieza a fastidiarse la amistad y la mujer actúa con sus posturas sutiles que, a pocas entendederas que tenga el hombre le hacen alejarse para siempre jamás.





Las relaciones entre hombre y mujer tienen sus límites, marcados por uno de los miembros de la pareja o por ambos. Pero esos límites son estrechísimos en los que se refiere a contacto físico o confidencialidad. Pero para que no surjan problemas, las mujeres ponen una pared imposible de franquear. No saben realmente lo que se pierden. Y el control siempre está en ellas. Hasta donde ellas quieran llegar. Pero en cuanto surge la idea en la cabecita femenina de que puede ser peligroso el roce con alguien, sacan a relucir las posturas sutiles. Seguro que se pierden un buen conversador, un confidente discreto o un apoyo desinteresado. Pero no se van a dar cuenta nunca de lo que pierden. Sólo bastaría que gozaran de los momentos maravillosos de su partener, y cuando llegue a la delicada línea que separa lo correcto de lo peligroso, ella es la que podía poner el tope, sin ruptura, sin dramas, sin complicaciones graves. Sencillamente: «Esto no es lo que yo quiero de tu amistad. Te ruego que no sigas por ese camino porque me encuentro incómoda y no me gustaría cortar por lo sano nuestra relación de compañeros» Así de claro, sin dramas. Pero la sutilidad hace que nunca averigüen lo que podía haber pasado.

Hoy en día son las chavalas las que tienen la capacidad de sobrepasarse con los chicos, o de poner sus condiciones, o de declararse a lo bestia y sin rodeos. No tienen problemas, funcionan mejor en todos los aspectos. Al menos se evitan malos entendidos. Porque, muy bien puede pasar, que un hombre maduro interprete las sutiles posturas femeninas como una invitación a traspasar el umbral. Y cuando te aprestas a sacar la llave del bolsillo, salen como alma que lleva el diablo. ¿Por qué? Tengo unas cuantas justificaciones para la postura, pero no vienen al caso. El asunto es que, la mayoría de las veces hombres y mujeres, entre cuarenta y cincuenta, andan dando tumbos con las posturas sutiles en vez de hablar claro, que tiene sus ventajas. No pierdes el tiempo, no creas frustraciones y siempre sabes a qué atenerte.




Muchas mujeres tienen la manía de la bipolaridad: Unos días sí y otros no. Hoy estoy de oferta, mañana no te acerques que te escupo, te piso y si puedo te meo. Depende de por dónde las dé el aire, o de la fase del ciclo menstrual en la que se encuentren. Y, mientras tanto, el pobre pardillo sufre unos efectos devastadores, se le baja la estima y tiene conflictos que le hacen padecer de amigdalitis frecuentes.

Me separo del suelo y razono como lo haría un espíritu elevado. Todos los seres humanos son potencialmente divinos, sólo que ellos no lo saben. En cada ser humano reside la chispa divina del Creador, pero ellos no lo saben. Sólo hay que ver en cada hombre y en cada mujer, la maravilla de la creación y un corredor de fondo que, en un momento determinado, sufre la fatiga del camino. No te importe, ámalos a todos por igual, pero aléjate del que te hiere, te veja, te humilla, o te desprecia. Nadie te obliga a sufrir las consecuencias. Ejerce la capacidad de ser feliz contigo mismo. Si la felicidad no está dentro de ti, no está en ningún otro lugar. No en ninguna mujer, no en el dinero, no en el poder, no en el sexo. Sólo en ti mismo. Considera las posturas sutiles de alejamiento como un juego de niños que algún día acabará por transformarse en un efluvio de amor.

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