miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL DÍA DE LA LOTERÍA

Hoy se ha celebrado el sorteo de la lotería de Navidad. Me trae recuerdos de mi infancia. Oír desde la cama la melopea de los niños del colegio de San Ildefonso cantando los números, es un extraño runrún en mi cabeza. Coincidía con los villancicos, el belén, las zambombas y las panderetas. Era tiempo de alegría y amor. Es extraño que la gente escoja estos días para reconciliarse con aquellos que están alejados de nosotros. Con lo fácil que sería estar todo el año festejando que estamos vivos y que nos amamos. Más tarde la cantinela la oía en el Hospital mientras recibía a algún paciente. Siempre se oía de lejos procedente de alguna radio que mantenía viva la ilusión de los premios.

La gente compra un décimo de lotería con la ilusión de que le toque, pero nadie se para a pensar qué puede pasar después. Yo compro todas las semanas unas apuestas de los ‘Euromillones’. Si me toca es un zurrón de pasta de los de antes de la guerra, cuando un millón era eso, un zurrón de pasta, y si no me toca no se me ocurre frustrarme. La gente, en general no se frustra porque no le toque un premio porque tiene asumido de antemano que no le va a tocar. Después, cuando a alguien le toca, siempre ha tenido un presentimiento, o ha cambiado el número por otro, o le ha venido dado en circunstancias extrañas. Y si le ha tocado la emoción se desboca y el ánimo se levanta, sin reparar en que todo depende de lo que pase después. De hecho, las encuestas entre los supermillonarios de los premios, la mayoría de las veces no tienen un desenlace muy agradable.

El dinero es bueno o malo según el concepto que uno tenga de él. Durante un curso de prosperidad, el que lo impartía nos hacía calificar el dinero en general. ¿Qué piensas del dinero? ¿Qué es para ti el dinero? Define el dinero. Si las respuestas eran negativas, no tenías fácil que el dinero acudiera a ti. Sólo te recompensaba si lo amabas y no le hacías responsable, como habitualmente, de los males del mundo.

El papel que representa para el ser humano el dinero va desde el rosa al amarillo; de la mierda a la gloria. No tiene término medio. Pero todo el mundo tiene el concepto de que es fundamental para vivir. Sin embargo, mucho más de tres cuartas partes de la humanidad vive sin apenas dinero. Y en algunos países africanos, ni existe siquiera. Y no es fundamental para que esta gente viva y sea feliz, y se case y se reproduzca. Y los Masái tienen una altísima expectativa de vida.




Tengo por categóricamente cierto que el dinero no da la felicidad, y ni siquiera ayuda a conseguirla. El dinero es el dios de esta era. Y como a un dios la gente le tributa veneración, sacrificios humanos y oraciones. Pero todo eso sobra en el momento en el que recapacitas y te das cuenta de que nada exterior a ti puede proporcionarte la felicidad. Si la felicidad está en algún lugar, desde luego no la busquemos en el dinero. Tampoco en el resto de las cosas que la gente toma como imprescindibles. Nada de eso es la causa de mi felicidad. Por lo tanto, no puedo buscarla en el dinero, ni en el amor, ni en la amistad, ni en el triunfo. La felicidad está dentro de mí y en ningún otro lugar.

El truco está en darse cuenta de que no es real que si a mí me faltan aquellas cosas en las que todo el mundo funda su felicidad, nunca la podré alcanzar. Es irreal que si yo apoyo mi felicidad en Adelaide, cuando me falte Adelaide, me faltará la felicidad. Es ficción que si yo fundo mi felicidad en el dinero y algún día me arruino, se escapará la felicidad junto al dinero; ya nunca más volveré a ser feliz.

La lotería y los premios de azar están fabricados por los elementos que mantienen la sociedad de consumo. Y ellos también fomentan los tópicos como: ‘Sin dinero no hay felicidad’ o ‘El dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla’.

El verdadero trabajo de campo en este planeta, es saber dormir en un colchón de látex y encima de unas pajas; poder comer unas migajas y un capón de cascajares; poder vivir en una choza de paja y en una suite de un hotel de muchas estrellas; ser feliz con Adelaide y sin Adelaide ser feliz.

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