domingo, 12 de diciembre de 2010

UNA VUELTA DE TUERCA

Es evocador para mí ver los vídeos del viaje a México del 2005. Me hace revivir algunos momentos sublimes –la verdad es que muchos–, de los que viví, y me acuerdo de multitud de enseñanzas chamánicas que aprendí.





Estando en Malinalco –último vídeo–, muy cerquita del DF, instalados en el chalet de un amigo de Jaime, nos proporcionó un taller delicioso de ritmo y coordinación, impartido por Luis (si alguna vez supe su apellido o su alias, lo olvidé), maestro en este arte. Allí nos llevó un ‘tambor’ para cada uno. Y digo tambor porque no estoy muy ducho en las clases de instrumentos de percusión de parche que nos llevó para que los tocáramos. El caso es que había para todos. Al iniciar el taller nos previno de la actitud que debíamos de mantener en todo momento si queríamos establecer una buena relación con los demás. La clave del asunto, como de cualquier actividad que vayamos a emprender, es estar al cien por cien; estar ahí con cuerpo y alma. En una de las fases, una ayudante empezó a tocar un djembé con maestría, y nos recomendó que dejásemos que las vibraciones nos penetraran y que, poco a poco, fuéramos sacando de dentro el ritmo que nos sugerían. Así, poco a poco, fue creándose un clima de percusión aceptable para gente que no está avezada a este tipo de actividad. En otra fase del taller nos explicó la naturaleza mágica del tambor y su poder curativo. No en vano emite vibraciones muy poderosas que pueden armonizar las de nuestros átomos. En realidad somos átomos en una determinada vibración que puede ser modificada por vibraciones externas sutiles o por otras más penetrantes. Nos aconsejó que tocáramos el tambor con asiduidad como método de meditación, creación de armonía y curación.





Fue una hora y media durante la que estuve en el rollo al cien por cien, entre otras cosas porque te llevaba l ritmo y no tenías más remedio que adaptarte a la circunstancia. En el último video, que colgaré esta semana, veréis unos trocitos de aquel inolvidable taller de percusión.

Al finalizar, Jaime agradeció la sabiduría de Luis, su entrega y los consejos que nos había regalado, e hizo votos para que algún día se repitiera o tuviéramos la fortuna de verlo en España. Ante nuestra subida esa noche a la zona arqueológica para practicar una ceremonia muy interesante. Nos dijo que al igual que habíamos estado al cien por cien en el taller, único sistema para sacar algo en limpio de él, debíamos mantener la misma aptitud allá arriba, en la zona de poder.

Siempre lo mismo. No hay profesor, religioso, chamán, sabio, anciano, que no tenga dentro la enseñanza ancestral de ‘vivir el momento con intensidad’; al cien por cien; con cuerpo y alma. Buen papel hubiéramos hecho si durante el taller de percusión, cuando teníamos que coordinar las vibraciones que emitíamos con los tambores, hubiéramos estado pensando en las musarañas.

A mí me va bien el sistema. Procuro estar en mí el mayor número de momentos posibles del día. Y cuando me salgo de mí mismo, procuro retomarme con la mayor celeridad, porque, de lo contrario, no sé a dónde me llevarán mis pensamientos.

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