lunes, 30 de mayo de 2011





El Jueves fui a Valladolid con mucha alegría para ver a mis amigos Jaime Delgado y Silvia del Monte. Hacía tres largos años que no coincidíamos y nos llamaron para anunciarnos la presentación del libro de Jaime, Las frases que harán grandes a tus hijos. Tuve ocasión de volver a ver a antiguos compañeros de viaje y de conocer a otros de los que solo tenía referencia oral. Jaime me ofreció presentarle y lo hice. No preparé nada, así que me dejé guiar por la intuición, y estoy seguro de que lo que dije era exactamente lo que tenía que decir.

El acto fue multitudinario gracias al poder de convocatoria de Francisco, y Jaime estuvo, como siempre; como los personajes de poder, que con su sola presencia dicen miles de cosas sin necesidad de hablar, y leyendo entre líneas captas matices que nunca hubieran pensado que podrías integrar. Lydia encantadora y amorosa. Recordamos el viaje a Méjico que para todos constituyó un antes y un después en nuestras vidas, y nos reímos mucho recordando anécdotas de las que hubo a montones.

Jaime ha tenido la virtud de extractar en menos de 100 páginas un tema para el cualquier persona hubiera necesitado más de 600. Se trata de poner en antecedentes a los padres y educadores de cómo deben hablar a los niños y la manera de crear en ellos, en vez de frustración, odio y revanchismo, seguridad, alta autoestima y voluntad férrea.

Posiblemente me manden algunos ejemplares que os brindo a aquellos que les interese el asunto. Yo lo he leído e incluso hice una presentación PP que también os ofrezco. No sé cuándo tendremos ocasión de verles de nuevo, pero me encantaría que hicieran la presentación también en Palencia para educadores y padres, y que hiera el curso que tiene programado sobre el mismo tema. Estoy seguro de que si tiene que ser, será.

Es curiosa la cantidad de sentimientos que se agolpan dentro de uno ante un acontecimiento como éste, en el que retomas el contacto, después de un tiempo, con gente que te ha aportado muchas cosas en un pasado. Mis sentimientos son de cariño y respeto; nunca de protagonismo. Cuando estoy cerca de alguien importante, que me ha brindado su amistad, nunca interfiero en su vida, ni me apetece, en absoluto, tener ningún protagonismo de cara a los demás. Pero esto es poco fácil de encajar para otros, que se meten hasta en la sopa con tal de ser el novio en la boda, o el neófito en el bautizo. A costa de estos personajes siniestros y ciertamente impresentables.

Ayer domingo tenían programado visitar Garón, que es uno de los sitios más energéticos que hay en España. Para Jaime podría ser una experiencia interesante. El plan era ir temprano a la ermita, subir al páramo donde está la puerta dimensional, y comer en amor y compaña sentados en una de las muchas mesas que están preparadas a tal efecto. Pero cuando hay alguien interesado en apartarte de su camino, llegas a los sitios pronto, pero no aparece nadie hasta dos horas después; te prometen comer y te tienes que comprar un bocata en el bar del pueblo; te cae el diluvio encima –menos mal que nos cobijó el cobertizo de la ermita–, y estás esperando que los demás acaben de comer durante otras dos horas.

El motivo de nuestra dedicación –al menos de la mía– era volver a ver a dos amigos entrañables, que sólo tienen el pequeño defecto de ser mejicanos; y ya se sabe que los mejicanos no entienden los horarios ni la puntualidad como los españoles. Al final cumplimos con nuestro propósito, y después de abrazarnos fraternalmente y prometernos una pronta visita, llegamos a casa a las 7:00, con un bocata de tortilla y tomate natural y una botella de agua mineral para un manantial de aguas puras y cristalinas. Un abrazo muy fuerte.

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