martes, 7 de junio de 2011

DEFINITIVAMENTE LOS ENFERMOS NO SON IDIOTAS




(Dedicado a mi amigo Alfonso)

La gente es muy intuitiva; cada día más. Pero de vez en cuando necesita que le reafirmen sus percepciones. Por ejemplo, cualquier enfermo siente en su fuero interno cuál ha sido la causa de su enfermedad: Hablo de enfermedades graves, tipo cáncer y así. Una gripe pasa sin pena ni gloria por la cabeza del enfermo. Sin embargo cuando una persona padece una enfermedad de las llamadas graves; por otras personas llamadas terminales, les funciona el coco en plan monstruo, e intuyen la causa de su padecimiento. «De esto ha tenido la culpa el sufrimiento que me ha hecho pasar mi pareja». «Que no, mujer. Qué mal pensada eres. ¡Qué va a tener la culpa Roberto de tu rollo!» –contesta la amiga mu cargada de razones– Y la enferma tenía razón, pero es un extremo que no le va a confirmar la medicina oficial. No tienen argumentos para afirmar que la causa de su carcinoma de mama es un grave conflicto de pareja, muy intenso y vivido en soledad; como suelen vivirse estas cosas. Y para colmo uno de esos días la practican una tiroidectomía parcial. ¡Qué mala suerte! Ahora otro problema –pensará todo el mundo a su alrededor– Pero en el asunto no interviene la suerte. Cuando un paciente recibe un diagnóstico de carcinoma, junto con el papelito aclaratorio, o el parlamento del médico, lleva implícito un nuevo conflicto que dará como consecuencia otra enfermedad, que bien podría ser otro carcinoma, y que la medicina justificaría hablando de ‘metástasis’.

Cuando un paciente se entera de que se va a morir le pasan por la cabeza miles de conflictos emocionales por minuto, que dan al traste con toda idea de estabilidad, equilibrio, lucha, toma de decisiones…Ante la idea de la muerte inminente, el primer sentimiento –yo afortunadamente no lo he pasado– debe ser un miedo atroz al momento final, al dolor, al morbo de la situación, a la familia, a los amigos, al hospital, a la deshumanización, al momento supremo en el que te enfrentarás con una realidad desconocida. Y para esto la medicina oficial no tiene respuestas, ni planteamientos, ni terapias. Se limitan a mandarte al psicólogo para que intente crearte un estado en el que, como el chiste, te sigas meando desde el trampolín de la piscina, después de haber visitado al psiquiatra cuarenta veces, pero ya no te importe. Mucho me temo que aparte de la quimioterapia, la cirugía y la radioterapia, no te pueden ofrecer mucho más, ni te pueden apoyar mucho más, ni pueden hacer mucho más por ti.

¡Con lo sencillo que sería cantarle la gallina al paciente, confesándole la verdadera causa de su padecimiento!. Sería fantástico saberlo para poder cambiar el chip y la emoción que lo han provocado. A mí me consolaría muchísimo saber el conflicto emocional que me ha causado una enfermedad grave. Y mucho más que las ‘metástasis’ son nuevos conflictos emocionales añadidos y provocados por el diagnóstico principal.

Entre otras cosas, las palabras de los médicos con respecto a la lucha que proponen al paciente, tendrían algún sentido. Al menos sabríamos contra quién tendríamos que luchar y con qué armas. Aparte de la quimio, tendríamos nuestra mente poderosa que nos provocó la enfermedad y que, por el mismo mecanismo, podría curarnos.

Darle un verdadero motivo de esperanza al paciente terminal, es una obligación del médico. Y si no saben cómo, que lo aprendan, pero que no anden con vaguedades y propuestas absurdas, que pueden agravar, aún más, el curso de la enfermedad. No se merecen los pacientes médicos que les mientan o que envuelvan la situación con un papel de celofán y un lacito. Aceptarían mejor un médico que les dijera que no tiene ni zorra idea de qué es el cáncer, ni cómo curarlo, que otro que les dé esperanzas fundadas en la quimioterapia, casi como único recurso. Quizá, lo más sensato sería elaborar una mezclita de quimioterapia y reforzamiento de la mente positiva. A lo mejor sería conveniente hablar al paciente dulcemente y evitando frases desgarradoras. Puede que fuese interesante tratar al paciente como si fuera tu hijo, en vez de una persona que te está creando conflictos y un estrés que te cagas. A vuestra disposición para aclararos mis teorías al respecto, fundadas en 40 años de ejercicio profesional.

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