lunes, 16 de enero de 2012

EL TEMPLO





Me gusta el olor a olíbano, madera, piedra y humedad. Me gusta el ambiente divino y humano que se respira sentado en cualquier banco, con El Santísimo a la vista y un ramo de rosas rojas en el suelo, como señalando el sitio exacto donde está el misterio. Me gusta sentir un gran amor en esas circunstancias. Lo siento y me ayuda a ello lo que me transmiten todas las circunstancias y mi espíritu desdoblado y sentado a mi lado, fingiendo ser independiente cuando es una parte indivisible de mi alma.

Me gusta el ruido de los portones de madera, quejándose por los goznes al abrirse y emitiendo ecos que chocan por todas las paredes hasta diluirse en el más divino de los silencios. Me gustan las pisadas de la gente; de la poca gente que entra para hacer una visita a Dios o para contemplar la maravilla de cuadros, esculturas, retablos, vírgenes y santos.

De vez en vez, un monaguillo transita el crucero para llevar utensilios de Misa al altar principal, o para llevar algún recado de acá para allá. Una dama rancia y empeletada se levanta, hace una rutinaria genuflexión y se encamina a la puerta de salida satisfecha de la obra realizada. Una pareja cuchichea mientras busca asiento, y un cura, al pasar por el Santísimo hinca su rodilla en el suelo de piedra e inclina su cabeza; genuflexo da gracias a Dios por lo que tiene y por lo que no tiene.

De mi espíritu desdoblado y fingiendo su independencia, se extiende una mano que toma la mía, es una mano caliente y poderosa, que me infunde, a la vez, un inmenso amor y una plena confianza, y ese contacto me hace despegarme del asiento y comienzo a volar con él cogido de mi mano por todo el ámbito.

Una vez sentados de nuevo, nos fundimos en uno solo, y yo siento la compleción total de mi espíritu y su doble. No puedo pedir más, es un momento lleno de belleza y amor que no tiene parangón, pero que puede repetirse tantas veces como yo evoque al doble de mi espíritu, aquel que me completa y me hace volar.

Salgo al frío de la calle, pero no lo siento ¡Tanto calor llevo dentro después de la experiencia vivida! Es un lugar de meditación lleno de amor y de energía divina, que huele a olíbano, piedra, madera y humedad y suena a misterio y a cielo en la tierra.

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