miércoles, 7 de marzo de 2012

SINCRETISMO DE VIDA




El dogma de cualquier religión, fundamento o puntos capitales de todo su sistema, en principio funciona, lo malo empieza cuando se quieren utilizar para fines que no tienen mucho que ver con la espiritualidad, con el amor al prójimo y con la caridad debida. Y es un auténtico caos cuando se emplea para reprimir las voluntades de los creyentes, y sus ministros se constituyen en enlaces entre Dios y los hombres.

La religión es, en cuanto que tiene su dogma, saludable en un principio, pero reprobable cuando se utiliza para sojuzgar a pueblos enteros o para extender dominios territoriales con el pretexto de la propagación de su evangelio o de sus enseñanzas. Todas son buenas en sus inicios y tienen una génesis que explica sus primeros momentos; unos preceptos que casi siempre se fundamentan en hechos prácticos, sociales, económicos o de salud, y, menos en el Islam, unos ministros que se encargan de administrar sus bienes, los donativos y diezmos de sus fieles y se constituyen en el puente de unión entre Dios y los hombres.

Todas las religiones son la verdadera, la más antigua y la única posible para la realización del hombre en la Tierra y para conseguir el Paraíso en el cielo. Pero esto no tiene nada que ver con Dios, ni con sus proyectos, ni con sus expectativas en cuanto a los hombres (sus humanas creaciones). Me creo más bien que Dios ha dotado al hombre de un cerebro y una mente capaz de crear su entorno y sus circunstancias en esta vida, para que cada unidad biológica en tránsito y evolución, decida sobre sus creencias, sobre su vida y sobre su destino; antes, durante o después de este periplo en la Tierra.

Y claro ¿Qué religión adoptar? Una sola o ninguna, que es lo que hacen el común de los mortales, pero lo más sensato es hacer buen uso de nuestra sabiduría, de nuestra capacidad cognitiva y de nuestros poderes mentales, para darnos cuenta de que en cada una de ellas existen cosas sorprendentes y maravillosas que, aparte de otras consideraciones, ayudan a vivir más y mejor en unión con todo nuestro núcleo humano. Cada una tiene su consuelo, sus prácticas y sus preceptos. Escoge lo que más resuene con tu naturaleza humana y divina y remítete al sincretismo que tú te hayas formado.

Pero, naturalmente, esto que te propongo –allá tú– no es definitivo, ni perpetuo. Y no vas a merecer las penas del infierno por la trasgresión de alguna norma que hayas adoptado. Yo vivo feliz con mi sincretismo; con aquello que he ido liberando de cada religión y que a mí me ayuda cada día a ser feliz y a procurar hacer felices a los seres con los que me relaciono. Pero si a la vuelta de la esquina me ofrecen, oigo o leo alguna norma, algún precepto o alguna técnica que presumo que me va a ayudar a ser más dichoso, sin ningún sonrojo, os prometo que voy a cambiar de chaqueta.

Esta es hoy mi manera de pensar, pero como soy humano y voluble, seguramente pasado mañana, cambiaré. Eso va inherente en la evolución de cada cual.

En próximos capítulos iré desgranando lo que yo he adoptado de cada una de las religiones.

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