jueves, 17 de mayo de 2012

NUESTRA FORMA DE HABLAR





Durante un curso de Rebirthing, del que aprendí multitud de conceptos, de artimañas y de técnicas para bien andar por la vida, sugería Adolfo, el Trainer, que fueras consciente de los temas que desarrollabas habitualmente en tus conversaciones. Todos se refieren a ti mismo, para comparar tu conducta con la de los demás, o de los demás para comparar su conducta con la tuya. Aparte de esos dos temas de conversación, nos dimos cuenta de que no había nada más: O hablabas de ti constantemente, alabándote o denostándote, o hablabas de alguien para criticarle o denostarle –casi nunca para alabarle.

Este proceder es triste y poco enriquecedor para nosotros mismos y para nuestras relaciones. Con este tipo de parlamentos es muy extraño sacar conclusiones positivas. ¿Qué hacer? Ser consciente de este vicio, de esta compulsión y evitarla a toda costa. Para ello nos proponía, lunes, miércoles y viernes, no hablar de los demás, y martes, jueves y sábados no hacer autoreflexión, es decir, no hablar de nosotros mismos, ni para bien, ni para mal. El domingo constituía un día de asueto, de respiro, en el que se podía hablar de cualquier cosa.
Embarcados en el proyecto, nos dimos cuenta de lo poco que podíamos hablar, aparte de las dos prohibiciones, y nos estrujábamos el intelecto para sacar algún jugo nutritivo del caletre. Sin el: Yo soy, yo hago, yo pienso, yo opino. Y sin el: Él es, él hace, él piensa y él opina, te encuentras inerme y despojado de cualquier tema de conversación. El primer día recurres a hablar de ti mismo, el segundo día a hablar de los demás, y luego repites el truco. Pero llega un día en el que también te prohíbe hablar de ambos temas en el mismo día. Es decir, excepto el domingo, ningún día puedes hacer autoreflexión, ni hablar de los demás.

Eso sí que es difícil. En realidad todos los temas de conversación versan sobre ti mismo o sobre los demás, y hablar del tiempo es un subterfugio cuando no sabes de qué hablar, pero se te ve el plumero. Y en realidad ¿de qué hablas? Porque, claro, otra premisa del ejercicio era hablar siempre con la verdad y con hechos probados. Y ahí ya sí que no sabías ni por dónde tirar. ¿Os dais cuenta de que siempre hablamos por boca de ganso? ¿Os dais cuenta de que nada de lo que decimos lo tenemos por cierto, por investigado, por contrastado?...
Todas las noticias de los medios de comunicación merecerían un contraste, una investigación minuciosa, para saber qué tanto por ciento de verdad encierran. Y lo que oímos con el procedimiento boca a boca, nunca se acerca a la realidad, a no ser que sea una noticia contrastable de manera fehaciente, como un óbito, una boda, un bautizo, una comunión, la fecha y hora de un espectáculo… Todo lo demás hay que filtrarlo, investigarlo en fuentes fidedignas de información y luego extenderlo por el mundo.

Había que hablar sin hacer autorreflexión, sin hablar de los demás y, lo que era más peliagudo, siempre con la verdad contrastada. Entonces los temas se horquillaban de una manera espantosa, no dejándote emitir un juicio, una noticia o una opinión a no ser que la hubiéramos investigado en las fuentes. ¿Sabéis qué a gusto con uno mismo, qué conforme y feliz se siente uno cuando habla de esta manera? Es incomparable, estético, verosímil y creíble. Todos los demás procederes son una filfa, inservible, infumable e indigna.
Al finalizar el curso, nadie decía nada a no ser que fuera útil, conveniente, en bien para todo el mundo y contrastado. Lo malo de estas cosas es que se olvidan ahogadas por la mentira que impera en todos los círculos sociales, económicos y políticos. A lo mejor, si aprendiéramos a hablar con la verdad, en bien para todo el mundo, sin hacer autorreflexión y sin hablar de los demás, el mundo sería un sitio encantador donde merecería la pena vivir.

LU4E.


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