lunes, 14 de mayo de 2012

FRUSTRACIONES






Todos estamos, por diversos motivos, hasta el gorro. Tú por una cosa, yo por otra, y todos por algo. Conozco alguien que está hasta el plumero de trabajar, y espera ansiosamente la llegada de la jubilación. Después, llegada ésta, no sabrá qué hacer, le echarán de casa para ventilar, se deprimirá, sus frustraciones aumentarán exponencialmente y acabará prematuramente en la cajica de pino.
Otro ansía su bendita libertad, y se encuentra muy frustrado por su falta. No tengo libertad, me persiguen, no me puedo realizar como querría; quiero salir a la calle y gritar muy fuerte quién soy, lo que soy y cómo  soy. Luego, cuando alcanza su deseada libertad, ya no la necesita porque pasó la época de romper la ciudad, enamorar, cautivar, sentir, amar… O, inmediatamente se busca otra tirana para volver a sentirse sojuzgado, maltrecho y frustrado.

Una niña quiere que llegue su mayoría de edad y corre tras ella con tacones, rabos en los ojos, shorts que deja ver parte de las nalgas, y modales que no encajan con su edad. Se viste a los dieciséis como si tuviera veinticuatro, y se arriesga en el amor, como si ese chico moreno de ojos verdes fuera el último tren. Cuando cumple la edad de la mayoría de edad política, que no de verdadera madurez cerebral, está harta de flirtear, coger, soltar, amar, sentir y abandonar. ¿Era eso la libertad de la ‘mayoría de edad’?
Las frustraciones habitualmente no acaban nunca, porque obedecen a patrones acuñados en alguna incierta época de la vida, de cuya fecha no queremos ni acordarnos. ¡Y sería tan sencillo acabar con ellas…! La insatisfacción es un sentimiento presente en todos los seres humanos, por un motivo o por otro, y que pone plazos a su terminación, pero cuando se cree caducado, o sigue la misma, o aparece otra peor que la anterior.

La solución está en cambiar de moneda de cambio: Si te frustra la falta de libertad, vive intensamente la autonomía que te gustaría tener, por encima de todo y con todas las consecuencias. Pon condiciones, plazos, motivos y alegatos para convencer al tirano de que tu frustración se va a convertir en su suplicio, porque tú no puedes ser tú misma, ni amar. Ni sentir en medio de una situación de frustración constante. Argumenta, convence de que es mejor para todo el mundo, y de que tu realización y la educación de tus hijos penden de un hilo muy débil.
La tiranía tiene un límite, sobre todo cuando se vuelve en contra de uno mismo. Esa es la salvaguardia del inteligente sobre el listillo que se cree que se las sabe todas. Tarde o temprano cae en sus redes. Habitualmente la víctima nunca pregunta, nunca inquiere, nunca pide explicaciones de horarios, idas venidas, tratos, relaciones. Y eso es bueno para el verdugo. Pero imagínate que la víctima ya no se cree víctima, ni se reonoce en ese papel, ni se define como tal; y de esa situación de frustración, pasa a ser verdugo: A preguntar, a inquirir, a acosar, a buscar, a preguntar ¿Qué te crees que pasaría entonces?

El ser humano es más sencillo que el mecanismo de una carraca, o de un chupete y pasa de un estado a otro con una gran facilidad. De manera, punto y hora, que se preguntará, cuanto menos ¿qué pasa? Unas cuantas vueltas más de tuerca le decidirán a hablar, y el espejo que le has puesto delante le convencerá de su nefasta actuación y de la perentoria necesidad de cambiar de rol, por el bien de los dos.
Todo menos sumergirte en la frustración perpetuamente. Otra solución nada fácil, pero al alcance de cualquier perseverante, es ‘estar a lo que se celebra’. Como siempre, vivir el momento es la panacea.

No me creas gratuitamente, hazlo.
LU4E.


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