domingo, 25 de octubre de 2009

POR QUÉ LA DEMOCRACIA NO ES LA FORMA DE GOBIERNO IDEAL


POR QUÉ LA DEMOCRACIA NO ES LA FORMA DE GOBIERNO IDEAL

25.10.09


La democracia es el gobierno de la mayoría, apoyada por el pueblo, que vota en sufragio para aupar a sus favoritos a un mandato de cuatro años, durante los que cargarán sobre sus espaldas la responsabilidad de conducir a los ciudadanos hacia un estado de prosperidad, paz y bienestar.

La teoría es esa; la realidad puede ser muy diferente dependiendo de la formación intelectual de los votantes, de las leyes electorales y de la honestidad y preparación de los que mandan.

La formación intelectual del pueblo

Es fundamental para poder elegir con criterio y para no dejarse llevar por quimeras y promesas vanas, de forma que, si la clase gobernante se encarga de contaminar la enseñanza disminuyendo el nivel de exigencia de los profesores, es permisiva con la mediocridad de los alumnos permitiéndoles promocionar con un nivel escaso de conocimientos, y degrada la educación, la ética y la estética, consintiendo que la juventud estudiantil tenga vía libre para consumir sustancias estupefacientes sin ninguna penalización, y autoriza que los padres puedan ingresar en la cárcel por intentar educar a su hijo, al final la juventud estará vendida a la clase imperante que les ha aupado a una idiocia consentida y a un analfabetismo funcional, que les impide razonar y elegir lo mejor. Y siempre propenderán a estar en el bando del que les ha concedido toda clase libertades (es como dejar a un bebé jugar con una navaja barbera). Más tarde, cuando llegue el momento de asumir responsabilidades, alguno se dará cuenta de que las libertades han tenido un alto precio, que tienen que pagar con su incapacidad para hacerse cargo de su propio destino.

De manera que, la maniobra política de la degradación de la juventud, a sabiendas, está dando los frutos apetecidos. La juventud, en masa, bota a quienes les concede privilegios y prebendas, a quienes les proporcionan una vida cómoda, sin obligaciones, sin deberes; anestesiada por los deportes de competición, el alcohol, el sexo y las drogas.

La primera condición, pues, ya no existe de una manera pura. Está absolutamente manipulada. Ya no van a votar gentes preparadas, cultas, con criterio. Van a acudir a las urnas la gente manipulada y contaminada por la propaganda política. Cuando no azuzada por los ladridos de los unos contra los otros. Difama, calumnia, miente, que algo quedará en las mentes estrechas y cicateras de la mayoría.

La segunda condición es la ley electoral.

Naturalmente debe ser justa y ecuánime, pero no es normal que un partido con el 44% de los votos emitidos, tenga una holgada mayoría. A este respecto, muchos expertos opinan que la ley electoral española es de las que obtienen uno de los resultados menos proporcionales de Europa. Entre otras razones, el relativamente escaso número de escaños en el parlamento español, 350, comparado con otros parlamentos europeos, dificulta el adecuado reparto de éstos en las diferentes circunscripciones. Para abundar en los despropósitos, la existencia de una cámara inútil, como el Senado, que no existe en otros países, hace pensar en una necesaria reforma de estas instituciones. La supresión del Senado, creado por motivos oligarcas, aumentaría el número de congresistas y con él el número de éstos por provincias. Y el Senado sería, como reza virtualmente el mandato de la Constitución Española de 1978, una auténtica cámara de representación territorial. Otra cáncer político, se implanta en la posibilidad de, no habiendo conseguido mayoría absoluta, poder gobernar con apoyos de partidos minoritarios, generalmente nacionalistas, que hipotecan al gobierno central y le exprimen como un limón consiguiendo, poco a poco, la culminación de sus pretensiones: la segregación de una parte del territorio nacional. Actualmente el gobierno está absolutamente ahogado por las peticiones nacionalistas, ya no sólo de vascos y catalanes, sino de gallegos, leoneses, canarios y mallorquines.

Pero, curiosamente, ningún partido político en el poder, ha iniciado seriamente la reforma de la ley electoral, porque, de hecho, interesa alguna maniobra jurídica, acogida a la ley, que cubra los tapujos de los que mandan. Sobre todo la ley de financiación de partidos, que no permite hacer donaciones a los partidos políticos que desgraven, ni crear negocios para obtener una honesta financiación. Ahora  los bancos financian a los partidos políticos, bajo cuerda, y dada la situación actual de necesidad perentoria de apretar a los bancos para que sigan financiando a pequeñas y medianas empresas, no lo hacen por temor a la publicación pública de las deudas de los políticos. Y los que es más ¿qué han hecho con los dineros adquiridos por la patilla y a fondo perdido?

Con esto ya sería suficiente para comprender que hay que hacer una reforma total del país y de sus instituciones, pero, por si fuera poco, el punto tercero da para mucho. Es el que se refiere a la:

Capacidad y honestidad de los políticos.

Para acceder a cualquier cargo de responsabilidad, en cualquier empresa, se exige la presentación de un curriculum vitae y una serie de títulos académicos y de logros anteriores, que respalden al candidato. Es más, actualmente está de moda –porque es muy efectiva- la figura de técnicos en selección de personal. Nadie, que no esté realmente capacitado, a no ser que sea el hijo del jefe, puede acceder, hoy en día, a ningún puesto de mediana responsabilidad dentro de una empresa privada. Y para conseguir una plaza en la pública, hasta para formar parte del cuerpo de limpieza de los organismos oficiales, hay que hacer oposiciones, y hay que tener conocimientos de cultura general, matemáticas y estadística de empresa.

Para ser político; para presentarse a unas elecciones, no hay más que haber lamido el esfínter anal del capo del partido, tener un master en “una mentir repetida muchas veces, llega a convertirse en una verdad palmaria”. Un “grado” completo en “El que reparte, se lleva siempre la mejor parte” y una “diplomatura” en “Más vale perder a un amigo que perder dinero”. También es interesante tener conocimientos en “Dios manda que se tenga, venga de donde venga” y “Las deudas grandes no se pagan, y las pequeñas hay que dejarlas engordar”. Y el colmo, lo que consagra al aspirante, y hace que las masas babeen de placer es que tenga alguna facilidad para poner en práctica las enseñanzas recibidas sobre “difama, que algo queda”.

Por si no se entiende, lo que quiero decir con toda esta mala baba, es que los políticos son, en un noventa por ciento, analfabetos funcionales y tontos útiles. No saben nada de nada de índole práctica para el pueblo. Sólo saben mentir, insultar, prometer en barbecho y luego no cumplir. Se tapan unos a otros, no vaya a ser que suene la flauta, triunfe mi partido y no pueda cometer las tropelías que cometió el rival. Los políticos, hoy en día, por cualquier medio, se llenan la andorga y lo guardan bajo doce llaves, para que nunca se sepa. Y, para más abundamiento, gozan de rentas vitalicias por sus muchos desvelos por el pueblo mientras estuvieron en el gobierno.

España ya no es ni azul, ni roja, es negra como un zapato. Ya lo dijo Don Miguel María del Valle Inclán comentando a su amigo Miquelarena: “¡Qué país, Miquelarena. Aquí, el que no nace hijo de puta, acaba siéndolo con el tiempo!”.

O el Rey da un golpe de estado, y pronto,  o emigro a Italia, por ejemplo…

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