martes, 22 de diciembre de 2009

DOCTOR: SÁLVEME LA PIERNA, POR FAVOR

DESPUES DE CONSEGUIR QUE NO LE CORTARAN UNA PIERNA, PROTESTÓ AIRADAMENTE PORQUE LE DAJARON COJO.

Siempre me impresionó la vivencia de hace algunos años. Por aquel tiempo el Hospital Provincial “San Telmo”, contaba algo en la sanidad palentina. Jugaba en igualdad de condiciones con la Residencia Lorenzo Ramírez. Era un punto de referencia para las urgencias, sobre todo traumatológicas. Todos los accidentes del norte, acudían a San Telmo que estaba más cerca que la Residencia. Allí había un gran equipo de traumatología encabezado por el Dr. Dn. Bonifacio Aguayo Lorent “El Boni”. Magnífica persona, buen médico, cirujano habilidoso donde los haya y buen jefe de su gente. Lloramos mucho su pérdida y ahora recordamos sus anécdotas. Fue Presidente del Palencia club de futbol y, of de record, nos contaba los sobornos de todo tipo a los que se sometían los árbitros de segunda “B”.

Aquel día hubo un accidente de tráfico, grave, en la carretera de Burgos. Tres ambulancias llegaban al mismo tiempo con sus alarmas a todo meter. Todo el personal médico estábamos alertados de la llegada de varios politraumatizados y, en aquellos días –de diferente matiz bajo muchos puntos de vista- salíamos a la puerta del hospital para recibir a los pacientes. Bonifacio, el primero. Uno de aquellos accidentados, con una de sus piernas en malísimo estado, rogaba al Boni, a gritos y con lágrimas en los ojos, que le salvara la pierna. ¡Por favor, doctor, sálveme la pierna, por Dios¡ ¡Sálveme la pierna, por lo que más quiera! –exclamaba al borde la pérdida de conciencia-. El Dr. Aguado se empleó a fondo. Después de dudar mucho si amputarle aquella extremidad prácticamente machacada, y después de una laboriosa intervención de más de 8 horas, durante las que reconstruyó huesos, realizó injertos, suturó músculos, canalizó venas y arterias y recuperó nervios, le dejó la pierna entera, en espera de la evolución. Después muchas semanas de curas y de cuidados, la pierna cobró vida y pasó el peligro de gangrena e isquemia grave. A los tres meses de rehabilitación, el paciente era capaz de andar solo, con ayuda de unos bastones, y a los cinco meses fue capaz de dejar los apoyos. Aquel paciente que llegó al hospital con la pierna destrozada, había tenido la inmensa fortuna, gracias a Dios y al doctor Aguayo, de acabar con una cojera ligeramente visible.

Los humanos somos olvidadizos y, fundamentalmente, poco agradecidos. Al poco tiempo de abandonar los bastones para siempre. Aquel humano que había salvado su pierna - como le suplicaba al Boni antes de entrar en el quirófano-, hablando con un conocido, se atrevió a decir: “Pues ya ves lo que es la vida. Aquí me tienes: cojo gracias al Boni”. Las súplicas y la dedicación del Dr. Aguayo no sirvieron de nada ante la poca conciencia del hecho que demostró el paciente. Así somos los humanos.

Hoy he reproducido una reacción parecida en mi persona, pero he tomado conciencia de ella y me ha servido como experiencia. Lo cuento rápido para no aburrir:

Después de buscar una imprenta que nos tuviera a tiempo mi libro de autoayuda La Serpiente de Fuego, cuando nos manda los primeros ejemplares, que debíamos de presentar a la Diputación para cobrar la subvención que nos había concedido para su edición, me pongo como un monstruo de las galletas, porque han mandado los libros equivocados, y para más abundamiento, las tapas no cierran bien. De manera que después de rogar porque tengan el trabajo a tiempo –argumento principal de la película- me pongo como una bestia por otros motivos. El caso es protestar y echarle la culpa al que se deje. Así somos la raza humana. Menos mal que algunos tomamos conciencia de nuestros errores y aprendemos de ellos. Amén.

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