miércoles, 23 de diciembre de 2009

LOS PARADIGMAS DEL DEPORTE

¡Que, no! ¡Que no tengo envidia, ni nada de eso! Sólo expongo mi manera de pensar al respecto. Yo ya tengo vendido todo el bacalao. A veces lo vendí a buen precio, y otras me timaron; pero lo vendí. ¿Me empeño en decir a la gente lo que tiene que decir, hacer o pensar? ¡No! Con una meridiana simplicidad me dedico a vivir el momento y a no juzgarlo. Sin embargo, tengo una extraña compulsión a escribir como si fuera de carne y hueso; como si perteneciera a esta loca raza de humanos que caminan hacia su destrucción moral y psíquica. Ha pasado en el final de todas las civilizaciones y la nuestra no va a ser una excepción. Mircea Elíade, filosofo rumano, estudioso del chamanismo y de las religiones, lo expresa muy bien en su libro El mito del eterno retorno. El título habla por sí mismo de la sistemática periodicidad en los intentos de destrucción de la raza y de la civilización. En su primer capítulo, reza así:

En el detalle de su comportamiento consciente, el “primitivo”, el hombre arcaico, no conoce ningún acto que no haya sido planteado y vivido anteriormente por otro, otro que no era un hombre. Lo que él hace, ya se hizo. Su vida es la repetición ininterrumpida de gestas inauguradas por otros”.

Somos reiteradamente estúpidos al ignorar la historia que, aparte de constituir un soporte cronológico de los hechos acaecidos en el pasado, como ejercicio mental para los estudiantes, es un ejemplo vivo de lo que se debe y no se debe hacer, dadas las consecuencias de explicación intachable en sus textos. Pero vivimos inmersos en tics y manías que a nuestros mayores les condujeron al abismo. ¿Será que nos consideramos más listos que nuestros abuelos? Eso debe ser, porque estamos cometiendo, tozudamente, las mismas equivocaciones que ellos cometieron.

Es pueril e irreflexivo bajar siempre por las rodadas que nos han llevado a chocar contra el mismo pino. Pero nos empeñamos en repetir el mismo camino, una y otra vez. Y, una y otra vez, acabamos con la piñonera incrustada en la rugosa corteza del árbol piñonero. Las ideas, como los convenios, están para ser revisados al cabo del tiempo. Pero ideas y convenios parece que toman carta de naturaleza y nadie quiere arriesgarse a cambiar ni un palitroque de una eñe. Así andamos dando trompicones con ideas tan agostadas, a mi manera de ver, como los valores académicos, el deporte, los ideales, la comunicación, la basura de los medios, etc.

Ponen, en este momento, a Messi como el paradigma de la excelencia; como ejemplo para la juventud; como dirección a la que hay que llegar, sí o sí. Pero, reflexiono, ¿Es bueno acudir al deporte como medio de vivir opíparamente a costa de un físico trabajado y de unas cualidades, la mayoría de las veces innatas, que te aúpan al cenit, no de los ingenios, sino del músculo? He dicho varias veces –perdón, creo que solamente una vez- que el aforismo “Mens sana in córpore sano”, está rigurosamente errado de principio. La colocación de las palabras es correcta de esta forma: “Corpore sano in mens sana” Repito que el estado orgánico responde al estado de la mente y no al contrario. Que se vive como se piensa, y no al contrario. Que la mayoría de las enfermedades son de origen psicosomático, y no al contrario. Y que, definitiva y concluyentemente, por mucho ejercicio físico que se practique, la mente puede estar extraviada de lo más. ¿Por qué no colocan al Dr. Cavadas como paradigma para la juventud, en vez de entronizar a un deportista de élite? ¿Por qué no cambiamos alguna vez de rodadas para no darnos de piños contra el árbol? ¿Por qué no enseñamos a nuestros hijos el ser, en vez del tener? ¿Por qué los educamos en la competitividad en vez de educarlos en la solidaridad. En:“vamos a unirnos para demostrar nuestras habilidades, no uno contra otro, sino yo contra mí mismo”?

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