martes, 5 de enero de 2010

CARTA ABIERTA A SUS MAJESTADES LOS REYES MAGOS DE ORIENTE

A sus Serenísimas y Graciosas Majestades Los Reyes Magos de Oriente.

Queridos reyes Magos:

Prescindiendo de mi grado de bondad durante este año 2009 –que creo que para vosotros no representa nada, ya que hacéis dádivas a gente mala, mala, de solemnidad- Os pido algunas cosas, tanto para mí, como para los que me rodean.

Quiero que traigáis sensatez al mundo, y que la espolvoreéis abundantemente en los edificios donde habitualmente dicen sus mentiras lo políticos. Creo que con sensatez (prudencia, buen juicio y sentido común) estos pobrecitos inútiles, dejarán de cometer tropelías refugiándose en sus ideas políticas, que les importan una auténtica higa cuando se trata de rebañar, tapiñar y rapiñar.

También os pediría por favor, que derramarais en los mismos sitios de antes, grandes dosis de prudencia. Cualidad que consiste en actuar con reflexión y precaución para evitar posibles daños. Y también, moderación al hablar o actuar.

No creo que fuera mucho pedir, que trajerais, para repartirlo indiscriminadamente por todo el mundo, varias toneladas de temor de Dios. A ver si de esta manera no se cometen tantas atrocidades, pensando en un posible castigo: Ahora, como les interesa no creer en el Sumo Hacedor, dan rienda suelta a sus bajas pasiones y a sus ansías depredadoras, tanto de sexo, como de dinero.

Si fuera posible, os rogaría unas cuantas toneladas de hombría de bien y de recto obrar, para que los dirigentes, a todos los niveles, no se lucraran de mala manera, sin importarles quién pueda salir afectado.

Como para vosotros los prodigios son cosa hecha, me atrevo a pediros una originalidad: En vez de traer, quiero que os llevéis de este mundo la avaricia, que mueve a los banqueros del mundo entero a quedarse con los lícitos ingresos de los trabajadores, para negociar con ellos, y jugar a que sólo les devuelven una pequeña parte cuando lo precisan.

Derramar sobre los traficantes de droga, de armas y de blancas, la clarividencia suficiente para darse cuenta de lo que están haciendo, y que cambien radicalmente de manera de actuar.

Dotar a los responsables de la justicia, de un estricto sentido de la ecuanimidad, honestidad, rectitud, imparcialidad, probidad, honradez, objetividad, equidad e independencia, para que la puedan administrar como un padre juzgaría a sus hijos.

De cualquier manera, vosotros sabréis cómo os las apañáis, traer la verdad a los corazones de todos los hombres de buena voluntad, para que, nunca más, puedan mentir deliberadamente para conseguir sus fines espurios.

Por último –rogando al cielo que no me haya hecho excesivamente pesado con mis peticiones- Ruego que derraméis sobre todos los hombres la capacidad de vivir el momento, y la consciencia para darse cuenta de que el ser humano es el mayor agente patogénico de sí mismo, y que las enfermedades no las manda Dios; que nacen de pensamiento de los hombres.

Gracia que espero alcanzar de sus Graciosas Majestades, a quien Dios guarde muchos años, para que podamos seguir colaborando por siempre, jamás. Amén, Jesús.

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