martes, 5 de enero de 2010

EL AMOR MAL ENTENDIDO

Parece mentira que gente, habitualmente de prestigio, formada, sabia; todavía, a estas alturas, tengan la mente ocupada con patrañas y programaciones agostadas y obsoletas que, sin embargo están también presentes en el 99’98 % de las mentes humanas. Me refiero a un artículo de mi admirado Eduardo Punset en el XL del diario de ABC. En él, expresa, acongojado por la situación, la historia decadente de una bragada mejicana que, si bien en la flor de su juventud apabulla a los hombres, incluso infringiéndoles heridas con una daga que lleva constantemente encima como arma de defensa contra abusadores: “Mira, hijo de la chingada, no porque veas que soy mujer vas a jugar conmigo; yo, con el que quiero, hasta me le arrastro, ¡pero a puritito güevo, no!”, exclamaba; en su atardecer pierde el interés por su vida corroído su interior por un gran amor que, según Punset, la nace de dentro. “Mi vida no vale nada”, repetía. “Con la cantidad de gente que ansía vivir, que podría disfrutar con mi vida, y a mí me sobra”, añadía. A mí, muy sensible por otra parte, esto me parece un chorrada más propia de una adolescente, que de una mujer entrada en años, en un país matriarcal y machista –que aunque puede parecer una contradicción, no lo es tanto- en el que machos y hembras se ponen el gorro en la mayor impunidad, con drama de por medio, pero en la mayor impunidad. ¡No me vengas con bobadas!...Una mujer mejicana, bragada, muriéndose de amor por un mejicano coqueto y huevón. ¡La habrá picado la mosca o algo así! Y luego, para más abundamiento, mi querido Eduardo lo cuenta como una atrocidad sentimental digna de ser escrita ¡Con lo sabio y lo mayor que eres! ¿Pero todavía no has llegado a la conclusión –tú, que conoces los mecanismos del cerebro-, de que lo que induce al hombre a todos sus desastres es la programación a que nos someten desde niños? Nos etiquetan con ideas peregrinas como: El amor, para serlo, debe ser correspondido. O: Si yo te doy, tú, obligatoriamente, me debes de dar…

Querido Eduardo: El amor, o es incondicional o no se merece el calificativo de amor. Si esperas que te devuelvan algo de lo que das, la situación se convierte en un negocio, una transacción comercial, un trueque. Nos han programado para necesitar amor perentoria e incesantemente. Y lo que verdaderamente necesita el ser humano es amar por encima de todo. Todo lo demás son apegos. ¿Y qué es un apego? Un deseo sin el cual yo no puedo ser feliz. Pero si yo fundo mi felicidad en algo o alguien, se comprende fácilmente, que si yo pierdo ese algo o ese alguien, mi felicidad quedará destruida para siempre, jamás. ¿Ves lo estúpido de la situación que tú consideras como desgarradora? A tu mejicana (con jota) nunca la enseñaron a dar sin recibir; nunca la dijeron que el amor debe ser incondicional y jamás la aleccionaron en el sentido de cultivar los desapegos: Yo te doy mi amor y tú haz lo que quieras con él, siempre que no me agredas. Dile a tu querida amiga mejicana, que espabile y que aprenda que el amor no es drama, ni terror, ni desahucio. El amor es bellísimo; es el alimento del ser humano de niño. De adulto, su alimento consiste en dar el amor, que se multiplica al ofrecerlo de una manera incondicional y desinteresada.

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