jueves, 7 de enero de 2010

UN ATAQUE DE ENVIDIA. LO CONFIESO HUMILDEMENTE.

Revisando unas notas, para mi libro "Sumérgete en el estrépito de la batalla", me encuentro con esta carta dirigida a Paulo Coelho, que posiblemente os guste y os dé noticias frescas sobre algunos aspectos de la personalidad humana.

Hoy, día 30 de Julio de 2009, como de costumbre, al levantarme de la cama (7:16) busco la prensa de ayer para acompañar mi soledad en el cuarto de baño. Me topo con la página de Paulo Coelho en el XL del ABC. Me inquieta que siempre haya alguien, en algún lugar del planeta, que piense igual que tú y que lo plasme en papel. Hace tiempo que he escrito un libro “La Serpiente de Fuego” en el que, al final, describo unos días de mi vida, minuto a minuto, pero no para satisfacer la curiosidad morbosa de mis lectores, que no los tengo como Paulo, sino para demostrar la tesis de que se puede vivir el momento, como método infalible de felicidad, bienestar y salud. Como él, voy pormenorizando mis anécdotas del día a día y contando mis entresijos, los buenos y los malos. Él, en un apartado, escribe textualmente:

“Martes: 1) A las 10.00 h, café con leche, zumo de naranja y pan con aceite (siempre tomo lo mismo, incluso cuando estoy en hoteles, lo cual ocurre la mayor parte del año). Tres comprimidos de echinacea, una hierba que dicen que fortalece el organismo contra gripes y que se ha mostrado a la altura de su reputación (aunque no haya base científica que lo explique).”

Entre otras cosas a las que podría sacar punta, me parece harto aburrido comer siempre el mismo desayuno, incluso en los hoteles. ¡Con los bufetes que ponen en los de cinco estrellas! –que son a los que irá mi admirado Paulo, naturalmente-. Aparte de esta estúpida intención de meterle el dedo en el ojo a Paulo, por puñetera envidia, ni más ni menos, que ya me dirás qué puñetas le importará a Paulo lo que yo opine. Exactamente igual que me importa a mí lo que opine él y sus disquisiciones sobre cómo no comerse el coco a diario, que es lo que enferma. La cuestión es muy fácil. Habría que escribir, todo seguido, en un libro de quinientas páginas, desde el principio hasta el final: “Vive el momento. Vive el momento. Vive el momento…” Pero, claro, esto no se lo cree nadie. A Paulo, que está tocado por el dedo divino, sí le creen y compran sus libros a miles. No quiere decir esto que los míos no los compren, sino que me gustaría que, mañana pudiera vivir yo como él, a cuerpo de rey, con una literatura ramplona y monotemática.

¡Me cachis…! Me salió el ser envidioso que llevo dentro… Continuemos. Estrujo su comentario sobre la equinacea y su aserto de que se ha ganado su buena reputación como elevadora del nivel de defensas orgánicas, “aunque –aclara- no haya base científica que lo explique”. Mi querido Paulo, tu vida de escritor de fama, se conoce que no te ha permitido profundizar en las motivaciones del mundo actual y cómo influyen algunas multinacionales en todas las parcelas de nuestra vida. La ciencia no avala, ni la décima parte de las cosas que funcionan, por pura conveniencia económica. Hoy en día, la medicina está totalmente mediatizada por las industria farmacéutica, que decide sobre lo que hay que consumir, cómo y por qué. Hay montones de productos en las parafarmacias, en los herbolarios y fabricados en laboratorios clandestinos, que funcionan a las mil maravillas, pero están perseguidas por el Ministerio de Sanidad que es un sicario de la farmacia.

La homeopatía se estudia, como especialidad médica, en casi toda Europa. En España no existe oficialmente, y los medicamentos homeopáticos no se expenden con receta oficial. Y, sin embargo, está demostrada su eficacia empírica –ya que no científica- en un tanto por ciento apabullante de pacientes. No sólo estándar, sino en niños y en animales - nada sospechosos de asumir placebos-. La ciencia oficial, se desentiende de la formal investigación de este tipo de remedios, porque no interesa económicamente. Y el Ministerio de Sanidad está en la línea de no autorizar su venta en farmacias, no vaya a ser que su proliferación ahogue un poquito a antibióticos, antiinflamatorios y analgésicos.

Los remedios florales del Dr. Bach, hace años que mejoran sustancialmente todo tipo de males, incluso depresivos. Pero la industria farmacéutica ahoga a todos estos medicamentos que mejora sustancialmente la calidad de vida de los pacientes, sin crearles adicción, que es lo que hacen los medicamentos de la medicina oficial, coger por los testículos al paciente para que consuma el producto hasta que se muera, so pena de tener un síndrome de privación, como el que producen las drogas, cada vez que intenta dejarlo.

La Medicina Biológica de Hammer, funciona en el cien por cien de los pacientes, pero no ha habido nadie que haya podido investigar sus teorías a fondo, porque sistemáticamente se dedican a perseguir y encarcelar a todos los médicos que se empeñan a ponerla en práctica. Uno de los principios de esta medicina es ponerse frontalmente en contra de quimioterápicos y de alguno de los específicos que tienen efectos letales.

Un aforismo médico, muy extendido, reza que los medicamentos que funcionan deben tener efectos secundarios nocivos, que necesitarán el empleo de otros específicos, que, a su vez, también poseen efectos secundarios agresivos, y así sucesivamente. De forma y manera que todo es una cadena de fabricación de dinero a costa de los médicos, y lo que es peor, a costa de los enfermos.

La ciencia oficial refrenda una mínima parte de las cosas que funcionan, en todos los órdenes de la vida, pero no quiere esto decir que el refrendo oficial sea una conditio sine qua non que avale los efectos beneficiosos de tal o cual producto: Como no está aceptado por la ciencia, será que no funciona…Ni mucho menos. Ni están todos los que son, ni son todos los que están.

De manera que, querido, admirado y envidiado Paulo. Esa salvedad de la base científica, puede equivocar a mucha gente y, para mí, es un contrasentido que tú evoques la base científica y que, sin embargo te tomes la echinacea, por si las moscas. “Más Platón y menos Prozac” es un fantástico libro escrito por Lou Marinoff, que deja bien claro que la mente es un prodigio como fábrica de quimeras, depresiones y toda clase de enfermedades. No pienses, actúa.

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