lunes, 4 de enero de 2010

DECÁLOGO DE PROPUESTAS PARA 2010

Hoy es el día de las propuestas. El día 1 todavía es pronto, después de desperezarse e intentar salir de la resaca, sólo nos proponemos darnos una ducha calentita a ver si así mejoramos la calidad del cuerpo y de la cabeza, que está ligeramente caótica. Anoche pensamos demasiado, con el alma blandita, pero demasiado: Oímos los discretos intentos por llamar la atención de las ancianas, o definitivamente el intento de chantaje vil al que someten a la familia.

Antes de las uvas, pues ya se sabe: A mí no me las peles. Pero luego todo el mundo se afana por, en los últimos 5 minutos del año, quitarles los hollejos y las pipas. Te miran como diciendo: No quería que te molestaras. Pues más tontos son ellos. Para mí es un ritual de Nochevieja: pelarle las uvas a todos los que cenamos juntos.

Este año me quedo en casa y me acuesto a la hora que me dé la gana. No tengo porque ir a hacerle el rendevous a ningún miembro de la familia. Sin acritud, pero va a ser poco fácil que yo acuda a casa de nadie que no desee fervientemente mi presencia. Para bien o para mal, me quedo aquí con mi mujer. Esta es la primera propuesta. ¡Y, voto al chápiro verde, que la voy a cumplir! La segunda que me propongo, es llevar mi buen humor y mis lisonjas a donde quiera que vaya, pero sin interés: lisonjas desinteresadas, aunque un tanto dirigidas a que la gente se sienta bien. La tercera propuesta es: No permanecer ocioso por más de 15 minutos, hacer siempre algo: escribir, leer, meditar, estudiar, dibujar, andar, hacer ejercicio; siempre algo, nunca ocioso. Esto no tiene que ver con el merecido descanso, que también lo pienso ejercer impecablemente. La cuarta: No criticar. La crítica, tarde o temprano, se vuelve contra uno dejándole maltrecho. La quinta es la más jorobada: Aprender inglés. Siempre me lo propongo. La verdad es que nunca por escrito. A lo mejor, escribiéndolo, toma fuerza y me impulsa a matricularme en la escuela de idiomas o a contratar a un profesor particular. La sexta es, no discutir bajo ningún concepto y por ninguna razón: Callar, siempre callar. Si uno no quiere, dos no discuten y se ahorran las consecuencias –siempre negativas- de la polémica. La séptima, no darme por ofendido. En el daño no participo. En la ofensa contribuyo en un 50% porque me doy por ofendido. Me propongo huir de este tic, extendido como una pandemia en la humanidad. No lleva a ninguna parte, simplemente te acelera la frecuencia cardiaca, te hace segregar adrenalina, te exprime las suprarrenales, y de este estado orgánico no se deriva, nunca, nada bueno. La octava es fijar mi atención solamente en las cosas buenas y bellas: Si voy al campo –por ejemplo- detendré mi mirada en los árboles, en sus bellas hojas, en la hierba, en el ruido de mis pisadas, en el horizonte, en el canto de los pájaros y en el zumbar de los insectos. Nunca se me ocurrirá detenerme en la lata vacía y arrojada impunemente al suelo, o en la bolsa de plástico con restos orgánicos. La novena, no andar mirándome el ombligo; mi cuerpo responde a mis pensamientos, y cuanto más negativos sean estos, peor responderá mi anatomía. Pensaré siempre bien y en cosas buenas y positivas. La décima, me levantaré de la mesa siempre con un poco de hambre. La plétora no es buena para el cuerpo y embota los sentidos. Además, el sobrepeso es nefasto para el buen funcionamiento orgánico.

Estas diez propuestas, se encierran en dos: Me amaré a mí mismo, dándome aquello que nutra a mi cuerpo y a mi espíritu, y amaré a los demás de una forma desinteresada. ¡Total, nada! Me parece que me he pasado. Bueno, ya que lo he propuesto, pondré todo mi empeño en conseguirlo. Por allá, por el mes de Junio, haré una recopilación de mis logros y os los haré saber. Feliz “Veinte, diez”

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