miércoles, 10 de marzo de 2010

LOS ADELANTOS DE LOS HUMANOS


Hace mucho tiempo que en la familia no discutimos, expresamos libremente nuestras opiniones, no como un sistema de confrontación dialéctica, sino como una exhibición de maneras de pensar en un foro de donde se extraerán las más fructíferas para todos.

A esto hemos llegado después de intentar morder la yugular o meter un palo por el ojete del que disintiera de tus propuestas. Pero esto no creo que sea mérito nuestro; ha llegado como por encanto, como traído en volandas, y no hemos tenido más remedio que integrarlo ¿qué otra solución cabe a la bajada de una llamita desde lo alto, que se deposita suavemente sobre nuestra cabeza?

No es fácil; es, por el contrario, bastante jodido cambiar de manera de pensar y de actuar. Entre otras cosas, te quedas sin argumentos. Ya no te cabreas con los políticos, ni con los ladrones, ni con los bancarios. Tienes que cambiar el discurso para ser coherente con tu nueva manera de pensar. Decir cosas de acuerdo con tus nuevos parámetros de conciencia. Pero de esto no tiene la culpa nadie. Nosotros hemos deprecado al Altísimo, insistentemente, para que nos concediera la gracia de comprender. Y Él nos ha concedido la llamita del comienzo de la conciencia.

En esas estamos cuando se suscita una bonita polémica al hilo del estado actual de las cosas y de las conciencias. Los tres decíamos no entender cómo durante siglos y siglos, la gente no ha avanzado nada en su evolución espiritual. No negábamos los adelantos tecnológicos, que dicen a las claras un avance estratosférico en conocimientos científicos y cómo aplicarlos para el bienestar de la humanidad. Pero, paralelamente, esos avances técnicos, han sumido a la humanidad en la esclavitud de la tecnología, de la prisa, del tener lo último, de poseerlo mejor que el vecino, de la codicia, de la avaricia. En suma, la humanidad conocida no ha adelantado nada. Siguen existiendo los mismos pecados capitales que en la época de los Lémures: Avaricia, gula, lujuria, pereza, ira, envidia y soberbia. Y todo el mundo contemporáneo está impregnado de todas estas lindezas. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y, naturalmente, nadie la lanzó porque los lapidarios comprendieron la existencia del pecado más atroz dentro en ellos. Y no tenemos sólo uno, que podíamos haber sanados los otros seis, no, tenemos varios. Y el que más y el que menos, todos.




Y hablo de la época de los Lémures, anterior a la Atlántida, o posiblemente, en algún momento, coetánea. Así que, ahí es nada la pomada. Entonces hubo guerreros que entraron en un estado de iluminación que les convirtió en avatares, pero el resto, tan escoria como ahora. Los mismos vicios, las mismas compulsiones, las mismas atrocidades, la misma avaricia por tener.

Hablando con mi querida hermana, hace escasos minutos, ha salido la conversación de que lo que necesita la humanidad, en vez de tanto quejarse, es rendirse. Y la rendición no quiere decir: Espera que te voy a poner la yugular para que la secciones de un tajo certero con tu gladius. No, se trata de hacer impecablemente la obligación de cada día, y lo demás dejarlo en manos del Gran Arquitecto. Estoy harto de decirlo, el caso no es aferrarse a lo que tengo, no lo vaya a perder. El asunto es dejar que la vida fluya, sin empeñarse en ponerla diques y levantar barreras. “Yo hago lo que sé y lo que puedo; lo demás está en manos de Dios”, que decía el conductor del Rhishka de Nueva Delhi. Si tengo, a por más; si no tengo, a intentar tenerlo a costa de lo que sea. Si no estoy arriba, a escalar peldaños aunque sea a costa de pisar cabezas; si estoy arriba, a pisar más cabezas para sostenerme. Abandónate, sé flexible como las ramas jóvenes, para que los malos vientos no te tronchen. Y vive la vida despreocupadamente.

Hay una lección del Un Curso de Milagros (Fondation for Inner Peace), que he repetido a mis alumnos hasta la saciedad. Su enunciado es Descanso en Dios. Es la lección 109 del Libro de Ejercicios,  y su contenido parcial es el siguiente:



“Descanso en Dios.” Este pensamiento te brindará el descanso y el sosiego, la paz y la quietud, así como la seguridad y felicidad que buscas. “Descanso en Dios.”Este pensamiento tiene el poder de despertar la verdad durmiente en ti que posees la visión que ve más allá de las apariencias hasta esa misma verdad en todo el mundo y en todo lo que existe. He aquí el fin del sufrimiento para el mundo entero y para todo aquel que jamás haya venido o haya de venir para estar aquí por algún tiempo. He aquí el pensamiento mediante el cual el hijo de Dios nace de nuevo para reconocerse a sí mismo.
Hoy descansas en la paz de Dios, tranquilo y sin miedo. Cada uno de tus hermanos viene a descansar y a ofrecerte a ti su descanso. Descansamos juntos aquí, pues así es como su descanso es total, y lo que hoy damos ya lo hemos recibido. El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mete en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos decimos a nosotros mismos: “Descanso en Dios”.

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