lunes, 12 de abril de 2010

COMO EL AMOR DE UNA MADRE

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Conservo vivo en mi memoria, con cuanta dedicación permanecía a mi lado y me sostenía la frente cuando la fiebre me provocaba el vómito. Los paños de agua fría que me aplicaba en la cabeza y las cataplasmas de mostaza que me arrimaba al pecho para que cociera el catarro en mis pulmones. “Ya, ya, cariño –me decía a media voz, muy quedo, para que sólo lo oyéramos ella y yo, que eran cosas íntimas, entre madre e hijo- Ya, corazón -me musitaba al oído mientras yo me rilaba de frío por la calentura- Duérmete, mi niño. Descansa, pimpollo” Todavía siento sus caricias en mi cabeza infantil, de pelo suave y abundante. Su mano tibia y sedosa acariciando mis sienes perladas de sudor. “Duerme, mi amor, que ya se pasa, que ya se pasa”. Horas y horas sin separarse de mi lecho, ni para comer, ni para dormir. Recuerdos que nunca se olvidan. Recuerdos de una madre y de su amor, lo más parecido al amor verdadero; al amor incondicional.





Yo me rio cuando la gente habla de amor; cuando la gente declara que está enamorada. Yo me río que me troncho ¿Qué sabrá de amor una persona que no recuerda la mano de su madre acariciando, horas y horas, los rizos sudorosos por la fiebre? ¿Qué sabrá de amor una persona que pone condiciones al amor? Es igual que si mi madre me hubiera puesto condiciones para cuidarme durante mis enfermedades infantiles. “Si no te portas bien, y no haces los deberes, y no dices palabrotas, y no te masturbas, y te comes todo, y no pegas a tu hermano, y no untas de mierda la cadena el depósito de agua del váter, y, y, y,… no te cuido ahora que estás malito, muy malito, y necesitas tener a mamá aquí a tu lado. Pues eso, que me lo firmes en este papel. Venga. Que te dejo solo y de dan por allí….” ¡Vaya comedia!. El amor es amor, y si no, no vale nada. Hablaremos de contratos de conveniencias, transacciones comerciales, toma y daca, o lo que se quiera, pero nunca de amor. ¡Así queremos los Martínez! ¡Los Fonseca somos fríos para demostrar nuestros sentimientos! ¡Los Grijalbo nunca decimos que queremos a la gente, aunque, en el fondo los queremos, y mucho! Pues ni los Martínez, ni los Fonseca, ni los Grijalbo, tenéis ni puta idea de lo que es el amor.




Cuentan de mujeres que enfermaron de amor, que se volvieron locas por amor, que murieron de amor. Bonita y estúpida manera de dar al traste con la felicidad que estamos obligados a vivir. Estas situaciones son dramas que nos organizamos algunos para no hacer lo que debemos: Amar incondicionalmente y, lo que es peor, sin apegos.

Siddhartha Gauthama, El Buda, predicó cosas muy bellas y muy prácticas. Dijo: “El dolor de la gente está causado por los deseos. Si eliminamos los deseos, desaparece el dolor” Pero no podemos vivir ni un día sin deseos, que son el motor mental de nuestros actos. Escribo porque lo deseo, me levanto porque lo deseo, me acuesto porque lo deseo. No se puede prescindir de los deseos para vivir en el mundo. ¿Entonces la frase de Buda está equivocada?. No. Está mal traducida. Tenemos que cambiar ‘deseo’ por ‘apego’ para que sea redonda y comprensible ¿Y, qué es el apego? Es el deseo sin el cual yo no puedo ser feliz. Esto, sí es correcto. Entonces la frase quedaría estructurada de esta manera: “El dolor de la gente está causado por los apegos. Si eliminamos los apegos, desaparece el dolor”

Nos han programado, desde niños, para que tengamos dependencias y apegos. No podemos vivir sin los apegos a todos y a todo. “Sin Paula no puedo ser feliz; si ella me falta, me muero” “Si no me caso con Raquel, me da algo” “Me tengo que comprar ese automóvil, porque, si no, no voy a estar tranquilo el resto de mi vida” Hay que llegar a la conclusión de que todo eso nos encadena, cada vez con más persistencia, a la infelicidad, aunque parezca una extraña paradoja. Pero yo tengo que aprender a ser feliz a pesar de las circunstancias. “Quiero tanto a Paula, que la dejo libre” “Amo de tal manera a Raquel, que no me importa que ella no me corresponda” “Con Conchita, soy muy feliz; sin ella, también soy muy feliz” Este es el final del aprendizaje del ser humano en este paraíso que es La Tierra: Amar incondicionalmente. Yo te amo y te doy mi amor; haz con él lo que tú quieras.

Mientras la gente no aprenda a AMAR, no sabrá lo que es el amor verdadero y seguirá actuando por apego, por comodidad, o por imitación de las malas artes de la gente, que con respecto a la relación, nos han enseñado. O el amor es incondicional, o no es amor. Y esto, mi querido amigo, va a Misa.

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