miércoles, 14 de abril de 2010

QUERIDO AMIGO JAVIER JURADO

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Muchacho: te veo bastante jodido. La causa puede ser que eres joven y todavía tienes algún que otro pájaro en la cabeza. Y es natural. Cuando vayas cumpliendo, irás, indefectiblemente, considerando las cosas de la vida de una manera diferente. Pero hay quien aprende a bofetadas –estúpida manera de aprender-. Pero las cosas no van, créeme, como tú imaginas. No decide tu entorno tu manera de vivir, ni tu manera de pensar, ni tu manera de actuar. Eso lo decides tú. Tú decides cada mañana, cuando abres los ojos, estar feliz o con un cabreo del quince. Tú decides, cada tarde, estar hasta el gorro de todo, o estar contento con lo que haces. Tú decides votar o no hacerlo. Tú decides que se te revuelvan las tripas cuando ves a los políticos por TV, o pasar de ellos olímpicamente. Tú decides seguir la senda que te enseñó tu abuelo, o ser un innovador y largarte a otros pagos. Tú decides apoyarte en el dinero, como único dios, o prescindir de esa parte, que la gente cree que es fundamental, para hacer impecablemente las cosas de tu vida, porque, lo demás, “Te será dado por añadidura”.

¡Cuidado que lo llevo diciendo hace años!. La panacea es vivir el momento. Y no hay otra solución. Y vivir el momento con intensidad diez, como si fuera el último de tu vida. Y vivirlo sin juzgar, sin criticar y sin querer entender más de lo que te corresponde. Hay dinero, me lo gasto. No hay dinero, no me lo gasto; pero impecablemente.






Yo hago lo que tengo que hacer de una manera escrupulosa, y lo demás está en manos de Dios. Desde luego, no en manos de los políticos, ni de los bancos, ni de las juntas, ni de las separadas, ni de las empresas, ni de los sindicatos –de esos, menos que nadie-. Todo, todo, créeme, está en tus manos. Que te desesperas por falta de recursos monetarios, es tu problema. Que no puedes con la situación política, es tu problema. Que no puedes con la situación laboral, es tu problema. Y, de seguir así, serás uno de los cadáveres que va dejando la sociedad (en general) en su loca carrera del ‘estado de bienestar’ ¿¡Pero, qué bienestar, ni qué pollas en vinagre!? Aquí el bienestar me lo proporciono yo, aunque no tenga dinero, aunque no pueda veranear en La Toja, a pesar de no tener un automóvil de alta gama, de estar por encima de las casas de más de 60 metros –que, hoy en día, ya es demasiado-. Y no me pongo pretextos. Es que…, es que… No hay 'esques' que valgan. Comemos el doble de lo que necesitamos, no podemos cagar más que un váter, el dormitorio sirve para dormir, y, para eso, no hacen falta 20 m², o más. La ropa se puede colocar convenientemente en un armario discreto, no hacen falta closet, tipo americano, ni tampoco un auto que se ponga de 0 a 100 en menos de 7 segundos; eso es marketing puro y duro.






Nos están bombardeando, a diario, a través de todos los medias, con anuncios de todo tipo de consumibles, objetos, tratamientos, establecimientos hoteleros, viajes al último confín de la tierra. Y, naturalmente, hay incautos que se dejan atrapar en las redes doradas de la propaganda. Y nos creemos que es lo que hay que hacer y a lo que hay que aspirar en esta vida: a tener un casoplón, un automóvil de más de 4 cilindros, una segunda casa para los fines de semana, un pelucón de oro, un vestuario para cada ocasión, jugar al golf con unos palos Taylor Made de fibra de carbono, con contrapeso y alidada, etc. Y, sobre todo, y por encima de todas las circunstancias, ‘seguridad’, mucha, mucha seguridad, mazo de seguridad. ¡¿Pero, qué seguridad, ni qué rábanos?! Si la seguridad es una cuestión mental; está dentro de ti mismo o no es, ni está en ningún otro lugar.

Se impecable en tu vida, en tus relaciones y en tu trabajo y deja que la vida fluya. No controles, suéltate y deja que el río de la vida te empape hasta que chorrees de dicha y de felicidad. No hay nada más que hacer; no hay nada más que pensar.

¿El tener es malo? ¿Me estás diciendo que hay que ser pobre para ser feliz? No. Te estoy diciendo que mientras te empeñes en tener, más se aleja de ti el ser.

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