domingo, 9 de mayo de 2010

EL SECRETO ESTÁ EN SOLTARSE




…Un obrero habló y dijo: “Es fácil para ti, Maestro, porque a ti te guían y a nosotros no, y no necesitas trabajar como nosotros. En este mundo el hombre debe trabajar para ganarse la vida.”
El Maestro respondió y dijo: “Una vez vivía un pueblo en el lecho de un gran río cristalino. La corriente del río se deslizaba silenciosamente sobre todos sus habitantes: jóvenes y ancianos, ricos y pobres, buenos y malos. Y la corriente seguía su camino ajena a todo lo que no fuera su propia esencia de cristal.

Cada criatura se aferraba como podía a las ramitas y rocas del leco del río, porque su modo de vida consistía en aferrarse, y porque desde la cuna todos habían aprendido a resistir la corriente. Pero al fin una criatura dijo: ‘Estoy harta de asirme. Aunque no lo veo con mis ojos, confío en que la corriente sepa hacia dónde va. Me soltaré y dejaré que me lleve a donde quiera. Si continúo inmovilizada, me moriré de hastío. Las otras criaturas rieron y exclamaron: ‘¡Necia! ¡Suéltate y la corriente que veneras te arrojará, revolcada y hecha pedazos, contra las rocas, y morirás más rápidamente que de hastío!’ Pero la que había hablado en primer término no les hizo caso, y después de inhalar profundamente se soltó; inmediatamente la corriente la revolcó y la lanzó contra las rocas.






Más la criatura se empecinó en no volver a aferrarse, y entonces la corriente la lanzó del fondo y ella no volvió a magullarse ni a lastimarse. Y las criaturas que se hallaban aguas abajo, que no la conocían, clamaron: ‘¡Ved un milagro! ¡Una criatura como nosotras, y sin embargo vuela! ¡Ved al Mesías, que ha venido a salvarnos a todas!’

Y la había sido arrastrada por la corriente respondió: ‘No soy más mesías que vosotras. El río se complace en alzarnos, con la condición que nos atrevamos a soltarnos. Nuestra verdadera tarea es este viaje, esta aventura. Pero seguían gritando aún más alto: ‘¡Salvador!’, sin dejar de aferrarse a las rocas. Y cuando volvieron a levantar la vista, había desaparecido, y se quedaron solas, tejiendo leyendas acerca de un Salvador.” (Ilusiones. Richard Bach).






El secreto está en soltarse, en no seguir la corriente que desde que nacemos nos sugieren seguir, so pena de ser segregados del grupo como un tumor maligno en cualquier organismo. Pero no sabemos más que eso, asirnos fuertemente a las tradiciones para que no nos arrastre la corriente a sitios desconocidos y, por lo tanto, tremebundos. Todo el mundo se aferra tenazmente a este modo de vida, pues yo también. Todos los seres que me rodean enferman, pues yo igual. Todas las personas de mi entorno sufren, ergo yo sufro más que nadie. Y nos aferramos a las hierbas y a las rocas del fondo dejando que la corriente nos pase por encima durante toda la vida, sin pensar que puede haber otras realidades que no te hagan morir de hastío.







Nos han enseñado a controlar el panorama en cada momento para sentirnos seguros. Y no es ese el cometido fundamental para el que hemos venido a vivir a este planeta. Únicamente se nos pide, casi con llanto en los ojos, que vivamos el momento, que no nos instalemos en el pasado, ni viajemos al futuro. Esto es soltarse: Vivir el momento con pasión desbordada, haciendo lo que está previsto, íntegramente. Estar en cada sitio, totalmente, sintiendo el cuerpo, actuando, trabajando, percibiendo, amando. Siempre en el momento; siempre aquí y ahora.

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