sábado, 15 de mayo de 2010

LA MALA EDUCACIÓN




Veo un ‘programilla’ de una televisión autonómica, naturalmente de debate –parece que esto se la pone al público- en el que se lucubra, se anda por las ramas y nadie aporta soluciones, y, por supuesto, nadie propone ideas medianamente inteligentes. Se discute sobre la enseñanza; esa abandonada por los sucesivos gobiernos, seguramente porque no interesa ponerla en su sitio, porque es poco electoralista y políticamente incorrecto.

Todo el mundo habla de la culpa de unos y de otros, de la imperiosa necesidad de que cada quién pueda estudiar en castellano, esté en donde esté, y de las competencias autonómicas, amén de las subvenciones a las públicas y a las privadas.





Pero, qué me importa a mí toda esta palabrería que no lleva a ningún sitio, si el fondo de la cuestión no es ese, sino el desastre y la ruina en la que se ha convertido la enseñanza escolar, que repercutirá absolutamente en la universitaria.

El informe Pisa, ha puesto en solfa el sistema educativo español, y las comparaciones entre, por ejemplo, Finlandia y España que son, tan abismales, que produce escalofríos y vértigo. Hablan de que en aquel país, es fundamental el profesor como piedra angular del sistema, que tiene que poseer estudios universitarios superiores, debe tener buena formación técnica y humana, y de bebe de estar motivado y ser experto en pedagogía. Cuentan que allí los estudios son gratuitos –incluso una comida que se ofrece en el colegio- y que los alumnos son solidarios y caritativos con los compañeros. No existe competitividad y unos se apoyan a los otros para llegar todos a un conocimiento exhaustivo. Además, aprenden cuatro idiomas. Magnífico. Ese puede ser el camino a seguir, pero, para ello, habría que poner cabeza abajo a todas las instituciones del Ministerio de Educación, empezando por los sucesivos ministriles que no saben ni hacer la ‘o’ con un canuto, y, además no se dejan aconsejar por los que verdaderamente saben de la cuestión.





A mi qué más me da que mi hijo aprenda matemáticas en gallego o en bable. El caso es que haya alguien que se las enseñe y le haga amar la asignatura; es decir, un profesor competente. Pero qué gano con que tenga un profesor competente, si no tiene ni idea de pedagogía moderna, media o antigua, y si le obligan a dar clase de una signatura que no tiene nada que ver con su especialidad. Qué gano yo con que mi hijo tenga unos profesores de elite, que sepan pedagogía por un tubo, si no les dejan libertad de cátedra y expresan, durante sus horas lectivas, una tendencia política e ideológica chocante. Qué gano yo con que el profesor sea impecable, si no le autorizan a reconvenir al alumno que hace algo mal, que le tutea descaradamente y que le manda a freír espárragos a la primera de cambio, cuando no le suelta una bofetada por un ‘quítame allá esas pajas’. Que gano yo con tener un profesor decente, si no le dejan educar, pedagógicamente, al alumno. Qué gano yo con todo esto, si hay padres ignaros, iletrados, analfabetos, que cuando un profesor le da un capón al niño, que es un hijo puta, va y se lo quiere comer por las patas. “Mucho cuidao conmigo, que no sabe ustez quién soy yo. A mi hijo ni tocarlo, so desgraciao, que le meto dos sopapos que le suenan los mocos a calderilla”.

En España se está empezando a confundir, gravemente, el culo con las témporas y se está elaborando una extraña mezcla en la que prevalecen los idearios y las tendencias políticas, y en la que la educación, la decencia y las buenas maneras son de fachas y políticamente incorrectas. Sí señor. En mi época no pasaba esto, no señor, no pasaba. Pero es que, en mi época; en la época del besamanos, de la educación y de la decencia, la enseñanza era un bien precioso y una fuente de riqueza para el país a largo plazo. No como ahora que es una fábrica de votos indecente e indigna. Pero ellos también tendrán su ‘San Martín’. Quieran, o no, les llegará.

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