jueves, 17 de junio de 2010

LA EDAD NO ES SINÓNIMO DE SABIDURÍA (y 2)



...guay, sacando pecho y fardando de chorradas. Y para ser ‘normal’ hay que dejarse de bobadas y ejercer de humano con un espolvoreo de parte divina.

Continuación:

Porque, os aviso, cada ser humano tiene su toque divino, como no podía ser de otra manera, aunque algunos lo lleven tan oculto que difícilmente los reconocemos como seres con su potencialidad divina. Pero tenerla, la tienen. Y con esa parte divina es con la que somos capaces de llevar a cabo las empresas más arriesgadas y peligrosas, y de hacer que la gente se sienta feliz en nuestra presencia. Sólo hay que seguir la norma de no hacer a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti nunca, jamás.



Álvaro Reja




Mi opinión es que “Dar es igual que recibir”. Y con esta norma, es lógico pensar, que si das patadas, te devolverán coces; y si das amor, también te devolverán coces. Es broma, hombre. Es difícil que, si das amor se resista alguien a corresponderte. Para esto tengo una técnica infalible de acoso y derribo. Es fácil que si tú alagas a una persona constantemente, la mimas, la cuidas, la ensalzas, la ayudas, te ocupas de ella, la llamas por la mañana, por la tarde y por la noche para interesarte por su bienestar, se acabe enamorándote de ti. Si no perdidamente, sí con alguna contundencia. Las cosas funcionan así, aunque la gente a veces lo ignora. Al final te adueñas de la voluntad de la gente y acaba queriéndote con el único argumento de que tú la quieres mucho. Por el contrario, todos huyen de ti si te muestras desagradable, osco u obsceno. Todo depende de la energía que trasmitas a los demás. Por eso insisto en que dar es igual que recibir.




Ramón Gaya




Es bonito que le gente te quiera, aunque no necesario. Está bien que la gente confíe en tus servicios, pero no imprescindible. Eso viene con el tiempo y los resultados. Lo que sí es imprescindible es la impecabilidad en el trato humano y profesional. Me contaba una paciente con cierto pesar (que yo traté de que desapareciera), que al salir de la consulta de cierto especialista de la plaza, como no conocía el lugar, se equivocó y quiso salir por una puerta equivocada. El médico, con cara y tono de perro de presa la espetó: “Señora: La salida está aquí. Ahora, si quiere la enseño la casa” ¡Qué desagradable es ese señor! –Se quejaba la buena mujer- Naturalmente la paciente cambió de médico. Y seguramente era muy competente en el plano profesional, pero no en su trato humano.

Una mezclita equivalente es conveniente y necesaria. Y todo el mundo a gusto y feliz. Acabo para no hacer esta perorata demasiado extensa: Yo soy impecable en mi trato y en el ejercicio de mi profesión, lo demás vendrá dado por añadidura.

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