lunes, 10 de enero de 2011

ESTÁ BIEN NO ESTAR BIEN

El estado de bienestar es una entelequia que algún iluminado se sacó de la manga en su programa electoral, con objeto de hacerse muñidor de una situación absolutamente irreal, en la que prevalece, como en todo, el estado mental del individuo. Si estoy bien conmigo mismo, estaré bien en cualquier parte. Si no estoy bien conmigo mismo, vaya a donde vaya no me encontraré satisfecho. Es una cuestión de apreciación en la que influyen decisivamente mis decisiones al respecto, modeladas por conceptos recibidos del exterior por vía oral o escrita.

En cualquier caso ha habido gente interesada en tomar decisiones por mí diciéndome qué es lo bueno y qué es lo malo; cómo me voy a encontrar bien, y cómo sufriré como si me restregara una ortiga por la piel. Si me lavo con determinado jabón notaré la sensación salvaje de los limones del caribe en mis órganos olfativos y, al parecer, esto me llenará todo mi ser de una sensación placentera comparable a hacer el amor con una hurí en una noche de verano contemplando el mar en calma. Si me compro el automóvil sugerido, no sólo correrán por mi cuerpo sensaciones orgásmicas, sino que me pararán todas las macizas que anden por la calle, para ofrecerme sus encantos sin fin a cambio de una vueltecita en el objeto de sus deseos más humanos. Si domicilio mi nómina en determinada oficina de gestión bancaria, dejaré de tener preocupaciones para el resto de mi vida y, a además, me regalarán una unidad de recepción de ondas hercianas que llenarán de placer mis días y mi noches.




Y, en definitiva ¿Qué es estar bien? ¿De qué se trata el estado de bienestar? ¿Con qué se come, con cuchillo de pescado o con pinzas para marisco? ¿Quién ha decidido lo que está bien y lo contrario? Interesantes peticiones que voy a tener el gusto de comentar acto seguido.

Estar bien es un estado mental que no tendría nada que ver con las sensaciones internas ni externas, siempre y cuando no me hubieran contaminado, a través de todos los medios de comunicación, con la conveniencia de ingerir determinado medicamento, previa consulta con el farmacéutico –que ya me dirán qué sabe el farmacéutico de medicina…–, para eliminar ipso facto ese ligero dolor de cabeza que no me deja irme de juerga con Adelaide, aunque lo podría compensar echándome medio litro de colonia ‘Tómaya for man’, que subiría su grado de ardor hasta cotas difíciles de alcanzar por otros medios. Estar bien es vivir el momento apasionadamente con tres premisas sine qua non: No juzgar, no criticar y alinearse con la situación para sacarle toda la enjundia y la enseñanza que yo necesito.

El estado de bienestar es la entelequia que el pavo de marras se sacó del zurrón para ponerse una medalla, porque, naturalmente, no se consigue trabajando menos, ni teniendo más dinero, ni con el amor de una mujer, ni con hijos, ni con el porvenir asegurado en esa entidad de seguros que a la menor oportunidad te dejará sin un duro con la ayuda del gobierno, ni con la calle asfaltada, ni con un polideportivo para que acabe cayéndose de inacción manifiesta. El estado de bienestar se consigue sacando las potencialidades de mi interior y gozando de cada instante como si fuera el último que me brindan para vivir.




La decisión de lo que está bien y lo contrario la han tomado los políticos que han creado unas unidades biológicas defectuosas y mal educadas, fabricadas a conveniencia de las consignas de manipulación política, tendentes a moldear a la gente para que voten a cualquier partido del panorama político –al final eso es lo de menos, porque roban todos, los del gobierno y los de la oposición–, porque no tienen otra cosa que hacer. Se inventan marrullerías estúpidas, que los ciudadanos fabricados por estos sandios sinvergüenzas dicen sí a todo y se conforman saliendo a la calle para meterse la dosis de nicotina de cada cuarto de hora. Esto desvía la atención de cosas tan importantes como ¿por qué se han decidido a bajar el nivel de la enseñanza hasta las cotas que ocupa? O ¿por qué permiten tácitamente drogas como la maría, que producen una desidia, gran confusión y agresividad en el individuo, pero incapacidad para tomar decisiones correctas? Contestaros vosotros mismos a estas cuestiones.

En resumen, está bien no estar bien. Porque no estar bien es un concepto al que hemos llegado a fuerza de agravios comparativos, pero hay que comprender que hay tantas situaciones, tantas maneras de afrontar el propio cuerpo, tantas formas de placer a las que tendemos, que al final todo es ciencia ficción, y aquello a lo que llegamos, a fuerza de dejarnos la mitad del pellejo por el camino, tampoco nos satisface, y, entonces, indefectiblemente, caminamos en pos de otra entelequia que nos llene la vida que ha vaciado el estado de bienestar inducido por aquellos que también quieren conseguir el estado de bonanza, pero a costa de los incautos. Y, creedme, el bienestar nace de uno mismo. No lo busquéis en Yack, ni en las pastas de sémola de trigo duro, ni en un automóvil todo camino. Buscadlo en vosotros mismos. Y también está bien no estar bien, porque, a saber qué es no estar bien. Yo hace tiempo que no distingo entre ambos estados. Digo yo que eso es estar bien siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...