miércoles, 12 de enero de 2011

MERCENARIOS

Me suena hueco todo lo que se dice o escribe referente a los clubs de cualquier deporte, en los que se supone la fidelidad de los jugadores y su amor por los colores del equipo, lo que redundaría, si esto se acercase a la realidad, en beneficio de su rendimiento deportivo en pro de su equipo. Pero esto no es real. En todos los clubs deportivos suele haber una cantera en la que los pequeños aprenden las artes del deporte que aspiran a practicar, y de donde salen algunos jugones que, la mayoría de las veces, atienden más al dinero que a su amor por el propio club y acaban en otros pagos a cientos o a miles de kilómetros de su club de procedencia.

¡Qué se la va a hacer! Los mercenarios se inventaron hace siglos. Se conoce como mercenario (del latín merces, - eris, «pago»), a aquel soldado que lucha o participa en un conflicto bélico por su beneficio económico y personal. Normalmente con poca o nula consideración hacia la ideología, nacionalidad o preferencias políticas del bando para el que lucha. Generalmente se les menciona como asesinos a sueldo, criminales apátridas, sicarios, etc. Sin embargo, cuando este término (mercenario) se usa para referirse a un soldado de un ejército regular, se considera normalmente un insulto a su honra.




El soldado, que representa a su nación, está dispuesto a luchar por una causa que es de su comunidad o país. Sin embargo, el mercenario lo hace solamente con ánimo de lucro.

Y esto desafortunadamente se puede extrapolar al deporte actual, en el que la mayoría de los jugadores son mercenarios, que sólo atienden al dinero, con un absoluto desprecio hacia el amor a la camiseta del club, de sus valores, de su tradición o de su palmarés. La cosa se va agudizando hasta límites de cachondeo en los clubs con mucho poder económico, que acceden a los jugadores de elite. En estos existe todavía la posibilidad de retener a algún jugador interesante para sus intereses deportivos, pero en cuanto los directivos ven el negocio no conocen amores, ni preferencias, ni agradecimientos por los servicios prestados. Venden al jugador por un monto económico sustancial del que chupan desde el entrenador hasta el presidente pasando, naturalmente, por los intermediarios, etc., etc. Y el jugador, que no es insensible a la pasta, se deja subyugar por los millones que le van a proporcionar cada vez más seguridad en una vida corta que termina en las dependencias administrativas del club o en la regencia de algún negocio.

¿Quién podría asegurar que cualquier jugador de cualquier club no se sentiría tentado por la posibilidad de marcharse del equipo de ‘sus amores’ para irse al rival que le ofrece el doble de sueldo y unas primas económicas de infarto masivo de miocardio? En los anales deportivos se pueden extraer muchos casos de desprecio absoluto por el club antiguo para irse a uno nuevo con más sustancia económica.




¿Es reprobable este hecho? En absoluto. No en vano todos los jugadores de todos los clubs de elite del globo, además de su amor desmesurado por los colores y por la tradición, tienen un apego desmedido por el sueldo y por las primas. Son mercenarios a los que es muy difícil sujetar, porque siempre habrá otra organización deportiva dispuesta aponer encima del tapete un zurrón de pasta con el que al jugón se le hacen los ojos chiribitas.

Ni ‘Masias’, ni ‘Valdebebas’, ni puñetas. Aquí estamos para vivir con la mayor comodidad posible, y para asegurarnos el porvenir, y todo lo demás son cuentos celestiales. Que le pongan al tal Messi –balón de oro por culpa de La Masía–, un chorro de oro líquido encima de la mesa, a ver si su papá y su mamá están satisfechos con lo que ahora atesora. Habrá excepciones, pero lo normal es que ‘poderoso caballero sea don dinero’ y que todos caminen en pos de la pasta como las mosquitos vuelan como cohetes hacia la luz. Y las medallas que se están poniendo ahora las organizaciones de formación académico-deportivas, están cosechadas, no por méritos exclusivos de los profesores, del espíritu y de la idea, sino por una generación de jugadores que, si no me equivoco, no se volverá a dar hasta dentro algunos lustros. Es el divino factor humano.

Como ha pasado toda la vida de Dios, esto va por rachas. Lo que pasa es que es muy lucrativo para el ego hacerse responsable de los triunfos ajenos. Mercenarios. Son unos mercenarios y nada más. No estemos preocupados en absoluto. Los que ahora defienden a un jugador a ultranza debían de saber que hoy juegan con nuestros colores, pero pasado mañana, según la chequera del presidente de turno, puede estar en el Málaga o en el Milan, o en el Manchester. Siempre ha sido igual, y lo seguirá siendo.

1 comentario:

  1. Yo soy muy de la frase "Mi sueño desde pequeño siempre ha sido jugar en el Real Madrid". La siguiente pregunta siempre debería ser: ¿Aún cobrando la mitad te hubieras venido para cumplir ese sueño?
    Tengo claro que la respuesta, en el 100 % de los futbolistas que vienen traspasados la respuesta sería NO.

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