miércoles, 26 de enero de 2011

A VUELTAS CON EL TABACO

Sigo con mi intento de que podáis dejar de fumar o que, por lo menos, estéis satisfechos con lo que vais a hacer. La premisa fundamental es un cambio de pensamiento radical. El primero era considerar que el tabaco no produce cáncer, como escribí en el primer post sobre el tabaco.






El segundo pasa por la pregunta ¿Por qué quieres dejar de fumar? Y a la respuesta general de: “Porque el tabaco me va a matar” es en la que vamos a apoyarnos. Una vez que dejes de pensar que el tabaco produce cáncer, debes de razonar sobre las implicaciones del tabaco en el asunto. Y, fíjate bien, el tabaco no perjudica, lo que perjudica y es nocivo para tu salud es lo que tú piensas del tabaco. Concretando, lo que te perjudica es tu pensamiento acerca de las consecuencias que crees que conlleva fumar. Pero ahora se ha simplificado el problema porque ya no piensas que el tabaco produce cáncer, y has entrado en otro sistema de pensamiento en el que lo que verdaderamente perjudica es lo que tú piensas, no el tabaco en sí. Una vez desaparecido el complejo de culpa que te produce estar suicidándote poco a poco, ya puedes seguir gozando del placer del tabaco.

Mi chamán de cabecera, a su vez tenía un maestro chamán al que obsequiaba con una botella de Coca-Cola y un paquete de Camel todos los jueves que tenían reunión. Sus compañeros le afeaban que fomentase el vicio de su maestro. Y él contestaba: «Para mi maestro el tabaco no es un vicio, es un placer». Pues así hay que tomarlo, como un placer indescriptible.





La tercera propuesta es general. Se trata de la relación que tenemos con todos y todo lo que nos rodea. Una relación que tiene que ser buena, distendida y preñada de respeto y consideración. A la gente hay que tratarla con respeto y consideración si pretendemos que la gente nos trate de igual manera. Y también hay que respetar a los objetos que te rodean y que te sirven para mejorar tu calidad de vida. No puedes dejar la ropa hecha un guiñapo por la noche cuando te vas a la cama, porque la ropa se estropea, se arruga, se taza y dura infinitamente menos que si pierdes un poco de tiempo en sacudirla y doblarla antes de acostarte. No puedes pegarle una patada al coche porque no arranca, igual que no puedes pegar un golpe a la radio porque no coge la onda que tú quieres. Al tabaco también es imprescindible respetarlo como se merece. Y los fumadores no respetan al tabaco. Fuman en cualquier sitio y mientras hacen cualquier cosa. Hay veces que ni se enteran de que están fumando, y otras, se fuma parte de su cigarrillo el cenicero, donde se consume inútilmente. Hay que tener respeto al tabaco y comprender que hay que fumar como los chamanes aspiran el humo de la chanupa, con respeto, con devoción, en comunidad y pensando en lo que se hace; como un ritual.




Mi propuesta es que hay que fumar como único acto. Se fuma y no se hace ninguna otra cosa, ni siquiera charlar o tomar café. Sólo fumar. Hay que buscar el momento adecuado, hacer un apartado, encender el cigarrillo como los fumadores de habanos encienden su puro, y degustar cada chupada, diciendo en cada una lo bueno que es el tabaco, lo mucho que te gusta fumar y lo bien que sabe. O sea, fumar con ahínco y pendiente de cada chupada. Y este ritual hay que mantenerlo en todos los cigarrillos que nos apetezca fumar. Yo aseguro que si le sacamos todo el jugo a cada cigarrillo, no nos veremos impulsados a fumar cada cuarto de hora. Y, poco a poco, iremos disminuyendo la cantidad de cigarrillos consumidos en el día. Garantizado.

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