lunes, 28 de febrero de 2011

LA MEDITADA REFLEXIÓN DE LAS COSAS DE CADA DÍA.

Yo pienso que la suerte no existe. Que como enuncio: «La suerte es la meditada reflexión de las cosas de cada día». Pero es para pensar que el que mueve los hilos la reparte al azar y le toca al menos indicado, al que menos se la merece, al tonto de la banda, o al baguete de turno.

No es lo que yo pienso, pero sería para pensarlo. Un claro ejemplo que te lleva a creer que tu vida está determinada por la suerte es una película dirigida por Boody Allen, estrenada en Mayo de 2005 en Cannes y cuya trama es la siguiente:




Chris Wilton (Jonathan Rhys-Meyers) es un joven tenista profesional retirado de origen irlandés, que encuentra trabajo como profesor de tenis en un club frecuentado por familias adineradas. Allí conoce a un tenista aficionado de similar edad, Tom Hewett (Matthew Goode), con quien traba amistad. Tom Hewett introduce a Chris en la vida de los millonarios de Londres, y así, el ambicioso Chris, conoce a Chloe Hewett (Emily Mortimer) la hermana de Tom. Igualmente conoce a Nola Rice (Scarlett Johansson) una actriz estadounidense que había estado saliendo con Tom. Chris logra ganar la confianza de la familia Hewett y se hace novio de Chloe, lo cual le permite integrarse por completo en el ambiente de riqueza y lujo que por mucho tiempo ha ansiado poseer. No obstante, Chris y Nola Rice (quien carece del dinero e influencias de Chloe Hewett) inician simultáneamente un furtivo romance. El azar, la ambición, el sexo y la pasión guiarán las acciones de Chris Wilton. Y hasta aquí puedo leer sin miedo a desvelar el final del suspense. El caso es que todo el argumento tiene un desenlace regido solamente porque una pelota de tenis que choca en la red, en vez de caer en campo contrario, cae en el propio dando al traste con todas las ilusiones de impunidad del personaje. Fijaros, solamente porque la pelota al chocar contra la red, en una muy incierta pirueta, quizás regida por la buena o la mala suerte dejada caer por el que mueve los hilos, cae en el campo propio.

Desde luego es para pensar que hay gente con estrella. Pero, no. En realidad lo que parece suerte o estrella es, ni más ni menos, que una programación previa elaborada por nosotros para que las cosas coincidan con nuestras necesidades de aprendizaje. De tal manera que la pelota de tenis, al chocar con la parte superior de la red, coincida con una leve ráfaga de aire que la haga caer en campo propio decantando la historia a favor del protagonista.




Las cosas son como tienen que ser, a pesar de que nosotros nos empeñemos en demostrar que no son así. Soy un vivo ejemplo de la mala suerte que la gente denomina a lo que a mí me pasa. Algunos me etiquetarán como gafe. La realidad es que he tenido mucha suerte de que me hayan dejado aprender con todo aquello que me he programado que, aunque para algunos sea mala chorra, para mí es una bendición.

«Pobre de aquel al que no le pasen cosas en esta vida, porque no tendrá ocasión de aprender» (Miguel Ángel Labra). La suerte no es la metida reflexión de las cosas de cada día. Muy al contrario es la muy elaborada programación que nos permitirá aprender.

Una última reflexión. Para aprender de las cosas negativas debemos ser conscientes de su origen y luego, una vez acaecidas, «lo importante no es el hecho que nos hemos programado, sino nuestra reacción ante él» (Miguel Ángel Labra. Filósofo).

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