martes, 29 de marzo de 2011

EL SENTIMIENTO TRÁGICO DELA VIDA




…«Si a Dios me agarro con mis potencias y mis sentidos todos,
es para que Él me lleve en sus brazos allende la muerte,
mirándome con su cielo a los ojos,
cuando se me vayan estos a apagar para siempre». (Unamuno)

El sentido trágico de la vida de Don Miguel de Unamuno, tiene un trasfondo desesperanzador de vivir la vida aspirado por el momento de la muerte. La muerte está presente en el ser humano como el oxígeno está presente en el agua. No se pueden separar ambos conceptos: La vida y la muerte. Sin embargo es mal sistema vivir trágicamente esta vida pensando en el momento ineluctable en el que hayamos de dejarla. Y el caso es que todo el mundo vive la vida como una tragedia. Incluso aquel que predica su positivismo, si le rascas ligeramente sangra gotas de un tremendo desencanto por no saber ni el día ni la hora y por no poder ser inmortal. Pero es bueno que la gente se muera. Hace miles de años que la humanidad se debate en el piélago de las incertidumbres, de las maldades y de los desastres. Hace miles de años que nacen en este planeta gentes destinadas a hacer difícil la vida de los que les rodea. Hace miles de años que nos codeamos con seres despreciables que gozan con el dolor ajeno, sobre todo si este les proporciona pingües beneficios. Hace miles de años que estos indeseables se van muriendo, uno detrás de otro, para dejar paso a otros canallas que siguen enarbolando la bandera de la inquina y de la indecencia. ¡Menos mal que somos mortales! Si no lo fuéramos este planeta sería imposible de respirar de lo infecto de las deyecciones de los sinvergüenzas que lo habitarían ¡Menos mal que los canallas también se mueren! En el fondo está bien planeado el asunto. Dios es listo de salero.

Menos mal que en este planeta, en todas las épocas, ha habido gente dispuesta a lenificar el sentido trágico de la vida, llenando el ambiente de carcajadas. Hablo de los cómicos en general y de los seres que se toman la vida a broma en particular. El dramatismo de las situaciones está bien para novelas de suspense y de terror. Pero si en el momento culminante del drama, saliera de un armario una loca cantando y bailando, con un ramo de flores en la cabeza, el dramatismo del momento se iría a hacer puñetas. No existe mejor forma de vivir que tomarse la vida a broma; a una broma de gag cómico que empieza en drama y acaba en carcajada.

Yo que he vivido en hospitales toda mi vida, sé de lo que hablo. Los hospitales son dramáticos, fríos, oscuros y silenciosos. ¡Lo mejor para la depresión, oiga; lo mejor para la depresión!. Abogo por la técnica de aquella película del eximio Robin Williams, en la que hace un papel de médico que se aparta de los tics convencionales para ponerse una nariz de payaso y hacer reír a carcajadas a los enfermos. Se llama Patch Adams y es de 1998. Sus resultados eran magníficos. Y, si no, la gente se moría contenta y en paz…

Hay que desdramatizar todo, y más, la medicina. No se puede abordar una enfermedad grave con lágrimas en los ojos, sino con una sonrisa de oreja a oreja. No se puede montar una película de hospitales apoyándola en lo malo, en el desastre y en la muerte. Pero, claro, en todos los ámbitos de la vida existen carroñeros que la siguen gozando con el dolor ajeno, con el que se nutren y con el que consiguen pingües beneficios.




El otro día me contaron un dramón, que de lo dramático que era producía cierta mueca de risa contenida para no fastidiar el regodeo del comunicante con la situación, que estaba viviendo con toda la crudeza del mundo; como si fuera propia –que esa es otra–. Total, que me callé, más por no defraudar al que me lo contaba que por no soltar la carcajada. Cuando algún paciente me está contando su drama privado, que nunca es único, siempre se enlazan varias enfermedades como en una cadena férrea, y varias de los parientes cercanos, en vez de mirar con cara de duelo, me levanto la manga del brazo izquierdo, señalo mi piel con el dedo índice de la mano derecha y le digo: «Se me están poniendo los pelos de punta», luego me echo a reír…El paciente se queda muy serio, pero inmediatamente, o cambia de conversación, o le cambia la cara a mejor y su parlamento se dulcifica.

Estoy seguro de que la risa es infinitamente más positiva que el llanto. Si te parece, vamos a trabajar sobre este concepto.

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