miércoles, 30 de marzo de 2011

¿ME ESTÁS ESCUCHANDO?




¡Vaya! Se cortó en lo más intersante, pero aquí tenéis el final :



Siempre se interesa por mí. Con una sonrisa en la boca me pregunta qué nuevo proyecto estoy abordando en estos momentos. Me cae bien; me parece una persona de fiar, así que no tengo ningún inconveniente en contarla mis affaires y mis coqueteos con los ‘media’. De cómo contacté con la secretaría de un conocido comunicador, propietario de una productora de TV; de cómo me remitieron al director general; de cómo esta persona me escuchó con sumo interés; de cómo se avino a hacerme una visita en Palencia a la que se trajo a la psicóloga de la compañía; de cómo la cosa tiene muy buena pinta y, en resumen, de la ilusión que me hace estar en contacto con un ejecutivo de la mayor relevancia dentro del panorama de la industria audiovisual de España.

No se cómo, al contarle que el canal del clero estaba interesado en el programa de divulgación paramédica, pero que las ideas que iba yo a verter, no eran muy consonantes con los esquemas que mantienen los clérigos con respecto a la relación directa de Dios con las enfermedades de los humanos, relaciona por los pelos esta anécdota con una vivencia personal, que me cuanta de cabo a rabo:




«El otro día, acudí a la casa de un canceroso terminal, que estaba completamente caquéctico, absolutamente desnutrido. Hasta el extremo que me sobrecogió la visión de su esqueleto solamente cubierto por la mortecina piel. Al no tener masa muscular alguna, tuve que estirarle el pellejo para poder administrarle un medicamente paliativo. La dosis que le habían puesto anteriormente, por prescripción médica, le había deprimido el centro respiratorio, y se esforzaba para que le entrara aíre en los pulmones. Su cara era todo ojos desorbitados por la necesidad de aíre para seguir viviendo. ¡Pero que conformidad ante el hecho de la muerte!…Les recomendé que fueran al servicio de paliativos, pero la mujer y él mismo se negaron; querían vivir la muerte en intimidad, el uno con el otro, sin interferencias extrañas, sin inyecciones ni tubos. ¡Qué admirable manera de afrontar el problema de la inminencia de la muerte! ¡El uno con la otra! Como una sola persona. Cogidos de la mano ayudándose mutuamente a pasar el acíbar del momento. Salí de allí chocada…Era un arquitecto con una casa impoluta; todo colocado en su sitio. Incluso las medicinas metidas en un cestillo cubierto con una tela de encaje. El paciente, a pesar de su caquexia, no tenía ni una sola escara. La piel hidratada y un suave perfume de lavanda escapando de su piel. No te puedes imaginar…Salí de allí chocada».

Y yo me pregunté: ¿Y qué tendrá que ver una cosa con la otra? ¿Qué tiene que ver el culo con las témporas? Evidentemente esperaba el momento más oportuno para meterme su cuña publicitaria, y contarme su película aunque no tuviera nada que ver con lo que yo la estaba contando. No me molesta en absoluto. Creo que incluso lo hizo con buena intención. Pero comprobé, una vez más, lo poco que escucha la gente a los demás. Oyen pero no escuchan. Me parece bien que estés pensando en tus cosas cuando te mete el rollito el pelmazo de turno, que te coge en un paso de peatones y te da la paliza. Pero en este caso me había preguntado ella a mí. Y yo entré al trapo como casi siempre. Habitualmente, cuando alguien me pregunta por mis proyectos le respondo: «Muchos y muy buenos. Ya te contaré». Yo me quedo satisfecho y mi preguntón no tiene que insistir. Así que me cuenta su película en colores, y tan ancho. Pero esta vez, mi interlocutora aguantó estoicamente hasta que encontró el resquicio por dónde meter su ratón. Y lo metió. De manera que yo me quedé con cara de idiota y pensando cómo gestionaría ella mis explicaciones.

La gente no escucha, sólo oye el rumor de tus palabras. Cuando estás hablando con alguien, ese alguien no piensa en lo que le estás diciendo, sólo está esperando el momento oportuno para contarte sus peripecias, sus penas o sus dolores. Y si no los tiene, te contará la enfermedad de su tía la del pueblo. ¡Que, a ver si se muere para que deje la casa en herencia. Con lo hermosa que es!. O, por otra parte, si lo que estás es en hacerla ver algo que a ti te ha molestado o te interesa, estará pensando en la justificación más inoportuna, para quedar por encima o indemne de toda acusación.

Los humanos somos así. Yo ya no me preocupo en absoluto, ni me cabreo, ni pienso en dejar de hablar de cosas interesantes al fulano o a la fulana. Sigo cayendo en lo mismo. Y, a veces, me encanta seguir contando mis proyectos porque me escucho yo a mí mismo y me encanta.

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