miércoles, 16 de marzo de 2011

LA HISTORIA Y LOS CATACLISMOS




La historia de la humanidad es incierta y creada por meras deducciones especulativas en sus principios. Después, depende de las crónicas del bando vencedor y de la influencia que hubiera querido tener entre sus coetáneos. Hoy en día, muchos crímenes quedan impunes y algunos entre ellos son fundamentales para dilucidar las verdaderas causas de algunas actuaciones políticas. Es más, esos crímenes sin explicación, dudo mucho que se puedan esclarecer algún venturoso día. Las intrigas palaciegas, los pactos entre naciones, las verdaderas causas de las guerras me extraña mucho que sean las que la historia cuenta ¿Se sabrá algún día el cerebro o cerebros responsables del 11-M? No lo creo, debido a la cantidad de intereses políticos y económicos que están implicados, incluso entre naciones favorecidas directamente por los hechos.




Esto concerniente a la historia del pasado lejano y reciente. Pero el futuro no tiene nada que ver con pensamientos especulativos. Ni siquiera haciendo un enorme esfuerzo de imaginación nuestros ancestros podrían haber imaginado a cualquier ciudadano de cualquier ciudad del globo terráqueo, hablando solo por la calle con un manos libres. Hay cosas que se escapan a la imaginación. La coincidencia de las ideas de Julio Verne con algunas realidades posteriores es pura coincidencia, porque ningún ser humano tiene la capacidad de predecir lo que va a pasar mañana. Pero su imaginación es inagotable, y la verdad es que todas las obras humanas primero fueron una idea en la mente de un hombre. Sin embargo esta idea no tiene correlación con lo futurible; con que una persona agore las desdichas del futuro o sus venturas. Nadie puede predecir los cataclismos naturales. La tecnología actual no es capaz de ello. Quizá se pueden predecir los seísmos con un margen de error considerable, pero nadie puede alertar previamente a la población de una catástrofe natural para que la mayoría se puedan poner a salvo.

Y la humanidad tiene una triste experiencia de catástrofes naturales, seísmos, maremotos, explosiones volcánicas, e inundaciones que han cambiado la faz de la tierra. Y estas catástrofes son tan impredecibles como las actuaciones de un niño al que tienes que vigilar constantemente para que no se haga daño a para que no cause una desgracia. La Atlántida se vio súbitamente sumergida por una masiva crecida del nivel del mar y un gran terremoto posiblemente causado por la caída a la Tierra de un meteorito de enormes proporciones. Muchas otras catástrofes han dado al traste con civilizaciones poseedoras de tecnologías avanzadas. Pero esto no ocurre en vano. En las memorias celulares y en los genes del ser humano hay una especie de conformismo y una capacidad de olvido que le inmuniza contra pensamientos luctuosos que puedan sobrevenir en un futuro próximo. Pero hay seres humanos que, a pesar de estos mecanismos de defensa orgánicos, no dejan de pensar en desastres naturales, en catástrofes y en la posibilidad de verse afectados por ellas. Mala forma de vivir aspirados por el futuro.




Hay que encontrar una fórmula para seguir viviendo y no poner necesariamente nuestras barbas a remojar porque hemos visto rapar las del vecino. Incluso hay quién no tiene ni barbas que rapar… Es curioso pero el único sistema, la única técnica para olvidar el pasado es vivir el presente. Ayer elucubraba con mi hijo Álvaro respecto a su futuro inmediato y lo que podía llegar a ser en un futuro. Él, pesimista por naturaleza, lo veía todo lleno de sombras. Esto es nefasto para el hombre porque no le deja vivir ni un momento de tranquilidad en su presente. Me esforcé en hacerle comprender que nadie conocemos el futuro y por tanto no lo podemos predecir. ¡Quién sabe lo que va a pasar mañana! ¡Quién sabe si amanecerá! A lo mejor me tocan a mí los euromillones –¡105 millones de euros nada menos!– o ‘esto’ pega un pedo y nos vamos todos a hacer puñetas. Solución: Vivir el presente segundo a segundo; degustando las mieles que te ofrece la vida y aprendiendo y sacando conclusiones de las hieles. No hay otra solución. No existe otra manera de vivir que con la conciencia plena del presente. El pasado ya pasó, y en lo que a mí respecta, no me puede afectar. El futuro no lo conozco y, ni siquiera elucubrando puedo acercarme a kilómetros de la realidad que traerá implícita. Entonces el futuro lo hago yo segundo a segundo. Y eso quiere decir que si este segundo es bueno para mí y lo vivo con plenitud, paz y confianza, el siguiente será igual, y el siguiente lo mismo, y el otro, y el otro…

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