martes, 10 de enero de 2012

LAS ESTRELLAS DEL DEPORTE





Entraron en la sala destinada a la didáctica y teoría psicológica del deporte colectivo. Era jueves y ese día de la semana estaba destinado a la teoría. Todos aprovechaban para relajarse y, si el momento lo permitía, para echar una cabezada subrepticia. El mister era imprevisible y sorprendente, y aquel día confirmó su fama.

Se apagaron las luces y el video comenzó a proyectarse. Apareció en pantalla una gran sala de conciertos en la que una treintena de músicos se afanaban en el afinando de sus instrumentos. Cada cual tocaba las teclas, pulsaba las cuerdas y soplaba las boquillas intentando que el ruido no perturbase al resto. En un momento pasaron del silencio a un guirigay de sonidos que no tenían relación entre sí. Era difícil de soportar por su falta de coordinación. Afortunadamente aquella batahola duró hasta que se fueron acallando los ruidos y, finalmente sólo se oyó la vibración de un sí bemol en la tercera cuerda de un violín.

El director se puso de pie, miró a todos y cada uno de los integrantes de la orquesta, levantó la batuta, giró su cabeza hacia el piano y con un leve asentamiento de cabeza indicó al pianista su comienzo. Empezó a sonar el concierto para piano y orquesta nº 2 de Rachmaninov. El piano inicia el diálogo, cadente y emotivo, melancólico y evocador. Poco después le acompañan los chelos, las violas y los violines en un acompañamiento amoroso, casi provocador. Va transcurriendo así el concierto en un continuo confrontamiento del piano con la orquesta.

Todos miran y escuchan absortos como transcurre la melodía. Nadie se distrae; todos están con sus cinco sentidos pendientes del desarrollo de la sinfonía. Incluso el que comenzó a escuchar la pieza sin apoyar su espalda en el respaldo, continúa en la misma posición; tan ensimismados están unos y otros. Cuando comienza el adagio un par de lágrimas resbalan por las mejillas.

Al acabar, como una sola persona, todos se ponen en pie y aplauden al mister, que ha tenido la delicadeza de hacerles ese regalo de Navidad. El entrenador inclina la cabeza y por toda respuesta hace que comience el video desde el principio, en el punto donde todos los músicos están afinando sus instrumentos. El contraste de una situación y otra salta a la vista, y la gente empieza a comprender.

«Últimamente la prensa está haciendo hincapié en el bajo rendimiento de algunos jugadores; en el individualismo que muestran algunos en fases decisivas de los encuentros –comienza–. Quiero recordaros, con este ejemplo práctico, que todos los profesores de esta orquesta son primeras figuras en sus instrumentos. Incluso alguno se ha ganado la categoría de concertino, que es el instrumento o serie de ellos que actúan como solistas, en contraposición al ripieno donde se agrupan el resto de los instrumentos de acompañamiento. El o los instrumentos que forman el concertino no son mejores que el resto, simplemente tienen una ligera habilidad superior a los demás, y los instrumentos de ripieno no son malos, son fundamentales en todas las melodías.

Lo que habéis escuchado es una de las melodías más bellas que se pueden interpretar por una orquesta sinfónica. Tiene la belleza de la unidad, de la sincronía, del acoplamiento y del sacrificio de todos u cada uno de los integrantes, despreciando su lucimiento personal, en pro de una perfección en el conjunto. Todos ellos podrían ser solistas y tocar en recitales donde serían aplaudidos y festejados individualmente, pero han elegido el lucimiento del grupo por encima del suyo personal.

Los deportes de equipo requieren un sacrificio de todos sus integrantes, incluso de aquellos que están reputados como unos de los mejores jugadores del mundo. Nada sirve el juego individual sin contar con los demás; no sirve el afán de triunfo individual, los premios individuales, ni los honores privados. Los galardones imprescindibles son los del grupo, y junto con el grupo, las individualidades brillan en cualquier terreno por los triunfos colectivos. Veis que algunos jugadores relucen más en sus clubes que en sus selecciones; son los mismos, pero en las selecciones no rinden lo suficiente. La explicación es que sus clubes son una orquesta en plena sinfonía, y sus selecciones son una orquesta en la fase de afinación de instrumentos, donde no suena nada coherente a pesar de que los profesores son los mismos».

Nunca, nadie pudo explicar las cosas de una manera tan bella, ni tan agradable, ni tan definitiva. Al final de su corta disertación, de nuevo todos se pusieron en pie y regalaron otro aplauso cerrado a aquella persona que, no en vano, se había ganado la confianza de todos.

Esto, naturalmente es pura ficción. ¡Anda que no le dan vueltas al molino, pa na! ¡Con lo que cobran los entrenadores, madre mía!

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