domingo, 8 de enero de 2012

EL SUBMUNDO DE LAS IDEAS





Estoy convencido de que la mayoría de la gente vive en el submundo de sus ideas y de sus pensamientos. Sus ideas base; lo que constituye el cuerpo de conocimientos, y sus pensamientos de cada día, que cambian, pululan y se mueven de un lugar a otro sin centrarse nunca. Se me ocurren mil cosas en una unidad de tiempo, llenan mi cabeza y me impiden vivir. El caos mental es de tal naturaleza que no me importa tener ideas contradictorias, agresivas o absurdas. Total, sólo son pensamientos que no van a ninguna parte. Sí, pero me impiden vivir.

La vida consiste en una suerte de estado en el que mi cabeza responde a mis propósitos. Lo que hago está en connivencia con lo que pienso, de manera que estoy constantemente conectado a mi actividad. Cualquier persona que trabaja, estudia, actúa, lo hace de una manera rutinaria sin darse cuenta de lo que hace porque tiene el pensamiento en otra actividad, en alguna insatisfacción o en otro lugar.

Cuando pasaba consulta acababa agotado y exhausto, ansioso y deprimido. Temía enfermarme gravemente si la situación seguía como hasta entonces. Por aquellos días sólo leía libros de autoayuda. Era la única literatura que tenía algún sentido para mí. Llegué así a un comentario de un maestro que decía que el principio del estrés, y por tanto de la enfermedad, es una discordancia entre lo que haces y lo que piensas. Estás trabajando aquí, pero estás pensando a kilómetros de distancia.

Tenía razón, trabajaba con los pacientes, pero mientras lo hacía tenía mi cabeza en las compañías de seguros que me iba a pagar un talón de miseria por mi dedicación, en la sala de espera donde todavía había muchos pacientes esperando, y en las ganas que tenía de acabar para dedicarme a ‘mis cosas’. Yo estaba perfectamente, sólo que la situación; mi situación mental, me provocaba un estrés nocivo que me agotaba. Decidí coordinar mi trabajo con mis ideas. No es fácil acostumbrado a dejar volar tu pensamiento. Me centraba un momento pero inmediatamente se me escapaba el pensamiento a otro lugar; a otra situación.

Tenía que hacerme consciente inmediatamente de que debía centrarme en mi tarea. Cada vez que me daba cuenta –las pocas veces que lo hacía en principio– tenía que retomar mi actividad e intentar pensar exclusivamente en lo que estaba haciendo. No sé si me agotaba más dejar volar mi pensamiento y que hubiera un despropósito entre los que hacía y lo que pensaba, o retomar constantemente mi cabeza para traerla a mi actividad de cada momento. El reto me complacía y, muy al contrario de mi reacción aburrida de siempre, me acostumbré a la nueva situación de intentar vivir el momento con una conexión total entre mi tarea y mis pensamientos.

Hoy es el día en que todavía tengo que retomarme, pero de pascuas a ramos. Me he acostumbrado a estar en lo que estoy; a vivir en vez de pensar, y a estar impecablemente en cada situación. Estoy saliendo, poco a poco, del submundo de las ideas para vivir en el mundo real de las cosas y de las relaciones.

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